La curiosidad por ver actuar juntos a Pilar Gamboa y Valentín Oliva, más conocido como Wos, trae al mapa esta película de 2018. Filmada en Villa Gesell, es una comedia con guiños teatrales que toca el corazón y la nostalgia de quienes disfrutan del mar en familia.
– Este año nadie me convence de lo contrario, dice. Tiene cuarenta años y la posibilidad de viajar a donde quiera, en el momento del año que quiera. – Las vacaciones me las tomo en enero y me voy a la costa argentina. La escena tiene lugar un domingo al mediodía, toda la familia asiente callada. No porque no quieran discutir, sino porque entienden: el verano es con buzo y churros en la playa. Entienden, porque sus veraneos de familia primera fueron con días enteros de castillos en el mar, barquillos, tejo y alguna que otra pesca con el medio mundo en el muelle. Así se te queda grabado un lugar. Juan Villegas, el director de “Las Vegas” juega con eso en esta comedia.
Laura (Pilar Gamboa) y su hijo adolescente Pablo (Valentino Oliva alias WOS) van a pasar año nuevo a Villa Gesell. En el complejo de departamentos se encuentran con su ex marido y padre de Pablo, Martín (Santiago Gobernori). Su nueva pareja lo acompaña, una chica colombiana mucho más jóven que él. Comparten los días previos al fin de año en el balneario más popular de la Costa Argentina: Villa Gesell. Algo sucede entre Laura y Martín al compartir tiempo en esa ciudad en dónde vivieron sus primeros pasos amorosos a los 18 años y como resultado de ello nació Pablo.

La película tiene muchos detalles que hacen a la trama. Laura y Martín tienen 37 años, una edad en la que ya no se tiene la irreverencia e impulso de los 20. Es una combinación entre pasión y calma. Eso hace que puedan compartir tiempo juntos. Por ejemplo entre Laura y Candela, la nueva novia de Martín. También que puedan salir a bailar juntos con su hijo, o pasar tiempo solos. Los personajes siguen un poco quedados en el tiempo, como el complejo de departamentos que visitan y al que iban con sus familias. La ropa, la nostalgia por la música, el arte.
Paralelo a la historia de amor de sus padres, Pablo inicia un romance con una guardavidas (Camila Fabbri), pero a riesgo de repetir el destino de ellos, va tomando otras decisiones. Sus personajes le dan frescura al relato mediante sus acciones y conversaciones. En ese sentido, la habilidad de Pilar Gamboa para la comedia es lo que rompe el hielo entre la película y los espectadores. Luego, van teniendo espacio los otros personajes. Hay un guion muy lúdico en los diálogos. Juego de palabras, espacios entre una frase y otra. Todo eso va construyendo junto a determinados planos, una sensación de obra de teatro. Por momentos se sale de lo puramente cinematográfico y nos regala otro lenguaje.
La música es parte fundamental del relato. Por un lado, Valentin Oliva conectado a un auricular todo el tiempo, haciendo beatbox. Por otro lado, están presentes bandas punk, post punk y alternativas. Una de las formaciones que nombran es Joy Division. Escuchando la letra de Love will tears up again (El amor nos destrozará otra vez) inferimos que actúa como subtexto de la película cuando describe la relación de los amantes como un ciclo de dolor y reconciliación que los va dejando cada vez más tristes.
Si hay algo interesante en la película es la decisión estética que tomó el director. Las imágenes se ven reales. Juan Villegas, dice sobre hacer cine “Yo creo que hacer cine requiere de muchas cosas, que se pueden tener en mayor o menor medida (talento, capacidad de trabajo, saber trabajar en equipo) pero hay una que es fundamental para ser un buen director de cine; el coraje de animarse a ser sincero”. En Las Vegas, esto se ve. Tanto en la relación familiar, que muestra los matices como en los paisajes.

Podríamos decir que Las Vegas se encuentra dentro de ese subgénero de las películas con mar. Acá no es solo la excusa del espacio, si no un protagonista más. Un territorio que los espectadores pueden reconocer y vivenciar. Es el verano con la familia. Villa Gesell es el único lugar en el que un departamento con vista al mar sigue siendo accesible. Donde no todo es beige y nude. Queda la marca del paso del tiempo. La dedicatoria de toda una escena a la historia de don Carlos Gesell y su construcción, es muestra de ello.
El escenario de una playa argentina pareciera ser la analogía perfecta de una familia. La organización y el desorden de objetos. La paciencia para combinar los deseos de cada miembro que la conforma. Los chistes, las conversaciones. Entre tantas otras cosas. Sin embargo, la más característica es el viento. Esa increíble cualidad de los argentinos de quedarse al borde del mar resistiendo el viento. Carpas que se vuelven guaridas, cuerpo a tierra, gorros, anteojos de sol. Sonrisas. Algunas veces, el viento gana y se ve el éxodo hacia el continente. Otras, el viento afloja y te regala un atardecer impensado. Como en Las Vegas.