En 2024 se estrenó la película sobre la vida de Robbie Williams, cantante emblema de la música pop británica. Creativa y original, cuenta cómo pasó de ser un excluido a vender miles de discos.
En la tele están dando Tinelli y anuncian un invitado especial. Internacional. Es el 2004 y aún los programas televisivos tienen rating. Aparece entonces, cantando en primer plano él. Mira a la cámara con la seducción de un animal salvaje. No puedo asimilar lo que veo. Esa noche me voy a dormir pensando en que en este mundo existe gente así, con una pulsión salvaje y preciosa. Es un cantante y se llama Robbie Williams.
En el 2024 hubo varias biopic sobre ídolos de la música como Bob Dylan (“A complete unknown”) y Bob marley (“One Love”), sin embargo Better man pasó completamente desapercibida. Better Man (2024) es el nombre de la película biográfica sobre Robbie Williams, ídolo del pop británico. Michael Gracey, su director, ya había realizado otras biopic como Pink, todo lo que sé hasta ahora (2021) o Rocketman (2019) y en esta oportunidad pone su ritmo audiovisual para contar el ascenso de Williams, de una manera original.
La voz del cantante es la que inicia la historia. A lo largo de dos horas va a narrarnos cómo de ser un niño al que le hacían bullying en el barrio, que fue abandonado por su propio padre y rechazado por sus propios compañeros de banda logró lo que más quería en la vida: ser reconocido, famoso, exitoso. Pero como suele suceder con las fantasías, cuando se cumplen no son como las imaginábamos.
El actor que lo interpreta es Jonno Davis, y lo hace de una manera muy particular: convertido en simio. Esto es una metáfora en muchos sentidos, la más obvia es, como varias veces dijo sentirse Robbie Williams: un animal de feria, parte de un espectáculo del que todos cada vez quieren más.

Este mono creado de manera digital busca incomodar. No nos va a presentar a un personaje con el que empaticemos de entrada, al contrario. Un animal peludo, encorvado, con mirada melancólica y movimientos entre lo torpe y lo expresivo. Una criatura diseñada no para hacernos reír, sino para hacernos algunas preguntas. Porque ver al mono enfrentarse al éxito, a los excesos y a sus propios vacíos es ver a Robbie, y a nosotros mismos, atrapados en el espectáculo.
Ese es el punto más interesante: mostrar la faceta egocéntrica, superficial, egoísta del cantante. Funciona porque se incluyen los momentos de vulnerabilidad. La actitud que pone ante el rechazo y las inseguridades personales. Se muestra como un hiperactivo confiado de sí mismo. Es un showman, cuando canta explota todo. Cuando se calla, aparece lo demás.
Desde lo técnico es difícil de encasillar, ¿Es un musical? ¿Es una película de ficción? ¿Un documental con recreaciones? ¿Pura fantasía? Hay mucho material de archivo en el que se cambia la cara del verdadero Robbie Williams por el mono, se toman hechos que sucedieron en la vida real y que podemos encontrarlos en Youtube. Hay escenas completamente ficcionalizadas. Entre todos los recursos lo que le da más cuerpo son los musicales. Especialmente el del hit Rock DJ. fue filmada en Londres y en Melbourne, utilizando una combinación de efectos especiales y actuaciones en vivo. La escena contó con 500 bailarines, se utilizaron cámaras coreografiadas para capturar el movimiento y cinco cambios de vestuario digitales. Weta Digital, una compañía de efectos visuales de Nueva Zelanda, fue la encargada de realizar los efectos visuales, incluyendo la representación digital de Robbie Williams como un mono.

En un short de Youtube aparece Robbie Williams en la actualidad, junto a una periodista, caminando por un parque en Londres. Tiene un traje rosa, con unos anteojos con mini diamantes. Dice – No puedo creer que nadie me reconozca. Me hace mal- Lo dice en chiste y en serio, como casi todas las cosas cuando habla. La cultura pop está formada por manifestaciones culturales y artísticas que son consumidas especialmente por las generaciones jóvenes, y se difunden a través de los medios de comunicación. Hoy redes sociales. Robbie Williams fue ícono hacia finales de los 90 y principios de los 2000. Sus canciones ya no suenan en las fiestas de los jóvenes ni en TikTok. No hay virales con su música. En el mundo del algoritmo, el consumo rápido y los ídolos de plástico viral, su figura ha quedado relegada al archivo emocional de una generación que creció con él pero que hoy lo recuerda más que lo escucha. Sin embargo, se le reconoce el legado, el aporte a la historia de la música pop: Taylor Swift lo invita a cantar con ella en un estadio repleto. Le convida sus fans, como vemos en la película que él hizo con su padre.
Como una fábula para adultos, Better Man intenta dejar una moraleja al final de la película. Una reconciliación entre el pasado y el presente. Esta reconciliación me parece una resolución muy simple de los guionistas para cerrar la historia. Sin embargo, pienso en ese texto de Alejandra Kamiya que se llama “El mono”, en dónde luego de una pelea entre el mono y su dueña ella dice: Hay simetría entre su fuerza para destruir y su fuerza para reparar, hay simetría entre el dios furioso de la oscuridad y esta armonía que dice minuciosamente que no es verdad la noche. Hay simetría, y la simetría se parece a la justicia. Podría aplicar para la estructura de una película, como “My Way” (“A mi manera” de Frank Sinatra) esa canción que se repite a lo largo del film, es la simetría justa para contar un presente.