Cuando a las armas las carga el diablo
1927. GRAN FINAL DE COPA Y TRAGEDIA
En los diez años que llevaba hasta entonces la Federación de Foot-Ball Río Cuarto, nunca sucedió algo así. La virulencia entre jugadores, los actos de pugilato, las interrupciones de partidos, las invasiones de hinchas al campo, hasta el reprochable juego de apuestas por plata, habían campeado en las canchas riocuarenses. Hechos antideportivos éstos, para nada muy diferentes a otros lados, pero igualmente repudiables.
Con todo, nunca una muerte violenta había rozado siquiera a nuestro fútbol. Con el partido concluido una tragedia impensada enlutó a la gente de la Asociación Atlética Huracán, modesta institución local, con la muerte de un juvenil futbolista: Pedro Domingo Mendiry.
EL PARTIDO
El domingo 27 de marzo de 1927, principió la temporada futbolera con un partido de altos ribetes: Unión Central campeón 1926 de la Liga de Villa María y también ganador de la Copa Marqués del Mérito -tercera edición- enfrentaba al nombrado equipo local Huracán, vencedor de la misma copa en la versión Río Cuarto.
De esta forma quedaban reanudadas las relaciones con la Liga de Villa María en el marco de la caballerosidad y confraternidad deportiva, después de algunas divergencias por culpa de algunos porteños entrometidos. Es que, la Federación de Río Cuarto militaba en la Asociación Argentina de Foot-Ball desde una ruptura habida en Buenos Aires, mientras, Villa María estaba en la otra liga y esa era la causa que les impedía competir entre sí.
La gran asistencia e interés manifiesto de los aficionados no tuvo defraude alguno, ya que ambos equipos se prodigaron sin respiros por el triunfo y el laborioso empate 3 – 3 fue un premio para los jugadores de los dos clubes.
Hubo un partidazo arbitrado por el señor Nelo Ángel Duca. El local Huracán levantó un 0-3 más que complicado en cancha de la Federación ya que, con dos goles del “Pollo” Ronco y otro de Gilli, el “decano” villamariense parecía tener las cosas más que controladas. Siguió batallando el cuadro “luminoso” del barrio El Gas y tras el descuento de “Pirucho” Oviedo a los 20´ de la etapa final, cinco minutos después el “Pájaro” Toledo achicó aún más el score y -cerca de la finalización del partido- el siempre peligroso delantero Pío Navarro puso la igualdad definitiva.
Por esas paradojas del destino, al comenzar el segundo parcial ingresó en Huracán un chiquilín, luciendo la fresca edad y la pinta propia de la quinta división, era Pedro Mendiry. Con natural ímpetu pisó el rectángulo verde en reemplazo -nada menos- que del veterano caudillo Baltasar Luján, que se había lesionado. Nadie a esa altura podía imaginar la tragedia que se cernía sobre estos protagonistas tan solo unas horas después. Los equipos se integraron de la forma que sigue:
HURACÁN DE RÍO CUARTO (3) Pascual Pistarini, Waldino Luján y Juan Venancio Pereyra; Nicanor Alfonso, Baltasar Wilfrido Luján (Pedro Domingo Mendiry) y J. M. Domínguez; Benjamín Toledo, Ramón Pío Navarro, Alejandro Luis Domínguez, Juan M. Oviedo y S. Justo Salas.
UNIÓN CENTRAL DE VILLA MARÍA (3) Anastasio Mercado, Adelmo Reynoso y Rosas Salas; Ernesto Batistti, Ignacio Urbicaín y José Barbiera; Ernesto Ronco, Lorenzo Gilli, Pedro Rodríguez, C. Demaría y Ricardo Porcel de Peralta.
EL DESGRACIADO ACCIDENTE
El partido había concluido en total orden. Como era usual con los cuadros venidos de afuera, se les prodigaba un pequeño agasajo de despedida. Algo así como un “tercer tiempo”, suficiente como para compartir una cerveza, alguna vitualla, y -de paso- confraternizar amigablemente entre anécdotas y risas.
Casi a la medianoche, había finalizado la celebración del convite a los jugadores de Unión Central, incluso se habían retirado hacia la Estación ferroviaria para regresar al Villa María en tren. Los demás jugadores de Huracán continuaron conversando cuando, sin ningún apuro, comenzó la retirada a sus hogares.
Ya era la madrugada del lunes 28. Muy cerca de la esquina de calle Córdoba (actual Hipólito Yrigoyen) y Corrientes, casi al frente de casa de la familia Grassi, el jugador Baltasar Luján (hombre de armas llevar) decidió prestarle una pistola de su propiedad a Ramón Pío Navarro, compañero de equipo, para una eventual defensa personal, en vista que vivía en un barrio retirado y oscuro, considerando que se iba en soledad y caminando. En tal circunstancia, al recibir el arma Navarro accionó involuntariamente el gatillo, y como se comprobó después, se produjo el disparo. Desgraciadamente, el balazo se incrustó en el abdomen del infortunado juvenil Pedro Mendiry que se encontraba a pocos pasos del lugar. El mortífero balazo dañó severamente los intestinos del muchachito quien con imaginable urgencia fue llevado al Hospital de Caridad de la calle Cabrera.
Si bien el herido superó la operación, era tal su gravedad que alcanzó a sobrevivir algunas horas en estado desesperante. Poco más tarde, ante la general consternación de la ciudad ya enterada de lo ocurrido por medio del inevitable boca a boca, el jugador había dejado de existir. El calendario marcaba: martes 29 de marzo de 1927cuando murió el joven jugador del “globito” Pedro Domingo Mendiry, con apenas 17 años. Practicadas las actuaciones de rigor, luego de estar detenido, Pío Navarro quedó en libertad. El velatorio y sepelio del muchacho tuvo el imaginable acompañamiento de los vecinos y la afición deportiva; incluso, el escritor Juan Filloy expresó con emotiva elocuencia la despedida póstuma en la necrópolis.
Hace unos años, le comenté este hecho por mí descubierto al amigo locutor Fernando Mendiry, quien si bien admitió el parentesco y haber escuchado algo en la familia, me confesó que del tema nunca se habló más, cumpliéndose la regla de oro de otros tiempos, ante la tragedia, el dolor se guardaba en absoluto hermetismo a perpetuidad.
FOTO: Formación del cuadro de Unión Central de Villa María, campeón 1926-1927, varios de estos jugadores estuvieron en Río Cuarto aquél día.


