Que nadie se olvide de su fragilidad

“Adolescencia” profundiza en cuestiones latentes de la sociedad moderna. El conflicto entre los jóvenes y las redes sociales, el papel de las instituciones y de la sociedad son algunos de los temas abordados, todo dentro de una combinación perfecta entre teatro y cine.

La miniserie, producida por Netflix, se desarrolla a lo largo de cuatro episodios, cada uno de aproximadamente una hora. Narra los acontecimientos que siguen al asesinato de una compañera de clase por un niño de 13 años, Jamie (Owen Cooper). No estamos haciendo spoiler, ya que la clave radica en los motivos que lo llevan a actuar de esa manera.

Dirigida por Philip Barantini y escrita por Stephen Graham (actor inglés que también interpreta al padre de Jamie,el protagonista), la serie ofrece diversas aristas desde las cuales puede ser analizada.

De hecho, hemos visto una gran cantidad de publicaciones en redes sociales que dan cuenta de ello. “El lenguaje inadvertido de la serie”, “Lo que no me ha gustado”, “Adolescencia y su vínculo con Lacan”, “Perspectiva de género en la serie Adolescencia” y “Cómo se filmó Adolescencia” son solo algunos ejemplos. Como docente en una escuela secundaria y formada en cine, tengo mi propia opinión, pero me interesaba sumar la perspectiva de generaciones más jóvenes, por eso dialogué con una joven de 16 años y otra de 24. A partir de sus ideas, exploramos distintas cuestiones.

Ambas coinciden en que es una serie pensada para adultos, desde una mirada adulta sobre los jóvenes. Aunque en algunos momentos la serie puede resultar exagerada, la problemática que aborda es real, también en Córdoba, afirma la estudiante de sexto año de secundaria.

Paz González Torre, quien está terminando su tesis en sociología sobre los consumos audiovisuales de los jóvenes, no está completamente de acuerdo en que la serie sea para adolescentes, sino que considera que es una serie dirigida a adultos. Haciendo referencia al respaldo del Primer Ministro británico Keir Starmer, quien apoyó la iniciativa de difundir “Adolescencia” de forma gratuita en las escuelas secundarias de Inglaterra, con el fin de que los jóvenes puedan reflexionar sobre los temas tratados en la serie.

Si la miniserie resonó entre los adolescentes, a pesar de algunas exageraciones, nos cabe preguntarnos: ¿Qué historias contarían ellos si se les diera espacio para expresarse? ¿Cómo representarían su propia voz si tuvieran la oportunidad? Como madre y docente, me pregunto: ¿Qué esperamos los adultos que digan los jóvenes? La categoría “joven” es una construcción cultural y, como tal, está en constante cambio. Es comprensible que se actualicen las expectativas sobre ellos. A menudo se tiende a homogeneizar a los jóvenes por su edad, pero este concepto ha ido redefiniéndose a lo largo de la historia y tiene distintos sentidos según el contexto. ¿Cómo generamos espacios para que los jóvenes puedan expresar su voz? Si ya existe un vínculo entre ellos y la pantalla, ¿cómo podemos hacer de este un espacio de expresión y no solo de consumo? Tal vez podamos encontrar respuestas en lo que Jean-Louis Comolli denomina la “autopuesta en escena”, ese mensaje silencioso que registra la máquina al momento en que un cuerpo la integra en su campo mental, su manera de domesticarla.

Para Paz, la serie genera más preguntas que respuestas, y en eso coincidimos. Uno de los ejes centrales es el tema de las masculinidades. ¿Qué son los Incels? ¿Por qué los jóvenes, hombres heterosexuales que se sienten rechazados y no encajan en los modelos hegemónicos, se autodenominan así? ¿Por qué las chicas no? Parafraseando publicaciones en las redes ¿Por qué se convierten en Incels o en femicidas? La cordobesa Lucía Lubarsky también aborda las masculinidades en su documental “El silencio de los hombres”, planteando preguntas similares sobre lo que se espera de un varón, las cargas, los beneficios, y cómo esas expectativas se viven en diferentes generaciones. En este sentido, “Adolescencia” aborda una problemática protagonizada por un niño-hombre, cuyo crimen no es responsabilidad exclusiva del mundo de los jóvenes. Las instituciones y los valores que solían dar solidez a la sociedad están en crisis. Es el legado de la modernidad: “Todo lo sólido se desvanece en el aire.” La toma secuencia que define la estética de cada episodio acentúa esa inestabilidad. Los mensajes que los jóvenes reciben no provienen únicamente de otros jóvenes, sino que también se nutren de discursos de hombres y mujeres adultos a través de diversos canales. El tiempo y el espacio se amplifican con las redes sociales. Todos somos responsables de algún modo. Una certeza es que la historia de la serie tocó una fibra sensible en los espectadores, tanto por su calidad cinematográfica como por los temas que trata. La condición humana de sobreponerse al dolor lleva a empatizar con los padres: “Tenemos que superar esto. ¿Y si no podemos?”. ¿Quién podría imaginarse la experiencia de lidiar con el crimen cometido por un hijo pequeño al que se crió con amor? Asistimos a la búsqueda de una respuesta sobre el porqué de su acto, esperando una tragedia aún mayor, como si para comprender ese hecho sólo fuera posible hacerlo a través de algo más horroroso y temible. Pero esa tragedia no llega. Entonces, sí acaso una advertencia para nosotros: a ustedes que están brillando del otro lado de la pantalla, ustedes que en su vida todo marcha bien que no se les olvide que todo se puede desmoronar en unas horas. Sting canta de fondo, y en esa bella traducción de Pedro Aznar escuchamos:  “Que los nacidos bajo ese sol brutal no se olviden de su fragilidad”.

Compartir

1 comentario en “Que nadie se olvide de su fragilidad”

Los comentarios están cerrados.

Scroll al inicio