La “batalla cultural” avanza

Apuntes del triunfo libertario que implicó un changüí al presidente para evitar “volver al pasado”. En Córdoba, cayó por la borda aquella premisa de que “no se vota a quien no se conoce”. Cuando el bolsillo no es el único factor que incide y cuando la “buena imagen” tampoco se traduce en intención de voto.

La irrupción de la figura de Milei en el ojo público se dio al menos hace 7 u 8 años. En el 2018, fue uno de los economistas que registró la mayor cantidad de minutos al aire en la TV argentina para difundir “las ideas de la libertad”. En 2021, fue electo diputado y comenzó a asomar como posible figura presidencial. En su momento, fue subestimado con el argumento de que no existe país en el mundo que aplique exactamente el mismo modelo que, ahora como presidente, ha comenzado a ejecutar. En el 2023, incluso varios de sus votantes aseguraban que iban a optar por el candidato libertario para no votar al kirchnerismo. Seguros de que “no iba a hacer” todo lo que dijo que haría.

Las últimas elecciones de medio término demostraron que el gobierno nacional, pese al desencanto que pueda haber generado en casi dos años, aún sigue siendo la opción “menos peor” para una gran parte de la ciudadanía argentina. Y en eso, hay que mirar más allá del propio bolsillo. “Es la economía, estúpido”, fue una frase emblemática de la campaña política de Bill Clinton en 1992. Y hasta el día de hoy, se sigue utilizando para reforzar la idea de que la ciudadanía vota en función de su situación económica. Sin embargo, hay otros niveles en los que el discurso de La Libertad Avanza ha logrado calar hondo y que, en otras fuerzas políticas, ni siquiera han intentado contrarrestar para disputar el poder a partir de ese lugar.

Más allá del desencanto de buena parte de los ciudadanos con el actual gobierno, el discurso libertario sigue avanzando en una “batalla cultural” que desde otros frentes políticos ni siquiera han intentado disputar

La famosa “batalla cultural” de la que tanto hablan los libertarios en sus reuniones partidarias y en las redes sociales parte de una base importante: conocen a su electorado y le dicen lo que quiere escuchar (más allá de los resultados concretos). El partido violeta sigue encarnando aquel discurso con el que una gran masa de votantes se sintió identificado. Una disputa de sentido común que va más allá de las figuras políticas tradicionales (que no logran conectar con los votantes “blandos” que no adhieren a ningún partido en particular) sino más bien un sistema de valores y creencias que supo captar el enojo de la población con el grueso de la dirigencia política argentina.

Y en ese marco, esta batalla cultural trasciende los conceptos que remiten únicamente al modelo económico. Según el periodista Agustín Garetto, la batalla cultural de los libertarios argentinos comenzó a tomar vuelo a partir del enojo por la cuarentena durante la pandemia del covid-19 (exacerbada con la foto del cumpleaños de la ex primera dama) y la crisis económica producto de los últimos gobiernos. La batalla, dice Garetto, se presenta como “una esperanza en medio de una larga agonía argentina”. Las redes sociales siguen jugando un papel fundamental porque allí no llegan solo al militante o al vecino que decide abrirles la puerta, sino a un universo mayor en el que se encuentran aquellos votantes blandos que, posiblemente, suscriban a algunos de los discursos que forman parte de este “sentido común” al que apelan desde LLA. Incluso, en este proceso, los medios tradicionales son bastante señalados por “ser funcionales a la casta” y en las redes, los propagadores del discurso libertario pueden decir sus “verdades” sin filtro.

No se trata de un mensaje que apunta solo a “reconstruir un país” sino también una sociedad. El enojo exacerbado no solo apunta a quienes alguna vez tuvieron la responsabilidad de conducir los destinos del país sino a otros ciudadanos que difieren de ese pensamiento. Quien se siente parte de esta batalla (aun desde un modelo económico que en los hechos lo termina perjudicando) probablemente conecte con otros significados en disputa que LLA ha logrado representar y el resto de los espacios no.

Cristian Buttie, director de CB Consultora, vaticinó la victoria de La Libertad Avanza a nivel nacional y consideró que “la gente busca los originales” y por eso, figuras como Schiaretti no entraron en la discusión “kirchnerismo/antikirchnerismo”

El riocuartense Cristian Buttié fue uno de los pocos consultores políticos que vaticinó una amplia victoria en favor de La Libertad Avanza. Tres días antes de la jornada electoral, el director de CB Consultora planteó en el programa Modo Fontevecchia que la elección legislativa en provincia de Buenos Aires (que tuvo lugar en septiembre) probablemente despertaría interés en aquellos votantes indecisos o que consideraban no participar de las elecciones de medio término. “Un votante posiblemente desencantado con Milei pero que vio 14 puntos en favor del peronismo en Buenos Aires, termina definiendo entre el que considera el mal mayor o mal menor. Además, está fresco el recuerdo del gobierno anterior. Pasaron solo dos años”, dijo Buttié.

“Hay un votante blando que puede acompañar a LLA porque su mal mayor miedo es que vuelva el kirchnerismo. Es a favor o en contra de Milei. Y eso excluye a todo lo que venga de afuera”, manifestó el consultor local, augurando que los espacios que se refugiaban en “la avenida del medio” serían los más golpeados en las urnas. Así fue que Provincias Unidas apenas superó el 7% a nivel nacional y, en Córdoba, un 28% frente al 42% del candidato ignoto de La Libertad Avanza, Gonzalo Roca. A eso, se suma el fuerte descreimiento y apatía por fuerzas políticas tradicionales como la UCR (que apenas rozó los 3 puntos en Córdoba)

La derrota de Provincias Unidas en Córdoba, aún con Juan Schiaretti a la cabeza, evidenció que tener una buena imagen no necesariamente se traduce en intención de voto. Incluso cuando en frente tenés a un candidato como Roca, que registraba cerca del 80% de nivel de desconocimiento pero tuvo la bendición del propio Javier Milei, quien visitó dos veces la provincia durante la campaña. No es que ya no existan los personalismos y que el “sello” de La Libertad Avanza mide por sí solo. Pero fueron hábiles al remarcar en miles de oportunidades que “votar a Roca es votar a Milei”.

“Schiaretti tiene en favor que es el más conocido y con mayor imagen positiva. Pero tiene en contra el hecho de que no es parte de la discusión. El antikirchnerismo original hoy está representado en el mileísmo. La gente busca los originales”, dijo Buttié en la previa electoral. Y aunque hubo intentos de capitalizar la idea de ser la “verdadera oposición” a Milei en Córdoba (el propio Llaryora dijo que el único voto útil en contra de Milei era “votar al Gringo”), el PJ provincial fracasó en un proceso que además buscaba – en mayor o menor medida- posicionar al ex gobernador de cara a un proyecto presidencial.

¿Qué es, entonces, lo que podría constituir una “contrabatalla” cultural en un momento? Será una tarea para los dirigentes que se animen a cambiar de recetas y de lograr que, por lo menos, se los escuche. Pero antes, ellos serán los que deban escuchar realmente a la ciudadanía. Quien te dice que la está pasando mal y que no llega a fin de mes también puede ser el que vote por el actual gobierno nacional por varias razones. El gobierno de Milei (como alguna vez lo hizo el gobierno de Mauricio Macri) ha insistido fuertemente en una idea a la que muchos vecinos adhieren: “A veces hay que pasarla mal y seguir haciendo esfuerzos para luego ver los frutos”. Una idea que, en Argentina y más de una vez, fue refutada por los propios hechos.

Pero esta idea, como muchas otras que forman parte de la batalla cultural, no dejan de estar intrínsecamente ligadas con un sistema de valores -entre los que prima el “esfuerzo y la perseverancia”- con los que una gran parte de la sociedad se siente identificada y que, irónicamente, no aplica para varios de los diputados libertarios electos el pasado domingo.

¿Hasta dónde puede avanzar esta batalla cultural? El límite probablemente es difuso. Pero dice Agustín Garetto que una de las trabas con las que se encuentra es cuando se intenta institucionalizar. “La revolución buscada por el oficialismo es enemiga de la institucionalización. O, en otras palabras, las instituciones rompen con la lógica revolucionaria”. Esto sigue siendo evidente cuando el propio presidente ha vetado leyes que van a contramano de su modelo político como otorgar un presupuesto acorde a las universidades nacionales. Algo que se ha negado incluso a costa de no respetar lo que determinó el Poder Legislativo.

A partir del 10 de diciembre, con una mayor representatividad en el Congreso, La Libertad Avanza seguramente vea más allanado su camino para implementar las reformas que pretende. Como por ejemplo, una reforma laboral que podría incluir la extensión del horario laboral hasta 12 horas, acuerdos de trabajo por empresa (y no por actividad), aumentos salariales por productividad y el pago de indemnizaciones en cuotas. Aún así, seguirá necesitando de consensos con aquellos sectores que se situaron en la “avenida del medio” y con los que ya comenzó a reunirse (por ejemplo, los gobernadores a los que convocó este jueves en la Casa Rosada). No sabemos qué pasará en 2027 pero sí sabemos quienes, si no cambian las recetas, seguirán tratando de hablarle a un electorado que no comparte su mismo idioma.

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