La tarea cotidiana de aferrarse a la vida

“Morir de Placer” (2025), protagonizada por Michelle Williams, nos trae la historia de una mujer enferma de cáncer terminal que decide tomar coraje y seguir su deseo. Tener un orgasmo por primera vez. Basada en una historia real.

“Vivir con virus”, fue el primer relato que me mostró otra forma de vivir con una enfermedad crónica. Allí Marta Dillon escribe sobre su vida cotidiana teniendo HIV. Esto produjo un quiebre en mi, porque todas las imágenes que tenía de alguien enfermo estaban vinculadas a Tom Hank en la película “Filadelfia”. Con la enfermedad del cáncer sucedía algo similar, la mayoría de los relatos hablaban de sobrevivir (aunque muchas veces sin éxito), no de sobre vivir. Esa mirada desde el terreno hostil de la enfermedad, tan honesta y llena de vida que muestra Dillon me lleva a relacionarlo con estas otras mujeres que organizaron su vivencia en torno al cáncer y crearon “Dying for sex” (traducida como “Morir de Placer”, 2025).

El lanzamiento de FX disponible en la plataforma de Disney + cuenta la historia de Molly (Michelle Williams) diagnosticada con cáncer de mama en estadio IV. Una metástasis en la cadera es lo que delata el retorno de la bestia. Ante esa noticia, decide dejar a su esposo Steve (Jay Duplass). Se le presenta una misión antes de morir: tener un orgasmo por primera vez con otra persona. Comienza a descubrir su sexualidad y los matices que tiene su deseo. En el camino se reconcilia con su madre y con su infancia. La compañera fundamental en esta cruzada es su mejor amiga Nikki (Jenny Slate), que lo va a dar todo para acompañarla a cumplir su meta. Sin prejuicios, apoyándola de manera incondicional.

La miniserie está inspirada en una historia real. En 2018, Molly Kochan y Nikki Boyer decidieron grabar sus conversaciones en torno al amor, el deseo, los miedos y lo que implicó transitar la enfermedad. El resultado fue el podcast “Dying for Sex”, publicado en 2020 luego de la muerte de Molly (2018) con Nikki como anfitriona.

“Mi exploración sexual fue una forma de decir: ‘No estoy lista para morir’”. Eso dice Molly en uno de los episodios del Podcast. Con el privilegio de la salud, ¿qué formas encontramos nosotros para decirnos que merecemos estar acá? ¿Desde qué lugar elegimos organizar la vida? La propuesta de la serie es desde el placer y el humor.

La narrativa está en manos de un equipo de guionistas conformado por mujeres, al igual que la dirección de seis de los ocho episodios. Y eso se nota: en los diálogos entre amigas, en los reproches a la madre, en los pequeños detalles donde se posa la mirada. Por ejemplo, en la forma que toma el cabello de Molly cuando vuelve a crecer después de la quimio, o en la condescendencia de los médicos hombres ante las preguntas de las mujeres.

El humor negro es una habilidad que pocas personas dominan, pero en este caso, las guionistas lo hacen con destreza. Saben identificar esos momentos en los que, a pesar de todo, hay espacio para un comentario fuera de lugar, un chiste, una acotación que rompa con la tragedia. Después de todo, el miedo más tremendo ya llegó, y poder bromear al respecto es una forma de aceptarlo. Lo absurdo de la muerte cuando se propaga sobre el cuerpo.

Límites. Podemos trazar el contorno de la materia que nos arma y nos sostiene en este plano, pero no hay forma de cercar lo que esa materia siente. No se puede alambrar el deseo, ni encintar el dolor. El goce es un agujero negro. Traga todo. ¿Cuándo sabemos que llegamos al fondo? ¿Cuántos se atreven a correr la línea de llegada? ¿Hay más? ¿Cuánto? ¿Para qué más? Si me dijeran que me muero mañana, querría devorarlo todo. Lo que se ve y lo que se esconde. Abrir los ojos y no soltar nada. “Sentirlo todo”, dice Molly en el último episodio. Y sí. Todo.

Siempre pensé que cada uno tenía su propia forma de morir. Que había un acto dramático y singular para el último latido. Muchas películas muestran las similitudes del camino de una enfermedad crónica: “El cuaderno de Tomi”, “Mi vida sin mí”, “La gran C”, “Fleabag” son algunas muestras de ello: los médicos no hacen lo que tienen que hacer, las amigas hacen más de lo que tienen que hacer y la lista de deseos antes de partir ronda sobre lo mismo: paz y placer. La particularidad de “Morir de Placer” es que lo explicita, despeja las dudas. Te hace ser parte de todo el proceso.

Termina el episodio final, tengo la cara hinchada por el llanto. Suelo evitar estas historias. Cada vez que alguien tiene cáncer es mi mamá con cáncer. La tarea cotidiana durante siete años de levantarse, shock de quimio y a la cotidianeidad. En esos años pude ver su vitalidad, sus ganas, como diciendo “Déjenme un rato más, prometo que lo voy a disfrutar”. La serie me acerca lo que nunca le pregunté ¿Qué sentía ella desde el lugar del deseo? No sé por qué no lo hice. ¿Por vergüenza? ¿Demasiado respeto a su intimidad? ¿Por miedo a escuchar la respuesta? Lo más cerca que estuve fue la vez me pidió que le tome una foto de cuerpo entero “Que se vea como el cáncer te va dejando sin nada”. No pude. El coraje, aunque digan lo contrario, se aprende con los años. O con la muerte.

La serie está disponible en Disney+.

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