El filme dirigido por Sean Baker, recibió el pasado domingo el Oscar a Mejor Película. Cine independiente del bueno, que viene haciéndose lugar en el público.

Soy una gaviota. No, no es eso ¿Recuerda? Usted mató una gaviota. Llegó un hombre, por casualidad, la vio y como no tenía nada que hacer la destruyó…Argumento para un pequeño cuento.
Fragmento del monólogo de Nina en “La gaviota”, de Chéjov.
“Anora”, la otra gaviota.
La sinopsis de la película, a primera vista podría ser la de “Mujer Bonita”. Una trabajadora sexual llamada Anora (Mikey Madison) y su cliente Iván (Mark Eýdelshteyn) se enamoran. Luchan contra los prejuicios de la sociedad y triunfa el amor. Sin embargo “Anora” va más allá. Primero que no cede el final al “Happy Ending” de Hollywood; segundo que la postura sobre el dinero, la fe y la familia es mucho más profunda.
Sean Beaker (54) es un cineasta independiente de Estados Unidos (New York) con varias películas en su haber. Se hizo conocido por ser el director que filmó con un Iphone toda una película. Se trata de “Tangerine” (2015). Sin embargo, tiene varias obras realizadas en las que experimenta con los formatos, como por ejemplo “Red Rocket” (2021) en 16mm, o la última, “Anora” realizada en fílmico de 35mm. En este sentido, podemos identificar varias constantes en el cine de Baker: diversidad de formatos en relación a la historia que va a contar, la inspiración en cineastas como John Cassavetes y los hermanos Dardenne como así también el tipo de protagonistas en los que decide poner la mirada, personas comunes generalmente marginadas de la sociedad como niños, jubilados, migrantes o trabajadoras sexuales.
Particularmente “Anora” está situada en los barrios de Coney Island y Brighton Beach. Éste último se caracteriza por ser un lugar en dónde viven comunidades de Rusia y de Europa del Este que aún conservan sus lenguas y costumbres. De hecho, al principio no querían dejar filmar la película ahí para que no se gentrifique la zona. Baker visitó el vecindario y escuchó historias, la mayoría eran sobre gángsters y mafia. Demasiado contado. Había otras historias, y en eso trabajaron él y su equipo.

Dicho esto, el guion de “Anora” podría verse en capas. Una primera que tiene que ver con la historia principal: Anora, apodada Ani, que trabaja en un club nudista. Conoce a un joven ruso llamado Iván, él la contrata por una semana para que lo acompañe a divertirse. Se casan en Las Vegas y la familia de él se opone. Junto a tres mafiosos recorren Coney Island buscando a Iván que no quiere enfrentar a su madre. Una segunda capa podría consistir en analizar el modo en están construidos los personajes. Anora no se queja de su vida. Ciertamente habría modos de mejorarla, pero no la vemos llorar, sufrir. Trabaja en un club nocturno en donde las reglas parecen claras. Ese punto me resulta importante destacar, se muestra como un trabajo como cualquier otro, en el que ella es muy buena. El punto de vista desde el que está contado lo presenta como un lugar en donde se ofrece un servicio. Las trabajadoras dominan la situación, conocen la dinámica y saben que se destacan bailando. La familia no es un lugar seguro ni gente con la que se puede contar. Para Ani sólo están los vestigios de una abuela presente en las marcas del idioma aprendido: un ruso arrastrado. Quien va a estar de su lado cuando todo caiga será su amiga y un extraño. Porque también hay bondad en este mundo hostil.
Es una película con dos estados de ánimo, organizados por locaciones. La primera parte de fiesta, placer, gozo. Como espectadores estamos hipnotizados viendo bailar a Ani, su sonrisa, los brillitos en ese pelo negro. Una mansión lujosa, aviones, casinos, las calles de Las Vegas. Durante la primera hora nos situamos en una comedia. En la segunda parte hace frío, recorremos un Coney Island desértico, en contraste con su imagen icónica de playa y ferias. Dos armenios y un ruso son una especie de gánsteres amables que junto a Ani buscan desesperados a Iván. El arco de transformación del personaje de Anora desciende, despojada de sus armas hasta llegar a lo más íntimo de sí misma. La vemos soltar, ceder. Como la gaviota de Chéjov, ya está demasiado cansada para seguir. Incluso en este momento en que todo es más dramático hay guiños de humor. Según Baker, allí es en donde reside el realismo de sus filmes. “La comedia está siempre. El mundo tiene humor, no sería realista mostrar un drama sin humor”.

La última escena es tan conmovedora que una se olvida que es ficción. Una sola lágrima corre por la mejilla de Anora. Ha pasado una noche eterna de 48 horas , está cansada. Con la mañana viene la ilusión de que algo empieza. Una grieta aclara. Dice el mito griego que Zeus envió a Pandora junto con una caja cerrada que nunca debía abrirse, como regalo a Epimeteo. Una siesta, Pandora, movida por la curiosidad, abrió la caja y liberó todos los males que afectan a la humanidad, como enfermedades y sufrimiento. Sin embargo, logró cerrar la caja a tiempo para retener sólo un elemento: la Esperanza, que quedó como consuelo para los hombres, a pesar de las desgracias que debían enfrentar. La esperanza, condena en forma de humor.
“Anora” recibió cuatro Oscars en total: Mejor Actriz (Mikey Madison), Mejor Guion Original (Sean Baker), Mejor Edición (Sean Baker), Mejor Director (Sean Baker), Mejor Película (Sean Baker, Samantha Quan, Alex Coco), la “Palma de Oro” en el Festival de Cannes, entre otros premios.

