Guido Gonella, ciclista de elite
De correr un camión a pedalear por sus sueños
Guido Gonella volvió a competir después de años de dejar el ciclismo por trabajo. Fue recolector de residuos en la ciudad y hoy comparte podios panamericanos junto a los también riocuartenses Matías Gatto y Daniel Alaniz. Su historia une esfuerzo, constancia y pasión: la de un cuerpo que nunca dejó de moverse, solo cambió el ritmo.
Por mucho tiempo, Guido Gonella corrió sin bicicleta. Lo hacía detrás de un camión, cumpliendo con su labor diaria como recolector de residuos en Río Cuarto. El cuerpo en movimiento, el pulso acelerado, el cansancio acumulado. De alguna manera, su vida siempre estuvo ligada al esfuerzo físico, al movimiento, a no quedarse quieto. “Tenés que estar bien físicamente, no cualquiera aguanta ese trabajo -dice-. Es exigente, te lleva a estar entrenado, aunque no te des cuenta”.
Hoy, en cambio, corre sobre ruedas. Después de años lejos del ciclismo, volvió al deporte que lo apasiona, el mismo que practicaba su padre. Volvió y, en poco tiempo, ya obtuvo grandes logros. Por ejemplo, las dos medallas que ganó en el Campeonato Panamericano Máster de Ciclismo, disputado la semana pasada en Asunción, capital de Paraguay.
El camino hasta ahí no fue sencillo. Gonella, junto a sus compañeros riocuartenses Matías Gatto y Daniel Alaniz, había preparado durante meses la prueba de velocidad olímpica. Pero el primer día del Panamericano tuvieron que desarmar el equipo por un cambio de reglamento. “Fue un golpe duro, nos habíamos preparado todo el año -cuenta Gonella-. Matías y Daniel se quedaron juntos (compartieron equipo con el florense Iván Crowley) y yo me junté con unos chicos de Chaco. En esa prueba, sufrimos una caída muy fuerte. Mi compañero se quebró la clavícula y eso me afectó mucho. No tanto físicamente, sino en lo psicológico. Me sentía culpable, mal”.

Guido reconoce que esa prueba, más que deportiva, fue emocional. “Por suerte tuve a mi esposa a la par. Es como mi psicóloga, me acompañó en todo momento y confió en mí cuando yo estaba roto por dentro. Con su apoyo, logré recomponerme y salir a correr otra vez”. En esas condiciones, con raspones, dolores y un ánimo que costaba sostener, consiguió dos medallas: una de plata en velocidad individual y una de oro en los 750 metros. “Fue una mezcla de todo: alegría, desahogo, lágrimas. Me di cuenta de que estaba bien preparado y que todo el esfuerzo valía la pena”.
El Panamericano fue también una experiencia compartida. Las familias viajaron a acompañarlos, alentaron desde la tribuna y vivieron el orgullo de ver flamear la bandera argentina en el podio. “Nos acompañaron, estuvieron ahí todo el tiempo, y eso te da fuerza -dice Gonella-. Uno puede entrenar mucho, pero si no tenés ese apoyo emocional, cuesta el doble”.
Entre los tres riocuartenses sumaron ocho medallas para el país. Un número que dice mucho, pero no alcanza a dimensionar lo que significó para ellos representar a la ciudad en un torneo continental. “No somos profesionales, todos tenemos trabajos, entrenamos cuando podemos. Pero cuando te preparás con disciplina, los resultados llegan”, reflexiona el ciclista.
El regreso de Guido al ciclismo empezó algunos años atrás, empujado por una charla entre amigos. “Daniel me insistió para que volviera a competir, que armáramos la velocidad olímpica. Yo ya estaba con un trabajo más tranquilo, manejando el camión, y ahí me animé. En 2021 volví, y de a poco fui agarrando ritmo”.

Antes de aquel parate, Gonella había competido en torneos nacionales, viajado a Buenos Aires, participado de campeonatos argentinos. Pero en 2013 tuvo que dejarlo por la exigencia del trabajo. Aun así, no se detuvo del todo: se dedicó al trote y al atletismo, como una forma de mantenerse activo. “Creo que todo eso me ayudó. Estar años corriendo detrás del camión te da fuerza, resistencia, reflejos. El cuerpo no olvida”.
Hoy entrena varias noches por semana en el velódromo municipal, un circuito que aún sobrevive pese al deterioro. “Tiene saltos que complican el manejo, pero seguimos entrenando igual. Es lo que hay, y lo aprovechamos al máximo”. En el invierno, los entrenamientos se vuelven más duros. “A veces salgo después del trabajo, de noche, con frío, cansado. Pero cuando uno tiene fe, le da para adelante. Trato de mantener siempre una mentalidad positiva”.
El ciclismo riocuartense, según Guido, vive un momento de potencial más que de estructura. “Nivel hay, siempre hubo -afirma-. Acá han salido campeones argentinos, incluso chicos que fueron a mundiales. Pero falta apoyo. Faltan lugares seguros para entrenar, un circuito permanente, una escuelita para los más chicos. Si no hay semillero, el ciclismo muere. No hay secreto”.

Esa preocupación, más que queja, es la voz de alguien que cree que el deporte puede seguir creciendo si se lo acompaña. Él mismo es prueba de eso. “A veces uno piensa que ya pasó el tiempo, que el trabajo o las obligaciones te alejan. Pero si algo aprendí es que siempre se puede volver”, reafirma con la autoridad de quien ha vivido lo que cuenta.
Guido no planifica demasiado el futuro, pero tiene una meta cercana: el Campeonato Argentino del próximo año. Más allá de eso, no descarta soñar en grande. “Me gustaría llegar a un Mundial, aunque sé que todavía tengo que seguir mejorando. Paso a paso, sin apurarme. Esto recién empieza”.
Por las calles del barrio, su hijo -también fanático de las bicicletas- ya pedalea a la par suya. “Eso me motiva. Entrenar con él, compartir lo que me gusta. Es lo que me mantiene en movimiento”, asegura Gonella con emoción. Porque en el fondo, eso define su historia: la constancia del cuerpo que nunca se detuvo. Antes corriendo detrás del camión; ahora, detrás de los sueños.


