La ópera prima de la cineasta independiente Haley Elizabeth Anderson es un retrato contemporáneo de Nueva York. Con el debut de Kota Johan como protagonista, asistimos a las transformaciones del espacio y las personas que lo habitan
¿Cuántas veces se puede narrar una ciudad? Supongo que tantas, como personas existan. En la actualidad miles de millones de videos circulan en redes sociales, sin embargo los puntos de vista son fotocopias de alguna mirada primera que haya logrado instalarse. Se reproducen los mismos ángulos, parques, edificios, rostros, bebidas. Se construye una única posibilidad sobre, por ejemplo: Nueva York. En Tendaberry (2024) sucede lo contrario. No dice –Miren, acá estoy. Dice -”¿Qué tengo que ver yo con cualquier cosa?”.
Esa pregunta, habilita la búsqueda de la particularidad.
La película está dirigida por Haley Elizabeth Anderson, cineasta independiente oriunda de Houston, Texas. Este es su primer largometraje, luego de haber realizado varios cortos. En él, combina documental y ficción. Toma los archivos en DV y Super (más de 1900 horas) registrados por Nelson Sullivan, un músico que vivió en Brooklyn en la década de los 90 y los mixea con una historia singular para crear un relato sobre el lugar de las personas en medio de todas las cosas, la historia y el tiempo. La trama sigue al personaje de Dakota (Kota Johan). Tiene 23 años, es neoyorquina pero de origen dominicano, vive en Coney Island (Nueva York) y está sola. Canta en el subte y va en búsqueda de aquello que le dé sentido a su vida. En el camino conoce a Yuri (Yuri Pleskun), un joven ucraniano. Se enamoran. Él debe viajar a Ucrania por un asunto personal impostergable. Empieza la guerra y ya no pueden comunicarse más. Ella descubre que está embarazada, lo que la obliga a tomar decisiones: ¿Cómo encontrar su voz entre tanto ruido?
Como un ensayo audiovisual, escuchamos las reflexiones en primera persona de Dakota sobre el mundo que la rodea. Sus palabras. También vemos la sucesión de eventos desafortunados que vive. Los caminos que toma. Las contradicciones de ese personaje y también las de la ciudad. En este caso personas y lugares son protagonistas. Coney Island es una península en el extremo sur de Brooklyn, conocida por su playa, parque de diversiones e historia. Originalmente una isla, fue transformada en una península a principios del siglo XX. Ahí llegaban los barcos con los esclavos que luego serían vendidos. En cada estación del año, el barrio muta y acompaña lo que la naturaleza impone. Al igual que en la vida de Dakota.

Si bien la película narra la metamorfosis de la protagonista a lo largo de un año, el rodaje se extendió durante tres años. Cada período —dividido según las estaciones (otoño, invierno, primavera y verano)— fue filmado en momentos distintos. Por eso, los cambios en Dakota resultan tan evidentes. El desafío de continuidad es particularmente interesante, ya que la película logra funcionar como un todo integrado, incluso a pesar de las transformaciones físicas tan marcadas.
Puede percibirse una clara inspiración en cineastas como Krzysztof Kieślowski, los hermanos Dardenne (Jean-Pierre y Luc) y el más actual Sean Baker (Anora, 2024). Anderson señala que Rosetta (Dardenne, 1999) fue su principal referencia al momento de decidir que la historia estaría centrada en una protagonista femenina.
Tendaberry es una palabra inventada por la cantante y pianista Laura Nyro. En su álbum New York Tendaberry hay una canción que lleva ese mismo nombre. Una de sus estrofas suena: Here where I’ve cried/ Where I’ve tried/ Where God and the tendaberry rise/ Where quakers and revolutionaries/ Join for life (Aquí dónde he llorado, donde he intentado, dónde Dios y el tendaberry se alzan, dónde quackeros y revolucionarios se unen de por vida). La directora decidió cambiar el título original Flotsam and Jetsam (un término marítimo del idioma inglés que hace referencia a cosas descartadas en el mar) por Tendaberry porque lo consideró más oportuno. En tres años la película se fue transformando en muchos sentidos.

Profunda, con el detalle que caracteriza a las óperas primas y claramente contemporánea, es un filme que interpela al espectador con sus reflexiones. A su vez le regala un gran drama, que hace conectar inmediatamente con aquello que podría sucedernos.
“¿Qué tengo que ver yo con cualquier cosa?”, se pregunta Dakota. Al comienzo de la película, aparece una frase de Mary Oliver, poeta estadounidense cuya obra gira en torno a la naturaleza y el cambio. Para continuar con esta autora, ante la pregunta, resuena uno de sus versos más célebres:
Una nueva voz apareció / y lentamente / la reconociste como propia / y te hizo compañía / mientras caminabas con pasos largos / más y más adentro / del mundo / decidida a hacer / lo único que podías hacer — / decidida a salvar / la única vida que podías.