Underground, hermosos perdedores

Con motivo de su aniversario número 30, se reestrenó en los cines de Argentina Underground, el icónico film de Emir Kusturica. ¿Por qué aún resuena en la cultura de nuestro país?

“Yo quiero ver muchos más delirantes por ahí” canta Charly García y es lo que sucede cuando vemos Underground. La creatividad puesta al servicio de la historia pero ¿Por qué su reestreno 30 años después?

Muchos cines comerciales aprovechan las fechas redondas de aniversario de ciertas películas para proyectarlas. Hace no mucho estuvieron en Córdoba Toy’s Story, Beetlejuice y algunas del Studio Ghibli. Si bien este tipo de películas se pasan en cineclubes o espacios alternativos llama la atención cuando lo hacen empresas. ¿Cuáles son los posibles motivos? Son películas que ya tienen su público fidelizado, nostálgicos de otra época que repetirían la experiencia de verla en el cine. Suelen ser versiones mejoradas en relación a la calidad, algunas incluyen escenas cortadas o extras del rodaje. También, por falta de estrenos fuertes en las salas. Lo que sorprende con el paso del tiempo es el cambio drástico en el modo de hacer películas. En el caso de Underground, es acceder a un tipo de cine que ya no se hace más.

La historia se sitúa en Belgrado. Es la segunda guerra mundial y la capital de Yugoslavia está siendo bombardeada. Marko (“Miki” Manojlović ) y Peter “Blacky” Popara (Lazar Ristovski), dos amigos, se refugian bajo tierra con todos sus conocidos y familiares. Lo que empieza como un modo de supervivencia se convierte en una farsa cuando Marko aprovecha esa oportunidad para hacer negocios con las armas y engañarlos diciéndoles que la guerra aún continúa. Durante 20 años están escondidos en el sótano hasta que Blacky, quién desconoce los cambios mundiales, decide ir a matar a los nazis y terminar la guerra.

Emir Kusturica, su director, a través de personajes entrañables cuenta la historia de un país desde la Segunda Guerra Mundial, pasando por la Guerra Fría y luego la Guerra de los Balcanes. Con humor, retrata situaciones que de tan crueles resultan absurdas.

La película ganó la Palma de Oro en Cannes en 1995, fue muy controversial ya que recién a finales de ese año cesaría el conflicto en dicho país. En ese marco se hablaba de su director, de los intereses políticos que podía haber en su film (lo tildaban de favorecer a Serbia) y a la vez, de lo magnífico de su obra. Su versión original tenía 5 horas de duración, las cuáles se pasaron completas como miniserie en la estatal Radio Televisión de Serbia RTS, y se la conoció en la Argentina en la pantalla de la TV Pública. Después se adaptó para su versión en el cine a casi 3 horas.

Visualmente la película nos remite al universo de Fellini. Protagonistas que habitan en lo desmesurado y carnavalesco. Así como Fellini en Amarcord o Los inútiles llenaba la pantalla de personajes excéntricos, procesiones festivas y caos, Kusturica utiliza en Underground la música estridente, el humor grotesco y la farsa colectiva para narrar las tragedias de la ex Yugoslavia. Con el talentoso Goran Bregovic a cargo de la composición e interpretación de la banda sonora, las secuencias se presentan con pura fuerza vital. Esta combinación de elementos de la puesta en escena, donde prima lo teatral y musical ubican al cine en un lugar de subordinado, el ánimo de curiosidad de la cámara y no la pretensión estética hace que de sus relatos emane vida.

Underground selló una historia de amor entre la generación argentina de jóvenes de los 90 y el director serbio, ¿Por qué se dio esa conexión?

Es inseparable la obra del contexto de recepción. En la Argentina de 1995 los reclamos y debates en torno a la memoria, la verdad y la justicia estaban muy presentes. La identidad, arrasada por la última dictadura militar, resonaba con el cine político y caótico de Kusturica. Algo en las costumbres de esos personajes, familieros y festivos aún en los peores momentos, funcionaba como espejo de la resiliencia del país. La música. La manipulación mediática y política después de la época de la plata dulce, el menemismo y demás. O tal vez, como dice Emir Kusturica tiene que ver con la génesis de sus proyectos: “Hago películas que están del lado de los perdedores y no de los que utilizan la máquina de propaganda para sus intereses personales”. Bailemos perdedores hermosos.

Prestigio internacional y cine-arte

  • Ganó la Palma de Oro en Cannes (1995), lo que le dio aura de “película de culto” en los circuitos cinéfilos locales.

  • En los 90, el público argentino estaba muy atento a este tipo de cine europeo, distribuido en salas de arte como el Lorca o el Cosmos.


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