Son 21 mil los riocuartenses con problemas laborales

Laura y Walter, historias urgentes
detrás de una cifra que duele

Nos cuesta hablar de este tema. Asusta y hasta parece que siempre les pasa a los otros. Pero es una realidad más que palpable en una economía en crisis. No solo los que no tienen un trabajo fijo, sino aquellos que necesitan otro para seguir a flote. Según el Indec, la desocupación en Río Cuarto se duplicó en un año. Laura y Walter, dos historias de desempleo detrás de los fríos números.

Las cifras oficiales son poco alentadoras, más bien, generan gran preocupación. En nuestra ciudad hay unas 21 mil personas con problemas laborales. Esta cifra incluye los desocupados, los ocupados que buscan otro empleo y los que están subocupados. Laura mira para abajo y por momentos, sube lentamente la mirada. Como si la situación que viviera la avergonzara. Le faltan 3 meses para cumplir los 29. Tiene el pelo ruludo y los ojos color miel. De tanto en tanto, sus dedos se pierden siguiendo la curva de su cabello. Dice tanto con la mirada. En sus ojos se ve desconcierto e impotencia. “Muchos me dicen que agradezca que no tengo hijos. Es muy difícil quedarse sin laburo”, cuenta con un dejo de tristeza.

            Su historia es como la de un montón de argentinos que pensaban que tenían un presente seguro. No se la vio venir y la ola la sorprendió con fuerza. Trabajaba en un comercio de venta de ropa en el macrocentro de la ciudad. Hacia 5 años que iba mañana y tarde. Se sentía segura, en tierra firme. El año pasado, las ventas se vinieron a pique y con ellas, el sueño de la estabilidad laboral. Enero fue el último mes que trabajó y también el último que tenía ingresos para pagar el alquiler del pequeño departamento con balcón que había alquilado con mucha ilusión. “No quiero volver con mis papás”, dice con algo de tristeza. Ahora, está en la búsqueda que por momentos la desespera.

Walter es un riocuartense que pasó los 50. Al menos dos cadenas le cuelgan del cuello y las luce con gusto. Habla pausado y sus silencios no pasan desapercibidos. Hasta hace unos meses trabajaba en un almacén de bebidas y hacía de todo: arrancó siendo personal de seguridad y luego pasó a realizar tareas de mantenimiento, reposición y hasta repartos. Había soñado ese presente, había tocado el cielo con las manos porque “estaba en blanco”. Después de dos años y dos meses, un día, cuando volvió de vacaciones recibió la noticia que nadie quiere escuchar. Iban a prescindir de sus servicios “por una reestructuración empresarial”. Como un cosquilleo fugaz, lo invadió la incertidumbre. Con cierto dolor recordó que estaba a punto de pagar la quinta cuota de un auto 0km. “Todo se me vino abajo; rápidamente tuve que desistir de este proyecto”, dijo con nostalgia mientras saborea un café en la tarde de otoño.
“Cuando uno está estable en un trabajo, a esa estabilidad la usás para proyectar e intentar tener una mejor vida. No fue mi caso. Quería hacer un montón de cosas que me quedaron pendientes. Con la indemnización pagué algunas deudas y quedé en cero. Sin sueños”, se lamenta.
No se lo dijeron, pero para él su edad fue un factor determinante para desvincularlo.  Aunque no tiene pruebas tampoco tiene dudas. “Ahora es difícil reinsertarme en el mercado laboral. Hago changas; antes de hacer seguridad, me dediqué a la construcción, tareas de pintura y mantenimiento. Eso estoy haciendo ahora”.  

Las charlas se concretaron por separado, pero tanto Laura como Walter tenían un denominador común. La sensación de que la situación que viven los desdibuja. Por más caparazón que quieran armarse, hacerse los fuertes, “te pega mal”. “Encima la gente viene y te pregunta: ¿y?, ¿conseguiste algo?, es desesperante. Se que hay cosas peores, pero te cambia todo”, comenta ella con los ojos húmedos.   

La misma piedra

Laura ceba mate amargo. Estamos en una pequeña cocina con una mesa redonda en el centro. La lluvia está indecisa, pero ingresa un haz de luz por una ventana que tiene una cortina a cuadros. Es un lugar acogedor. Sobre una repisa una estampita de San Cayetano. “Esa es sagrada, nadie me la toca”, dice con una media sonrisa mientras señala al santo del pan y del trabajo. Se estruja uno de sus rulos y dice que esta historia ya la vivió. Pero con su papá, en el 2001. Otros tiempos, la misma piedra. “Éramos chicos y la pasamos muy mal. Estuvo mucho tiempo buscando laburo. Espero que no me pase lo mismo”, desliza frunciendo el ceño y agrega que ha mandado varios curriculums pero aún el teléfono no ha sonado. Sigue esperando.
En el último trimestre del 2024, había 4 mil personas en la misma situación que Laura y Walter en Río Cuarto. Este número se había duplicado en un año: pasó de 2,6% en el último trimestre de 2023 a 5,2%, en el mismo período un año después. Eran 2 mil las personas sin empleo y pasaron a ser 4 mil. Hablar de números parece más fácil y hasta deshumanizado, pero detrás de los dígitos hay personas que tienen sueños y proyectos de vida aplastados.    

Largos mis días

Walter carraspea y demuestra cierta incomodidad con lo que cuenta. No es fácil. “Hay días que no tengo nada que hacer. Aunque soy una persona positiva, hay veces que te vence”. Cuenta que tiene hijos mayores de edad y que antes podía ayudarlos, pero cree que ya no podrá. “Pasas de tener horarios que cumplir, una rutina, a tener mucho tiempo libre. Salen changas, uno pasa a estar pendiente del teléfono a ver si suena”, comenta tras el último sorbo de café
Señala que conoce a varias personas en la situación de él, en la arena movediza. Obviamente, él no es un caso aislado. “Cada vez se ve más gente que busca empleo o buscar sumar otro porque ya no le alcanza la plata”.

Tengo trabajo, pero…

Dentro del mundo del trabajo no solo están los que no tienen una ocupación fija. También están aquellos que teniendo un empleo buscan otro para reemplazarlo, o sino, complementarlo. Este grupo de personas pasó de 2 mil a fines de 2023 a 11 mil en el último tramo de 2024. También, según señala el INDEC, están los subocupados: quienes trabajan menos de 35 horas semanales por cuestiones involuntarias. Este grupo creció de mil a 6 mil en el último trimestre del año pasado.
Carlos Juncos, además de un ser sacerdote con un marcado compromiso social, es un gran lector de la realidad circundante. Asegura que cada vez hay más gente ahogada por problemas con el trabajo. “Muchas personas ahora tienen más de un empleo. Quizás antes era para darse un gusto pero hoy es por necesidad y lograr estar en la línea de flotación. Veo que hay gente que está vendiendo el fruto prolongando de los años: una moto, un auto, un terreno para poder subsistir. Es preocupante. Las cosas que se deterioran rápidamente después llevan mucho tiempo recuperarlas. Esta destrucción del empleo, de la calidad del mismo, se ha deteriorado muy rápido en estos tiempos”.

Surfear la ola

Cuando uno pierde su trabajo, pierde mucho más que eso. El licenciado en Psicología Gustavo Rodríguez, asegura que, en ese momento, inconscientemente, se pone en duda lo aprendido e incorporado como herramental laboral. “En muchas personas aparecen heridas en su autoestima, miradas negativistas sobre su realidad y hasta sintomatologías de carácter depresivo. Es un golpe psíquico y emocional que nos deja perplejos. Sin quitarle importancia a lo económico y sus implicancias, tanto el trabajo como el amor, como lo decía Freud, son dos dimensiones fundamentales para un desarrollo saludable”.
El especialista comenta que se ven cada vez más personas lidiando con este drama. “Actualmente, y desde fines del año pasado, vengo escuchando en el consultorio cada vez más y con mayor intensidad, inconvenientes con lo económico y en lo laboral. Tengo pacientes que por esta situación han tenido que disminuir la frecuencia de sesiones, y otros  en los que el miedo a quedarse sin empleo comienza a ser un indicador más a la hora de trabajar sobre su nivel de estrés y ansiedad”.
Tienen oficios o profesionales. Algunos estaban en blanco. De distintas edades y clases sociales. A cualquiera se le puede presentar la ola, pero, cómo se puede amortiguar el impacto. “Como psicólogo es un desafío muy grande abordar este tipo de situaciones, estresoras por excelencia, y devastadoras dependiendo de a quien le toque transitarlas. La contención, el apoyo y la motivación son las herramientas claves para que la persona pueda transitar este período lo más sanamente posible. Porque hay que seguir, y para ello debemos descubrir y reencontrarnos con nuestras capacidades, cualidades y aptitudes, que son las que mínimamente nos darán esa luz de esperanza para continuar en el plano laboral”.

No hay recetas. Ya lo dicen Laura y Walter. Hoy, forman parte de ese universo de 4 mil que aguardan por una nueva oportunidad. Es pasar el momento y que se den  mejoras reales en la economía que incluyan a todos. Sin romantizar la situación, no queda otra que esperar que el agua baje. La ola no es eterna.

Compartir
Scroll al inicio