Se estrenó la segunda película de Dolores Fonzi. Narra el caso de “Belén”, una mujer tucumana que estuvo presa más de dos años por un aborto espontáneo.
Ir presa o morirme, esas eran las dos preocupaciones cuando ingresé por un aborto espontáneo a una clínica privada. Con el tiempo, hablando con otras mujeres que habían pasado por lo mismo, supe que ellas también habían sentido ese miedo, esa vulnerabilidad. Todas somos Belén no es solo una consigna, sintetiza las injusticias que a diario viven las mujeres en nuestro país. La película de Dolores Fonzi es la materialización de ello.
Años atrás, Amazon y la reconocida productora K&S films compraron los derechos del libro homónimo de la periodista Ana Correa para hacer la película. Inicialmente pensaron en Fonzi como actriz, pero tras el impacto de su ópera prima Blondi, fue convocada para dirigir. El resultado: una película integrada en su elenco y realización por feministas con proyección comercial.
Belén cuenta la historia de una joven tucumana de 27 años que llega a la guardia del hospital con un fuerte dolor abdominal. Mientras una enfermera toma los datos de su madre, otra la atiende. En esa primera escena, una toma fija de un pasillo helado se abre como una boca que traga a Belén: allí comienza la pesadilla. Durante la atención, sufre un aborto espontáneo. La policía la incrimina con un feto supuestamente hallado en el baño y la detiene. En 2014, el aborto era ilegal en Argentina. Durante dos años, Belén espera en prisión una sentencia. Con un tribunal moralista y una defensora oficial conservadora, es condenada a ocho años. La historia da un giro cuando Soledad Deza, abogada católica y feminista, toma su caso y logra revertir la situación en pocos meses.

Los primeros diez minutos del relato son de confusión y crueldad. Médicos que abandonan, policías que irrumpen en el quirófano, dolor, llanto, violencia. La directora nos está aclarando: esto es tan cruel como lo ven. Como espectadoras nos preguntamos ¿Cómo vamos a tolerar ver lo que sigue?
Con la destreza de quien ha habitado la ficción desde los 17 años, Fonzi organiza el relato para exponer el sufrimiento y, al mismo tiempo, hacerlo accesible al público general. Su experiencia en distintos géneros y su militancia en los movimientos de mujeres confluyen en un drama judicial comprometido, sin golpes bajos, que no resigna ni entretenimiento ni esperanza. La historia se organiza a través de los elementos clásicos de la narración. Nuestra heroína es Soledad Deza (Dolores Fonzi). Junto a su compañera y colega organizan la defensa, convocan el equipo con el que trabajaran. Los antagonistas: el poder judicial y la sociedad conservadora. Belén (Camila Plaate), protagonista que encarna en su propia historia la de miles de mujeres que son vulneradas en la maquinita de abolir derechos. El ritmo de montaje hace que estos caminos individuales que se cruzan se conviertan en algo colectivo.

Las actuaciones, en su mayoría de actores y actrices tucumanas son impecables. Los personajes están construidos desde desde lo visual y las emociones acentuadas con planos detalles. Por ejemplo, el miedo es representado con un leve temblor de su mano con anillos.
Es importante destacar que el caso “Belén” fue paradigmático en la lucha por el aborto legal en Argentina. Su situación logró empatizar con muchas personas que habían pasado por un aborto espontáneo (o tenían conocidas que lo habían sufrido) y visibilizó la situación de muchas mujeres que sufren la crueldad del Estado cuando se niegan derechos. También viene a romper prejuicios sociales en torno a las mujeres feministas. Aquí se ve la diversidad del movimiento, la familia, el catolicismo, el apoyo de los compañeros varones y que también hay mujeres que reproducen la violencia patriarcal.
La crítica recibió con entusiasmo la película. No se trata de un relato sobre el aborto ni exclusivamente sobre la lucha feminista. Es más amplio, es una historia de solidaridad y trabajo colectivo ante las injusticias. Ante el abuso de poder de las instituciones. Esperanzadora.

La voz de la tucumana más dulce y poderosa cierra la película. “Cuando tenga la tierra” crece en intensidad y enciende el recuerdo. Es el año 2018 y la marea verde llena las calles. Las mujeres y disidencias salen a conquistar derechos.
Los medios de comunicación, los odiadores de las redes sociales, los beneficiarios del patriarcado nos hicieron creer que estábamos mal, que hacíamos las cosas mal, nos inundaron de noticias en las que nos mostraban que no alcanza, nos bañaron en pesimismo. Pero acá está Belén, para recordarnos que lo que no se mueve se pudre, que salir a la calle sirve y como indica Soledad Deza: “Belén nos enseñó mucho a todas y recordarlo hoy nos ayuda a valorar nuestras luchas y a ser más estratégicas en el futuro”.