Aunque todavía falta para las elecciones legislativas nacionales de 2025 y las definiciones concretas tardarán en llegar, el escenario político en Córdoba ya empieza a mostrar signos de movimiento. El mapa está en plena reconfiguración, con estrategias cruzadas, alianzas en disputa y dirigentes que tantean el terreno sin revelar del todo sus cartas. En este contexto fluido y todavía incipiente, la UCR, La Libertad Avanza, el PRO y el peronismo cordobés se mueven entre lealtades inciertas y jugadas tácticas que, más que una coreografía ordenada, configuran una pulseada caótica por la conducción del electorado anti-kirchnerista de la provincia.
De Loredo juega a dos puntas, Schiaretti mide los tiempos de su retorno, el radicalismo debate su rumbo y el PRO busca no quedar fuera de juego. En medio de estas tensiones, la política cordobesa ofrece una radiografía del país: incertidumbre, reconfiguración y liderazgos aún en disputa.
En Córdoba, La Libertad Avanza (LLA) intenta capitalizar el arrasador respaldo que Milei obtuvo en el balotaje de 2023, donde superó el 70% de los votos. Sin embargo, aquel apoyo fue más una reacción emocional frente al sistema político que la afirmación de una estructura libertaria con raíces locales. A medida que avanza el año, la imagen de Milei empieza a mostrar signos de desgaste, en parte por medidas impopulares y errores no forzados como el criptogate, que erosionó parte de su capital simbólico. Las definiciones sobre las candidaturas en Córdoba serán claves para saber si ese respaldo todavía latente logra traducirse en representación concreta o se dispersa en medio de la fragmentación y la falta de figuras competitivas propias.
La LLA se encuentra en un gran dilema: o apunta a pescar dirigentes reconocidos de otros espacios, generando tensión con los sectores más puros del mileísmo, o bien intenta armar una lista propia sin figuras de gran nombre, lo que implicaría correr el riesgo de una magra performance en una provincia tan estratégica como Córdoba. Por ahora, el armado libertario carece de conducción clara a nivel local, y la dependencia del factor Milei sigue siendo total. Como ha demostrado hasta ahora, todo puede pasar con él: su impacto en la campaña dependerá, en gran medida, de cómo se levante ese día.
Si se opta por la primera alternativa, el operativo seducción encuentra su primer contacto con Rodrigo de Loredo, figura de la UCR cordobesa quien, si bien mantiene su identidad partidaria, coquetea abiertamente con sectores libertarios, teniendo como objetivo claro renovar su banca y proyectarse hacia una posible candidatura a la gobernación de su provincia. De Loredo parece moverse como un doble agente, acompañado por su amigo personal y presidente de la UCR cordobesa, Marcos Ferrer; por un lado, intentan reunir al radicalismo y por otro, se acercan casi al límite con los libertarios. Ese juego de ambigüedades no pasa desapercibido y genera tensiones dentro de un radicalismo que intenta rearmarse con identidad propia y apuesta a presentarse con la histórica Lista 3, al margen de alianzas frentistas que, según muchos dirigentes, terminan por diluir su perfil político e ideológico.
El acercamiento tanto de De Loredo como de Luis Juez a La Libertad Avanza generó malestar en sectores del PRO, especialmente en Mauricio Macri, quien percibe estas movidas como gestos de deslealtad hacia el armado que él supo liderar. Sin figuras propias de peso, debilitado tras los últimos comicios y con varios de sus cuadros tanteando un salto hacia el universo libertario, el PRO cordobés da señales de haber perdido el rumbo y quedar relegado a un rol secundario en la disputa por el electorado opositor.
Ante la caída sostenida en la imagen del presidente Javier Milei y la falta de referentes nacionales sólidos en el peronismo no kirchnerista, Juan Schiaretti vuelve a escena con una jugada que podría reordenar el tablero. Con una imagen consolidada, sin escándalos a cuestas y con una gestión valorada incluso fuera de su electorado, el exgobernador de Córdoba evalúa seriamente encabezar una lista en las legislativas de este año. Si decide jugar, lo hará con un objetivo claro: construir desde ahora su candidatura presidencial para 2027.
La apuesta no es menor. Si Schiaretti logra imponerse en su provincia frente a La Libertad Avanza y al PRO —es decir, si derrota a Milei y Macri en la tierra donde la derecha se siente cómoda— se posiciona automáticamente como una figura de peso nacional. En un peronismo disperso, sin conducción clara y con Martín Llaryora aún sin liderazgo autónomo, Schiaretti aparece como el único capaz de ordenar el mapa cordobés y proyectar una alternativa de centro moderado. Su reciente acercamiento al gobernador santafesino Maximiliano Pullaro es otra señal: Schiaretti ya no piensa solo en Córdoba, sino en un armado federal que lo catapulte como presidenciable. La incógnita no es si mide, sino si se anima a jugar en serio.
Córdoba se encamina a ser mucho más que una plaza electoral relevante: puede convertirse en el escenario donde se anticipen las coordenadas de la política nacional post-Milei. Con un oficialismo nacional en retroceso, una oposición fragmentada y liderazgos que tantean su lugar en el nuevo orden, las legislativas de 2025 funcionarán como ensayo general de las presidenciales que vienen. Allí, cada jugada contará: si Milei logra sostener su caudal, si De Loredo define su rumbo, si el radicalismo logra consolidarse, si el PRO sobrevive como actor, y sobre todo, si Schiaretti se anima a ocupar el espacio que parece estar esperando por él. En una provincia donde nada está del todo definido, pero todo está en disputa, el tablero ya empezó a moverse. Y todavía queda mucho por decir.