Sueños de trenes o formas de preguntarse qué estamos haciendo acá

En Sueños de trenes, Clint Bentley construye un viaje íntimo por la vida de un hombre marcado por los paisajes del Oeste de Estados Unidos y las preguntas sin respuestas. Basada en la novela de Denis Johnson, la película es pura belleza poética

Las metáforas sobre trenes abundan. La mayoría aluden a ese momento en que perdimos algo que no va a volver nunca más. “Se te pasó el tren” o “el tren pasa una sola vez en la vida” las hemos escuchado más de una vez. En este drama del 2025 los trenes son parte fundamental de la vida misma de su protagonista. Sin metáforas.

Sueños de trenes (2025) está basada en la obra homónima del escritor norteamericano Denis Johnson. En esta novela relata la vida larga y sencilla de Robert Grainier durante la primera mitad del siglo XX en el noroeste de Estados Unidos. La película, dirigida por Clint Bentley (Las vidas de Sing Sing, 2023), se apega a esa historia a través de una sucesión de escenas entre cielos, montañas y árboles.

Joel Edgerton le da vida a Robert Grainier, un hombre que trabaja de leñador en distintas regiones de Estados Unidos. En uno de sus trabajos forma parte de los jornaleros que construyen las vías del ferrocarril en el Oeste americano a principios del siglo XX. Allí vive una experiencia que lo va a acompañar durante toda su vida. Paralelamente conoce a Gladys (Felicity Jones), con quien tiene una hija. Los meses transcurren entre trenes: viajes por trabajo, historias compartidas con otros hombres de los que no sabe nada. Un día hay un incendio que da vuelta su vida por completo. La introspección pasa a ser el estado continuo de Grainier y, como espectadores, asistimos a esas imágenes.

Podríamos dividir la película en tres partes. La primera describe el trabajo de los jornaleros que viajaban a cortar enormes árboles para construir. Como quienes viajan al sur de Argentina para cosechar manzanas en verano. Tomas fijas nos remiten a las fotografías de archivo de ese oficio: hombres posando dentro de la abertura tallada en una secuoya antigua, grupos simétricos a los costados de un ejemplar inmenso sosteniendo serruchos dobles. Calma. La pequeñez del ser humano. Las conversaciones entre los trabajadores por la noche son uno de los aspectos más interesantes del guion. En uno de los diálogos, alguien dice: “Habiendo tantos árboles en el mundo, no le hacemos mal a nadie”. Y uno de los más viejos le responde: “Cuando era joven pensaba lo mismo, pero no son tantos”. Esa sabiduría está latente, como el pulso de los árboles. En la segunda parte los paisajes se enriquecen. El narrador nos guía por las distintas estaciones del año: el amarillo del amor, el gris del humo de las respiraciones en invierno, los atardeceres azules. El montaje se acelera, pero su cadencia es la de un reloj de arena. La tercera parte, plena de luces y colores, muestra el paso del tiempo, los avances industriales y la modernización que llega al pueblo cercano. Grainier sube a los trenes —literalmente— y vaga en el futuro. Una gran pregunta lo acompaña a lo largo del relato: ¿Cuál es el sentido por el que estamos acá?

La banda sonora de la película es fundamental para construir la atmósfera del film. Estuvo a cargo de Bryce Dessner, un compositor que conoce la cultura norteamericana y que, además de colaborar con músicos de la talla de Philip Glass, participó en películas como El renacido (Iñárritu, 2015). La música refleja el estado de sorpresa y tragedia del personaje sin ser permanentemente dramática. Uno de los temas está compuesto por Nick Cave, quien al principio no aceptó la propuesta a pesar de que la novela es uno de sus libros preferidos. Luego vio la película y fue un rotundo sí, hasta lograr “Train Dreams”, la canción que escuchamos al final.

Sin dudas, es una obra que, si no la ves, no pasa nada; pero si la ves, te pasa todo. Las imágenes se quedan varios días pegadas a la retina. Incluso pareciera que los aromas y las texturas también se hacen presentes. Como le sucede al protagonista. Dice Rebecca Solnit: “Hay cosas que solo poseemos si están perdidas; hay cosas que no se pierden si de ellas nos separa la distancia”. Los trenes, esos espacios de tránsito donde lo buscado se encuentra. No algo que pasa.

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