El tenis sudamericano está vivo

La última semana, Argentina vivió momentos emotivos e históricos en el ATP de Buenos Aires, como el retiro de Diego Schwartzman y el primer título ATP de la futura estrella brasileña João Fonseca. En medio de polémicas decisiones de la organización internacional que afectan a esta región, los sudamericanos le dan razones para mirar hacia este lado del mundo.

Por Bruno Aricó

Bien es sabido que la Asociación de Tenistas Profesionales (ATP) viene esquivando, en los últimos tiempos, la mirada hacia Sudamérica. Con los grandes epicentros de dinero instalados en Europa, Estados Unidos y la creciente fuerza que toma Medio Oriente, esta región ha quedado, en cierto punto, olvidada.

El año pasado, el ATP 250 de Córdoba tuvo su prematura última edición. El certamen que se desarrollaba en el Polo Deportivo Kempes, con su inicio en 2019, solo completó seis años de la década pautada en el primer contrato con la empresa propietaria (Octagon) y el gobierno de la provincia. En aquel acuerdo, el compromiso era el de realizarlo por otros diez años. Los veinte se redujeron a seis ediciones, se dio de baja la plaza y la adoptó un torneo sobre césped en Mallorca, España.

Esto golpeó significativamente al calendario tenístico de Sudamérica. La conocida “gira dorada” se acortó por primera vez a solo tres torneos: Buenos Aires, Rio de Janeiro y Santiago de Chile. Este año, se introdujo un Challenger de categoría 125 en Rosario, en la semana previa a Buenos Aires (ATP 250), pero no implicó la misma historia: los tenistas top del país y del continente no juegan este circuito -solo Sebastián Báez, top 30, participó en Rosario por una invitación especial del torneo, la única que le pueden dar a tenistas rankeados en esta posición-.

Justo en la semana de desarrollo del ATP de Buenos Aires, conocido con su nombre oficial, Argentina Open, el ente internacional oficializó el calendario de 2026. Otra polémica: Buenos Aires compartirá semana con dos ATP de categoría 500, en Dallas, Estados Unidos, y Rotterdam, Países Bajos. Esto será otro golpe a las aspiraciones del torneo dirigido por el ex tenista Martín Jaite de traer figuras estelares al Buenos Aires Lawn Tennis Club. Simplemente, los tenistas top eligen torneos de mejor conveniencia en puntos y premios.

Buenos Aires pujó el año pasado para ascender a categoría 500, pero no lo logró. La ATP le dio esta posibilidad al inocuo torneo en Dallas, que este año tuvo un “line-up” bastante más pobre que el Argentina Open, siendo un certamen de mayor entrega de puntos. Por otro lado, previo al inicio de la “gira dorada”, se introdujo una semana de Copa Davis. Los destinos inhóspitos, extensos viajes y cambio de superficies hacen mucho más difícil que sea atractivo para los tenistas jugar en la capital argentina (sin ir más lejos, Argentina jugó su serie en Oslo ante Noruega, con temperaturas bajo cero, en cemento bajo techo). Todos estos factores harían de pensar que la mirada internacional está cada vez más lejos de estas tierras, de donde han emergido históricos tenistas como Guillermo Vilas, Gustavo Kuerten o Marcelo “el Chino” Ríos, solo por nombrar algunos.

La respuesta sudamericana

En primera instancia, fueron los propios protagonistas los que se hicieron eco de esta sensación de olvido hacia el tenis sudamericano. En las conferencias de prensa previas al inicio del Argentina Open, jugadores como Tomás Etcheverry o Francisco Cerúndolo -dos de las tres mejores raquetas del país- declararon en contra de la mirada superficial que hace la ATP hacia los eventos sudamericanos, y criticaron duramente la desaparición del Córdoba Open. El torneo que se desarrollaba en el Kempes, si bien tuvo sus problemas en cuanto a infraestructura y organización, significaba una buena preparación para la gira.

Por otro lado, la organización del Argentina Open logró traer figuras de talla mundial en su 25° aniversario del torneo, como el alemán Alexander Zverev (n° 2 del mundo y reciente finalista del Abierto de Australia) y el danés Holger Rune (12° del ranking). Esto incentivó a tener un torneo atractivo, que durante toda la semana actuó como si fuese un ATP 500. Sin ir más lejos, tuvo a los mismos jugadores que Rio de Janeiro esta semana, torneo que sí pertenece a dicha categoría.

El tercer factor de importancia en detrimento de las determinaciones de ATP fue nada más ni nada menos que la gente. El público colmó las tribunas del BALTC durante toda la semana y rompió el récord de asistencia histórica del torneo: 66.346 espectadores, casi 2.000 más que la edición que ostentaba esta marca, allá por 2007.

El corazón sudamericano

Hay que destacar que esta edición del Argentina Open gozó de momentos históricos y muy emotivos. Además de ser el 25° aniversario, no fue una edición más. Se produjeron historias que quedarán grabadas en el recuerdo de los aficionados a la fluorescente.

Sin lugar a dudas, la cumbre del evento fue el retiro del tenis profesional de Diego Schwartzman. El “Peque” anunció meses atrás que dejaría la actividad, jugando sus últimos dos torneos en Rosario y en el ATP de Buenos Aires. Para sorpresa de muchos, ganó en su debut en el Argentina Open ante el chileno Nicolás Jarry en una durísima y extensa batalla que dejó perplejos tanto al público como al propio Schwartzman. Al día siguiente, con su derrota ante el español Pedro Martínez, sí se llevaron a cabo los homenajes correspondientes.

Schwartzman fue el encargado de llevar el corazón de Sudamérica a los primeros planos internacionales del tenis en los últimos años. Alcanzó el 8° puesto del ranking mundial en 2020, fue semifinalista de Roland Garros y cuartofinalista del US Open. Tuvo épicas batallas contra Roger Federer, Rafael Nadal y Novak Djokovic, el famoso “Big Three”. Pero, por sobre todo, fue un abanderado de la región, sin olvidarse nunca de donde venía. Llevó y ponderó ese esfuerzo y sacrificio propios de cualquier tenista de estas tierras a los grandes escenarios mundiales. Y alzó la voz ante la ATP en cada ocasión en la que ésta ninguneó a Sudamérica. Fue el primero que criticó la desaparición del ATP cordobés, aunque fuera un torneo en el que nunca se sintió cómodo.

Siempre que se cierra una puerta, se abren otras, o eso dicen. Se fue Schwartzman, pero Buenos Aires presenció la semana pasada el nacimiento -o la confirmación, como quieran verlo- de una futura estrella del tenis mundial. Y sí, proveniente de este lado del mundo. El brasileño João Fonseca, con tan solo 18 años, conquistó su primer título en el circuito ATP en una semana brillante, por decir lo mínimo.

Quizás muchos no comprenden cómo se vive el deporte en estas latitudes. Zverev y Rune, por poner ejemplos, declararon tras sus derrotas ante argentinos (Cerúndolo y Mariano Navone respectivamente) que es “insoportable jugar con el público argentino”. Era obvio que la gente iba a apoyar a sus locales, con cierta euforia a la que no están acostumbrados en otras partes del mundo. Pero quien sí pudo con eso fue un sudamericano. Fonseca venció a cuatro (sí, cuatro) argentinos en su camino al título (Etcheverry, Coria, Navone y Cerúndolo). Tuvo match points en contra, remontó partidos que parecían perdidos, y también contó con una buena porción de brasileños alentando en las tribunas. Europeos: el deporte en estas latitudes se vive así.

No hay que cargarle al pibe Fonseca todo lo que se viene, como una especie de mantra del tenis sudamericano. Logrará mucho y será una estrella, casi sin dudas, pero tiene que ir de a poco. Sin embargo, su historia y todo lo vivido en Buenos Aires la pasada semana fue la muestra para las empresas auspiciantes, para la ATP y para el mundo entero que el tenis está vivo en Sudamérica. Más vivo que nunca.

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