Se estrenó la última película de Wes Anderson. Con el estilo que lo caracteriza, nos presenta una historia en clave de comedia ácida a partir de un vínculo muy particular entre padre e hija.
Un Benicio del Toro a contramano de otros papeles inaugura el plano. Es aquí un señor adulto y tirano que lee tranquilo mientras su avión se prende fuego. No tiene miedo de morir porque nunca logran matarlo. Estrellado en medio de un campo de maíz, se levanta todo cubierto de sangre, muerde un choclo y toma una decisión mirando a cámara. Así inicia El esquema fenicio(The Phoenician Scheme, 2025).
Cuando la gente se refiere a alguien como “fenicio”, generalmente lo hace en un sentido figurado aludiendo a la habilidad para el comercio y la negociación, a menudo con connotaciones de astucia o incluso de cierto oportunismo. Esta interpretación proviene de la fama histórica de los fenicios como grandes comerciantes y navegantes del Mediterráneo antiguo. Presente en el título de la película nos adelanta la combinación entre la personalidad de su protagonista, el título de la empresa que se llevará a cabo y el modo de organización.
Anatole Zsa-zsa Korda (Benicio Del Toro) es un empresario millonario con enemigos en todos los países por haber estafado y traicionado en pos de sus negocios. Sobreviviente de múltiples intentos de asesinato quiere conservar su imperio y para eso hace parte a Liesl (Mia Threapleton), su hija. Sucede que ella es monja, no tienen relación desde hace años, cuando él la dejó para que la críen en un convento. Entre los dos deberán resolver como continúa el proyecto fenicio. La película cuenta con actores que regresan a Anderson, como Jeffrey Wright, Scarlett Johansson, Benedict Cumberbatch, Bryan Cranston y Tom Hanks, así como nuevas incorporaciones a la compañía, como Michael Cera y Riz Ahmed.

El personaje principal está inspirado en la familia del director, así lo comentaba él en una entrevista: “Una de las principales inspiraciones, junto con un puñado de empresarios europeos reales, pero la conexión más personal es el padre de mi esposa [Fouad Malouf]. Él es libanés, y era una especie de figura increíble y más grande que la vida, y realmente lo amé. Lo que pasaba con él era que era alguien sabio y muy inteligente, pero un poco aterrador…Hay muchos detalles de este personaje que se inspiran en él.” A lo largo de la película vemos como ese personaje frío y distante va transformándose en alguien un poco más benévolo, incluso con costumbres latinas: por ejemplo el almuerzo que comparte con socios e hijos. En esa transformación del protagonista masculino también estará la de su hija. La adopción de ciertos lujos y excentricidades que no se corresponden a una monja. En esa reciprocidad de cambios atravesados por el vínculo, la pregunta que aparece es ¿Qué cosas nos heredaron nuestros padres sin preguntarnos? Los progenitores nos hacen partícipes de la continuidad de sus grandes gestos, con la certeza de estar haciendo un bien. Evitar el trabajo. ¿Que vamos a hacer con sus tesoros si no son parte de nosotros?
El esquema fenicio es, como casi todas las películas de Anderson, una comedia de rarezas. En oposición a todo lo prolija estéticamente y lo coreográfico de sus imágenes visuales, el humor que maneja es políticamente incorrecto. Se ríe de todo y de todos. Dios, las monjas, los guerrilleros, los hombres de negocios, los políticos y los espías. Las excentricidades del empresario por ejemplo al adoptar niños con altos niveles de coeficiente intelectual porque alguno quizás descubra una fórmula importante. El hecho de conocer a cada uno de los sicarios que quiere asesinarlo porque ya trabajaron para él o que le diga abiertamente a su hija que es la preferida de todos sus hijos y quiere dejarle su imperio.
Wes Anderson ya no es el cineasta independiente que sorprendía con Rushmore (1998) o The Royal Tenenbaums (2001). Se ha convertido en una marca, en un estilo de vida, en una estética replicable en redes sociales. El esquema fenicio es, quizás, el punto más alto de esa mutación. Hay una sensación que se presenta al ver sus películas en dónde es inevitable pensar que se repite. Más allá de la marca de autor que pueda tener, acá es como si fueran parte de lo mismo. En ese sentido, él ha explicado en medios de Hollywood que lo que conecta sus películas entre sí, es el sistema que ha desarrollado. “Mi propia escritura visual, digamos, la superficie, se ha convertido en lo que a veces la gente se fija. Pero, para mí, cada una es una historia diferente, un conjunto diferente de personajes, y es todo un proyecto. Pero yo soy yo, no soy como yo. Así que, para mí, lo único que quiero es que la gente vea la película por lo que es, no por cómo es. No por cómo está hecha, sino por lo que es, en sí misma”.

El esquema fenicio es una película que no tuvo buenas críticas, sin embargo se destaca la gran producción cinematográfica de Anderson y la búsqueda constante de historias diferentes. Si bien en la mayor parte de su obra se resalta la ficción, en esta última se pueden realizar nexos con personajes de la realidad. O es que, la realidad es tan absurda y el modo de vivenciarla tan ficticio, que ambos extremos se tocan. ¿Hasta cuándo tendrá vigencia el tango de nuestro gran Discépolo que canta: Pero que el siglo veinte es un despliegue/ De maldad insolente, ya no hay quien lo niegue/ Vivimos revolcaos en un merengue/ Y en el mismo lodo, hmm, todos manoseaos?