En el medio del camino mientras todo pasa

El director de cine francés Quentin Dupieux es testigo y voz de la realidad que habita.  En “El segundo acto”, su última película sacude paradigmas y busca maneras novedosas de hacer preguntas sobre diversas problemáticas actuales vinculadas al séptimo arte.

Asistimos a la muerte del cine quizás desde el año 2000. Ahí está él, me lo imagino en un escenario iluminado a lo David Lynch cantando esa estrofa de Raphael: “Yo sigo igual/ sigo tal cual/ quizás desmejorado/ que no quede nunca el papel deshabitado./ Otro ritmo, otro compás/ rimas de mar/ el gran teatro del mundo/ debe continuar./ Si no nos entra la locura”. El Cine, con su pila de años, resiste la metamorfosis.

“El segundo acto” (2024) no es para todo tipo de espectadores, si usted es de los que ve una película como quien compra un jabón pase de largo. No se trata en esta ocasión de ver para decir me gustó o no me gustó, hay que ser un espectador activo. Es decir que requiere preguntas, nexos, vínculos. Más que una distracción o entretenimiento es una obra audiovisual que se posiciona sobre el mundo para vincular diferentes problemáticas: la cultura de la cancelación, los abusos de poder en el cine, el avance de la Inteligencia Artificial sobre la producción artística, entre otras.

¿Cómo lo hace? A través de capas de historias. A primera vista la trama que podría tener cualquier filme. Cuatro actores, un restaurante en el medio de la nada. Florence (Lea Seydoux) quiere presentar a David (Louis Garrel), el hombre del que está locamente enamorada, a su padre Guillaume (Vincent Lindon). Pero David no se siente atraído por Florence y quiere arrojarla a los brazos de su amigo Willy (Raphael Quenard). Los cuatro van a almorzar juntos. Como una línea que une los puntos, un mozo. Un hombre de 40 años, con un trabajo irrelevante que cruza toda la pantalla.

A medida que transcurre el relato, los actores rompen la cuarta pared. Esto sería: hablan a cámara, develan el artilugio y se nombran así mismos como actores. Nueva capa de significados. Son actores que actúan de actores. En ese recorrido, van expresando ideas en torno a la hipocresía dentro del ambiente cinematográfico: largas jornadas laborales, homofobia de los actores al realizar escenas, aprovechamiento por parte de los intérpretes hombres hacia las mujeres, el rol de los representantes, la envidia ante los papeles, la ponderación de algunos directores sobre otros, el trato hacia los extras, entre otros. Todo esto desde el humor, que en este caso funciona. Si bien son temas serios y delicados, al pertenecer a la misma industria que analiza genera una reflexión crítica por parte de los espectadores o al menos una pregunta ¿Será así? ¿Será “Tan” así?

Su director, el francés Quentin Dupieux es un experimentador. Con un fuerte vínculo con la música, ya que además de dirigir es DJ. Sus primeros pasos los hizo en el área del videoclip pero luego fue avanzando sobre producciones más largas con buena acogida en el público. Su característica: el homenaje al cine Clase B, el humor negro y una fuerte reflexión sobre la realidad. Con “Rubber” (2010) su nombre alcanzó fama internacional, luego tuvo varios éxitos en festivales de cine. “El segundo acto” inauguró el Festival de Cine Internacional de Cannes en 2024.

Cine de Autor, lo llaman. Pero ¿Qué es el cine de autor? Depende quién lo defina, pero desde el prejuicio pueden ser esas películas largas, que nadie puede contar de qué se tratan y situamos en el mapa en Francia. Sin embargo, es muy interesante ver de dónde proviene el concepto para comprender cierta mirada sobre el mundo que tienen algunos realizadores, el cine como un lenguaje en donde la capacidad simbólica de quienes lo realizan combina arte y política. David Oubiña, periodista y crítico de cine argentino, explica sobre la Política de los Autores lo siguiente: “ Un autor, es alguien que observa el mundo – y logra plasmarlo como un cosmos audiovisual- a través del estilo, dándonos a ver una imagen de las cosas que es tanto moral como estética y que no podríamos haber advertido sin su intervención”. Adhiero. Dupieux lo hace en estos 80 minutos, incluso devela el esfuerzo, de lo que a primera vista parece una puesta en escena muy simple, en su toma final.

Irónicamente su manera de nombrar esta película que habla sobre el cine y desde el cine es con una terminología teatral. En teatro el segundo acto se caracteriza por ser el momento en dónde el conflicto se intensifica, las penurias de los personajes se agudizan y nos metemos en lo oscuro de la trama. ¿Será, como una premonición, que estamos participando del segundo acto del mundo?

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