El escándalo de Libra o la improvisación al poder
Tuitear primero y preguntar después
Un tuit, un colapso millonario y una crisis institucional. El escándalo de la criptomoneda Libra, desatado por una promoción presidencial, expone los riesgos de un liderazgo que privilegia la confrontación sobre la responsabilidad. Entre la imprudencia digital y la victimización política, Milei deja una lección: el poder, cuando se ejerce sin ética ni control, puede costar caro.
El escándalo de la criptomoneda Libra, protagonizado por el presidente Javier Milei, ha sacudido a la opinión pública y expuesto con crudeza la improvisación, la irresponsabilidad y la erosión de la ética pública. Más que un traspié financiero, este episodio es un quiebre institucional que desnuda los riesgos de un liderazgo impulsivo, donde ciertas fascinaciones eclipsan la prudencia y la responsabilidad política. “¡La Argentina Liberal crece!”, solo duró unos minutos.
El episodio es conocido: un tuit del presidente promoviendo una criptomoneda, seguido de su abrupto colapso. Tras eliminar la publicación, llegó la aclaración: “No estaba interiorizado de los pormenores del proyecto y decidí no seguir dándole difusión”. Sin asumir responsabilidad, optó por el ataque directo contra sus críticos, calificándolos de “ratas inmundas de la casta política”, en una evidente maniobra de victimización que no hizo más que avivar la polémica.
Este hecho, incomprensible para muchos debido al desconocimiento sobre estas temáticas, expone cuestiones que no deberían pasar desapercibidas.

En primer lugar, la reacción desatada por un tuit del presidente evidencia el enorme poder de las redes sociales, en particular X, como herramienta de influencia económica. Este episodio expone la extrema sensibilidad de los mercados digitales ante las declaraciones de líderes políticos y demuestra cómo la especulación inmediata puede desatar un efecto dominó con consecuencias profundas.
Segundo, la eliminación del tuit y la posterior aclaración de Milei, donde admite desconocimiento del proyecto, pone de manifiesto una gestión deficiente de la información. (¿esto será realmente así?), que lejos de desactivar la polémica, la intensifica, ya que deja expuesta su ligereza al promover un producto financiero sin una evaluación adecuada. Esta reacción es significativa en términos de crisis política: muestra la delgada línea entre la espontaneidad, que suele caracterizar su estilo de comunicación, y la imprudencia, que puede derivar en consecuencias económicas y sociales severas.
Tercero, al referirse a sus críticos como “ratas inmundas de la casta política”, Milei recurre a una estrategia discursiva típica de su estilo combativo: la polarización. Al atacar a sus detractores, transforma el foco del debate, desplazando la atención de su error hacia un enfrentamiento ideológico. Esta maniobra, común en su narrativa política, busca cohesionar a su base de apoyo mediante una retórica antisistema, convirtiéndose en víctima de una supuesta campaña en su contra.
Por último, más allá del impacto económico, este episodio refleja la fragilidad institucional y una gestión pública carente de ética y responsabilidad. El poder implica deberes, y la administración pública exige transparencia, rendición de cuentas y respeto por el bien común.
Este caso demanda más que una investigación: debe convertirse en una lección sobre ética gubernamental y los límites del poder. Una democracia sólida se construye sobre la integridad de quienes la dirigen, y el verdadero liderazgo se mide por la conciencia del impacto colectivo de cada decisión. El escándalo de Libra quedará como advertencia de las consecuencias que surgen cuando el poder se ejerce sin control, sin ética y sin responsabilidad.