Cónclave, estrenada en 2024, es una película de suspenso psicológico que combina las expectativas en torno a la elección de un nuevo Papa con los artilugios y conspiraciones de los representantes de la Iglesia Católica.

Tengo facilidad para creer. Los planetas, las cartas, el horóscopo, la borra del café y las velas siempre traen mi suerte. Rezo a santos populares: la Difunta Correa y El Gauchito Gil. Creo y con eso basta. Entonces aparece la pregunta sobre Dios. ¿Creo y con eso basta? Las instituciones han delimitado las formas del amor, la familia, la religión. Otros humanos han hablado en nombre de lo inmenso mediando intereses personales ¿Cuáles serán los intereses que se impongan en la voluntad de elección? “Cónclave” es un ejemplo de Fé y Poder.

La película dirigida por Edward Berger (“Sin novedades en el frente”) y con guion de Peter Straughan está basada en la novela homónima de Robert Harris. Luego de la muerte del Papa, el Cardenal Lawrence (Ralph Fiennes) tiene que reunir a todos los representantes para votar a su sucesor. Si bien hay candidatos, se comienzan a revelar secretos que renuevan las alianzas día a día. El Papa debe ser elegido por una mayoría de votos delimitada. Lawrence, va a descubrir una situación que hará recaer toda la responsabilidad del futuro de la Iglesia en sus manos.                                                           

“Cónclave” es la muestra cabal de que la idea que hace al argumento de una película es sólo una parte mínima del todo. Las alianzas, conseguir votos y las negociaciones son aspectos comunes en una serie sobre política. Infinitamente contada. El hecho que sea dentro de la Iglesia ya le da un toque original. La plasticidad visual es otro toque. El desafío que se le presenta al director de fotografía es gratamente superado. Mostrar de manera diferente los mismos lugares y actividades con la habilidad de transmitir la tensión que crece con el pasar de los días. Los espacios, si bien son abiertos y amplios, están iluminados de manera tal que ese juego entre lo dicho y lo no dicho se ve reflejado en las sombras y luces. 

Los personajes son otro de los elementos claves para que la historia funcione. Las posturas ideológicas como así también el rol que debe cumplir la Iglesia están delimitadas en los primeros minutos. Después van a aparecer las dudas, los grises. El texto no va a invadir los silencios, las imágenes: esa sutileza es la que va dejando espacio para nuestras propias preguntas y elucubraciones sobre quién es quién en ese partido.

En “Sed”, un maravilloso libro de Amélie Nothomb, asistimos a los pensamientos de Jesucristo en su última noche, crucifixión y resurrección. Analiza las situaciones que le ha tocado atravesar y reconoce el motivo de los errores de su Padre: la falta de cuerpo físico. Al no tener un cuerpo físico es imposible haber previsto conductas humanas. Hay cosas que solo se saben teniendo un cuerpo. Estos Cardenales son humanos, con todas sus pasiones. Aparece la figura de Judas, el traidor. Al igual que uno de los hombres cercanos a Jesús, otro cercano al “representante de Dios en la Tierra” también actuará de tal modo. Escribe Nothomb, “Si Judas hubiera habitado más su cuerpo, habría tenido lo que le faltaba: sutileza. Lo que la mente no comprende, lo capta el cuerpo”. Estos hombres son solamente hombres con sotana, y poder.

El filme también ofrece una crítica a la Institución. Reconoce y condena los abusos sexuales perpetrados por curas como así también, de un modo más sutil historias de relaciones clandestinas e hijos no reconocidos. Critica la falta de perspectiva de género en la institución a través del papel de la Hermana Agnes (Isabella Rossellini) y su poco texto, aunque fuerte, al decir, por ejemplo “Sé que para ustedes Eminencias, nosotras somos invisibles, pero Dios nos dio ojos y oídos…” revelando así uno de los datos fundamentales de la trama. La figura del Papa, un líder que debe representar la pureza espiritual, se corre de ese lugar sagrado para convertirse en una figura vulnerable, atrapada entre las redes de la política y el ego. Esto se muestra de manera palpable en las escenas donde los Cardenales, lejos de ser simplemente figuras de devoción, se convierten en personajes manipuladores, astutos y cobardes.

El Cristo de Amélie Nothomb dice “Tengo fe. Una fe que no tiene ningún objetivo. Eso no significa que no crea en nada. Creer solo es hermoso en el sentido absoluto del verbo. La fe es una actitud, no un contrato. No hay casillas que rellenar. Si conociéramos en qué consiste el riesgo de tener fe, el impulso no iría más allá del cálculo de probabilidades”. Si no creyéramos, estaría todo perdido.  Queda preguntarse qué lugar le seguiremos dando a las Instituciones en nuestra sociedad y de qué manera resolveremos el hecho de que el mundo está yendo hacia un lugar terrible. ¿Dónde encontraremos a los nuevos Dioses que renueven el amor?

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