Un completo desconocido

El inevitable Señor Dylan

En tiempos de Biopic, se estrenó en las salas la última película sobre Bob Dylan: “Un completo desconocido”, bajo la dirección de James Mangold. Las nuevas formas de narración audiovisual se enlazan con la obra de uno de los artistas más prolíficos

El cine está vacío. Cinco personas en la sala contándome a mí. Pienso en los pactos. En el cine como ese espacio híbrido entre estar solo y acompañado compartiendo un suceso que ya fue y a la vez está siendo. Un viaje en el tiempo.

Extraño el aplauso del final, ese acuerdo tácito entre los espectadores que objetivamente aplauden a una pantalla pero que nadie confunde con estar perdidos, saben lo que significa: un buen aterrizaje. Como diría el Gran Bob: The Times They Are A-Changin.

“Un completo desconocido” (A complete Unknown) no es la primera película sobre Bob Dylan. Documentales como “No direction home” (2005; Martín Scorsese) o “Don’t Look Back” (1967; D. A. Pennebaker), la experimental y genial “Im not there” (2007; Todd Haynes), la mezcla de ficción y documental enRolling Thunder Revue: A Bob Dylan Story By Martin Scorsese” (2019) son algunas de ellas. En esta oportunidad “Un completo desconocido” aborda desde la ficción un período particular de la vida de Dylan, su inicio como músico desde que llega a New York, hasta 1965, cuando incorpora otros sonidos a sus composiciones y publica “Highway 61 Revisited”. Específicamente los comienzos cantando en locales del Greenwich Village, la grabación de sus primeros discos y el día que detona todo en el Festival de Folk de Newport.

La película dirigida por James Mangold, un estadounidense que tiene en su haber producciones de muy diversa índole como “Logan”, “Johnny y June: Pasión y locura”, “Ford contra Ferrari” e “Inocencia interrumpida” logra hacer una pieza audiovisual con sello de Hollywood del cantautor más profundo de los últimos tiempos.

¿Qué quiere decir esto del sello Hollywood? Todos en la película son hermosos, hegemónicos y bellos. Timothée Chalamet es el actor que interpreta a Dylan, Elle Fanning a su primer amor Sylvie Russo (Suze Rotolo), Mónica Barbaro a Joan Báez y Edward Norton a Pete Seeger. Además del inicio de su carrera, hay un fuerte acento en el triángulo amoroso de Bob, Joan y Sylvie. Otro punto es la creación de un Bob Dylan complejo, quienes conozcan un poco de su biografía o hayan seguido su trayectoria van a poder identificar claramente esta mezcla de showman, con hombre sensible y egocéntrico. El deseo de trabajar haciendo música y poder ganar dinero para comer. La fama como un efecto colateral que no deseaba. La necesidad imperiosa de escribir y hacer canciones nuevas, la certeza de no querer volverse una rockola, un reproductor a merced del público.

Me gusta la idea que desarrolla Hernán Casciari en su cuento El celular de Hansel y Gretel. ¿Qué pasaría con los cuentos si los personajes tuvieran acceso a un celular? ¿Qué historias se contarían si el protagonista pudiera usar un teléfono con cobertura, con conexión a correo electrónico y chat, con saldo para enviar mensajes de texto y con la posibilidad de realizar llamadas? Quisiera extrapolar esta idea a ese Bob Dylan previo al consolidado cantante de folk. Tal vez no hubiera viajado a New Jersey para cantarle su canción a su ídolo Woody Guthrie porque se la hubiera mandado por whatsapp. Entonces se habría perdido de ver su cara, y Pete Seeger de ver la cara de Dylan tocando para su ídolo. Esa noche él no se habría quedado a dormir en la casa de una de las leyendas del folk porque indudablemente habría llamado a un Uber o tal vez habría ya reservado un alojamiento muy barato por Booking. No hay historia. En la película se pueden identificar muchos momentos que tienen relevancia porque el encuentro es cara a cara.

Escuchar a todo volumen, en pantalla gigante temas musicales de los discos The Freewheelin’ Bob Dylan (1963), Bringing it all back home (1965), Highway 61 Revisited (1965) renueva el amor por la voz de Dylan pero, además, leer las letras hace dimensionar el artista que es. En el año 2016 fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura, era la primera vez que le otorgaban la distinción a un músico. Más allá de las discusiones que pueda haber al respecto, el gran acto literario si se puede decir así, es que Dylan le dio al rock el poema. Parafraseando a Claudio Díaz (doctor en Semiótica en la UNC, ¡y un recordado profesor de la Universidad Nacional de Río Cuarto!) sería algo así: en algunos géneros populares como la cumbia o el cuarteto uno puede esperar letras banales, porque forman parte de ese universo; pero en el rock, ya no. Hubo un momento en que hubo letristas que dijeron que la música tenía que decir “algo”. En el rock, el que motorizó ese cambio fue Bob Dylan.

Salgo del cine. Camino por los pasillos del shopping. Los negocios están cerrados, es la una de la mañana. Siento nostalgia de un pasado que no me pertenece. El mundo que me toca no me gusta. Los avances tecnológicos no me gustan. Ahorrar tiempo para que ese tiempo esté disponible para adormecerse comprando y consumiendo series no me gusta. Me dirijo al auto, me imagino que Dylan me canta y aparece la melodía: Te hablaría siempre/ Pero pronto mis palabras/ Se volverían un zumbido sin significado/ Pues en el fondo de mi corazón yo sé/ Que no hay ayuda que te pueda prestar/ Todo pasa/ Todo cambia/ Haz sólo lo que creas que debes hacer.*

*Letra de la canción To Ramona, Bob Dylan 1964

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