El amor, esa palabra…

La llegada del hijo es la segunda película de la dupla formada por Cecilia Atán y Valeria Pivato. Incómoda, pone en cuestión las ideas tradicionales sobre maternidad.

Yo con cara de sueño y de sueños/ Tú en mis brazos/ La primera foto

/Mis ojos a medio camino del mar/ Y del maremoto, canta Jorge Drexler ante el nacimiento de un hijo. Ese ser que transforma estructuralmente todo. Quien cuando es amado inaugura el amor más grande, y el dolor más pesado. Creemos en el amor incondicional, pero ¿Se le puede perdonar todo a un hijo? Esa es la pregunta incómoda que punza sobre el espectador de La llegada del hijo.

Dirigida por Cecilia Atán y Valeria Pivato (La novia del desierto, 2017), aborda uno de los grandes dilemas de la maternidad: el amor incuestionable a los hijos.

Sofía (Maricel Álvarez) está atravesando un duelo íntimo. Nadie la entiende porque nadie lo sabe. Su hijo Alan (Ángelo Mutti Spinetta) comete un crimen y es encarcelado. Cuando sale de la cárcel de menores, ella debe recibirlo en su casa. Una abuela (Cristina Banegas) actúa como nexo entre la sociedad y su nieto. El tiempo de reencuentro en el mismo hogar es la posibilidad de hablar sobre lo que pasó aquella noche y en lo que derivó su vínculo de madre e hijo.

La película está planteada en dos partes que hacen alusión directa a su título. Por un lado asistimos al momento inaugural del nacimiento de una persona. Por el otro, una mujer esperando en la puerta de la cárcel a quien inferimos es su hijo, ese que nació hace unos minutos atrás. Luego de este prólogo comienza el rompecabezas para entender el porqué de la tensión familiar entre madre, hijo y abuela. Con el recurso del género de suspenso y thriller, las directoras van administrando la información para mantenernos atentos.

El equipo técnico que hace esta película logra desde lo visual y lo sonoro generar emociones en el espectador. Teresa Font, una de las montajistas más relevantes del cine español, que ha trabajado con directores de la talla de Almodóvar, es quien se encarga de la edición. Así nos sorprendemos con los giros del guion y empatizamos con los protagonistas. Si bien hacia la segunda parte la historia puede hacerse más previsible, en ningún momento decae la sensación de estar atrapado en un laberinto sin salida. ¿Cómo van a salir de ahí estos personajes?

Desde los elementos escenográficos hay una palabra que podríamos usar, que es la síntesis de las emociones y su materialización: pervasividad. Definida como la capacidad de una sustancia de impregnar todo. El agua por ejemplo tiene esta característica. En la película será la metáfora de los sentimientos (culpa, tristeza, amor) y del hecho cometido por el hijo. Vemos la presencia del agua en la lluvia, las piletas de natación, las lágrimas de los personajes. Todo el tiempo está gris sobre la ciudad. Paradójicamente el cementerio es el único lugar con sol, en donde perdida como en las escaleras de Escher, Sofía intenta resolver qué hacer con ella misma. El relato está pleno de detalles que dan cuerpo a las emociones de Alan y su madre. Aún así, algunas cuestiones quedan injustificadas por la trama: como que la profesora de natación sea española. Tal vez eso se deba a que es una coproducción con dicho país.

Maricel Álvarez, que ya había sido reconocida por su actuación en Biutiful (2010), encarna a esta madre conflictuada maravillosamente. Sin exageraciones logra un manejo corporal entre la retención y la soltura que hace verosímil el conflicto interno de la protagonista. Por su parte Angelo Mutti Spinetta, que ya viene haciendo un recorrido dentro del cine, acompaña armónicamente el registro actoral de Álvarez.

Si bien tiene algunos momentos en los que puede parecer pausada la historia y temas que quedan sin profundizar, La llegada del hijo es una película que se sostiene en la hora y media de duración. Se suma a producciones como La mujer de la fila (2025), en donde se narran maternidades contemporáneas. El deseo, la culpa, la responsabilidad son mostrados desde otros lugares. En este caso reflejado en el contraste entre Sofía y su madre, una mujer que ha tenido que bancarse los secretos en silencio, aparentando y resolviendo de manera autónoma.

No hay respuestas a la pregunta inicial. Sharon Olds, la gran poeta norteamericana, dice “arrojamos seres amados hacia el futuro”. Impredecibles, los amados hijos serán mapa y espejismo en el laberinto de todo lo que nos suceda.

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