Vidrieras en liquidación

“Alquilo”, “vendo”, “rebajas”, “3×2” y “liquidación total” son las palabras que se repiten en los locales comerciales del centro de Río Cuarto. El consumo cae, los negocios cierran y el recambio comercial se frena. Tres voces analizan las causas: para algunos es un síntoma de recesión, para otros, un cambio urbano con señales de recuperación. En el medio, comerciantes y clientes intentan sostenerse en un escenario incierto.

Fotos: Santiago Mellano

El paisaje del centro de Río Cuarto ha cambiado notoriamente en el último tiempo. Uno puede ir caminando por la calle, cruzar la Plaza Roca y prestar atención a su alrededor. Seguro encontrará un patrón reiterativo: “Liquidación total”, “alquilo”, “cierre”, “rebajas”, “promociones”, “70% OFF”. Las palabras se repiten como un eco, impresas en carteles que cuelgan detrás de vidrios polvorientos o pegadas con cinta sobre el vidrio impecable de un local que ayer todavía abría sus puertas. Caminar por las calles céntricas es hoy atravesar una galería de ofertas que no seducen, sino que advierten. Detrás de cada vidrio hay una historia: de un negocio que no pudo sostenerse, de un dueño que bajó la persiana sin saber si volverá a levantarla.

La postal no es nueva, pero sí más frecuente. El consumo cae, los costos suben y el recambio comercial que hasta hace poco mantenía vivo al centro parece haberse frenado. Hay quienes hablan de recesión, otros prefieren ver señales de recuperación en algunos sectores. Entre datos, percepciones y diagnósticos contrapuestos, economistas coinciden en algo: la situación es difícil, y no todos llegarán a buen puerto en este mar agitado.

Un modelo que ahoga el consumo

Licenciado en economía y profesor universitario, Gustavo Busso no duda en ponerle nombre al diagnóstico: un modelo de valorización financiera que “va a contramano” del desarrollo productivo. “Es parecido al de los ‘90 o al de Macri: concentra ingresos en el 5% más rico y deteriora el bolsillo del consumidor”, advierte. Para él, la escena de las vidrieras en liquidación es la consecuencia visible de un proceso más profundo. Hay que mirar la foto completa de la situación actual: políticas económicas que privilegian lo financiero sobre lo productivo, caída del consumo, menor inversión, aumento de costos fijos para sostener cualquier negocio y un contexto internacional turbulento que complica las exportaciones y la llegada de dólares frescos.

“Estamos viendo cómo se destruye empleo formal y protegido, reemplazándolo por trabajos más precarios y sin cobertura. Caen los salarios reales, y eso repercute directamente en el comercio”, explica. Su lista de sectores afectados es larga: “Pierden las pymes, los jubilados, los estudiantes, los médicos y docentes, el comercio y la industria. Pierde el que produce y vende en la ciudad, y gana quien concentra capital en la especulación financiera”.

Busso reconoce que el cambio urbano y las ventas por internet, con los novedosos e-commerce que hoy en día facilitan a muchas personas a vender sus productor en línea, sin tener que instalarse en un local,tienen su peso, pero insiste en que son factores secundarios: “No alcanza para explicar esta recesión. La clave es que se ha implementado un modelo viejo y fracasado que nunca dio resultados en la Argentina”. Con la demanda interna golpeada, augura un futuro de “muy alta incertidumbre” y alerta sobre un posible agravamiento de la pobreza y el desempleo si no cambia la orientación económica.

Recuperación desigual y errores de inversión

También licenciado en economía y profesor universitario, Claudio Forlani discrepa con el panorama sombrío de Busso, en cuanto a que no coincide con que Río Cuarto esté sumido en una recesión generalizada. “La economía tiene señales de recuperación, aunque no sea homogénea. Hay sectores que repuntan y otros que no”, afirma. Su lectura de las vidrieras vacías apunta más a cuestiones microeconómicas y estructurales: cambios en la distribución geográfica del comercio y decisiones de inversión poco fundamentadas.

Forlani pone el foco en el crecimiento de barrios como Banda Norte y la periferia, donde se están construyendo y ocupando nuevos locales. “En el centro, no cierran por el costo de alquiler, cierran porque no venden. Aunque el alquiler fuera barato, sin ventas no hay negocio”, sentencia. En su visión, parte del problema son inversiones hechas sin estudio de mercado: “Alguien tiene un ahorro y construye un local porque le dijeron que la renta es buena, pero si la ubicación no tiene demanda real, ese local puede quedar vacío aunque la economía crezca”.

El economista observa también una saturación en rubros que florecieron como salida al desempleo —barberías, kioscos, locales de limpieza, venta de alimento para mascotas— y que no siempre logran sostenerse. “Son emprendimientos que surgen del esfuerzo personal, como autoempleo. Valoro el esfuerzo, pero sin una base sólida de clientes y una demanda real, tarde o temprano cierran”, advierte. Para él, la baja de la inflación es un paso importante, pero no suficiente: “Sin inversión sostenida y expectativas positivas, no hay futuro. Y la inversión requiere mirar a diez o veinte años, no a la próxima semana”.

El termómetro de las estadísticas

Desde el Centro Empresario, Comercial, Industrial y de Servicios de Río Cuarto (CECIS), el gerente Diego Cambria tiene una visión que combina la economía académica con la experiencia diaria en el sector privado. Doctor en economía, analiza mes a mes indicadores que miden la salud del comercio local. Su diagnóstico es concreto: “La tasa de reposición de locales cayó drásticamente. Hasta hace unos meses, un cierre en el microcentro implicaba una apertura casi inmediata. Ahora hay vidrieras vacías por más de un mes”.

Cambria explica que no es un problema de alquileres inalcanzables: “El consumo está retraído y los costos suben, sobre todo los laborales. Los precios de algunos productos llevan un año congelados porque no se pueden aumentar sin perder clientes”. Sectores como indumentaria y regalería son los más castigados, mientras que la tecnología resiste mejor.

Lo que viene no parece alentador: el próximo informe del CECIS, que se publicará este viernes, mostrará “una baja importante” en el consumo, según su gerente. “Hoy el problema central no es la inflación como teníamos en diciembre de 2023, sino el consumo. Si no hay medidas para sostener la demanda interna, la recuperación que se esperaba no llega”, analiza. Y suma un cálculo que prende luces de alarma: “Para poner un ejemplo, con un sueldo de 600 o 700 mil pesos, apenas se puede cubrir la canasta básica de una familia tipo de cuatro personas, con dos adultos y dos niños, que hoy en Río Cuarto está a 650 mil pesos. Cuando queda poco o nada para otros gastos, como cuotas de colegio, útiles escolares, limpieza, higiene personal, ni hablar de salidas u ocio, es cuestión de tiempo para que el comercio lo sienta”.

Miradas distintas, misma postal

En sus testimonios, los tres coinciden en que la inflación más baja no significa bonanza. Para Busso, el alivio es mínimo si no se acompaña con inversión productiva y empleo genuino. Para Forlani, es una condición necesaria pero no suficiente, y depende de que el clima de inversión se mantenga. Cambria lo considera un equilibrio frágil, que sin un impulso al consumo no se traducirá en más actividad.

Más allá de las diferencias, todos ven en las vidrieras del centro un termómetro visible de algo más profundo. Para Busso, es el reflejo de un modelo que concentra y expulsa. Para Forlani, es la consecuencia de cambios estructurales y decisiones de inversión equivocadas. Para Cambria, es la señal de que el motor del consumo, ese que mantiene viva a una ciudad, está funcionando a media máquina.

En las calles céntricas, el vidrio de las vidrieras ya no refleja el ir y venir de clientes, sino carteles que gritan “liquidación total” o “cierre”. Cada uno es una historia de resistencia que se agotó. Río Cuarto sigue caminando, pero lo hace con pasos más cortos y vitrinas más vacías. Mientras unos ven en esas persianas bajas un síntoma pasajero y otros un signo de crisis estructural, la ciudad entera se debate entre esperar tiempos mejores o animarse a reescribir su propio futuro. Por ahora, las vidrieras siguen hablando. Y lo que dicen no es alentador.

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