Entrevista a Marcelo Irastorza

40 años de periodismo: “Sigo teniendo las mismas ganas”

Curioso, detallista y memorioso, Marcelo Irastorza tenía 20 años cuando comenzó a trabajar en el diario Puntal. Hoy, con 60, continúa escribiendo. Su infancia en la calle Las Heras, jugando a ser periodista. “Bicho” de diario que se animó a la televisión y al streaming. La anécdota del exorcismo que volvió viral en la década del 90 y sus días oscuros por los ataques de pánico.

Fotos de entrevista: Santiago Mellano

Tiene un jardín en el frente de su casa. Abre la puerta y aparece en escena Luna, la perra de la familia. Juguetona, con el pelo corto y tonos marrones. Amigable, reposa su cabeza sobre mi mano. Detrás de ella, aparece Marcelo. Nos abre la puerta con el celular en la mano y nos invita a entrar. Para el que no lo conoce, de entrada, tiene cara de buen tipo. Y lo es. Sonríe con todo su rostro y vuelve amena la charla. Marcelo Irastorza es riocuartense. Nació un 10 de noviembre y le falta poco para cumplir 61 años. Era muy joven, solo 20 años, cuando cursaba el tercer año de la carrera de Comunicación Social y entró a trabajar al diario Puntal. Ese espacio, su dinámica y esencia han marcado su vida. Por su profesión, tiene una vida rica en anécdotas y experiencias. Viajes, coberturas, entrevistas y reconocimientos.

Vivía con su familia en la calle Las Heras al 700. Fue al jardín de Infantes a la escuela ex122, en la calle Paso. Recuerda con cariño, que su maestra de jardín fue Nené Grassi (mamá de Nora Dalmasso). Luego, llegó la etapa de la escuela primaria y del secundario en el Colegio Los Pías. “Antes, en la escuela, nos hacían estudiar de memoria, con las palabras de los autores. Me la vi fea en la Universidad con este tema. Cuando fui a rendir Sociología, el profesor Miguel Boitier me sacó la ficha. Me tomó un tema y se lo dije de memoria. Me preguntó qué opinaba del tema y me quedé mudo. Me hizo volver en el próximo llamado y que le argumentará qué opinaba sobre el tema. Él despertó mi espíritu crítico, despertó en mí la idea de que podía cuestionar a los autores”, asegura sin disimular orgullo.

-¿El periodismo fue una opción desde chico?

-Yo no sabía qué quería hacer. Jugaba mucho cuando era chico, y entre las cosas a las que jugaba, era a ser periodista. Jugábamos con “Marito” Masachessi, que era mi vecino, a ser periodistas. Éramos muy chicos, teníamos entre 8 y 10 años. ¿Y cómo lo hacíamos? Agarrábamos una caja de zapatos, el cilindro del papel higiénico era la lente y esa era la cámara y otro amigo nos filmaba. En aquel momento estaba el Programa “Mónica Presenta” y así emulábamos lo que ellos hacían. Jugábamos, era todo muy artesanal en esa época. Estaba muy lejos el celular. También, tenía facilidad para el dibujo y hacia historietas. Me había creado personajes, una familia llamada Nerechea. Esas historietas las vendía por nada y ponía “continuará”. Las hacía en hojas que me traía mi papá del trabajo. También, en la escuela, leía la lectura de la misa con micrófono y todo. Y en una época, se hacían las misas en directo en la Radio Río Cuarto y el cura me llevaba.

Entre tanto recuerdo y anécdota, cuenta que también era vecino del Poroto Ficco y que los Año Nuevo y las Navidades se celebraban en la puerta. El conductor cortaba la calle, sacaba las mesas y las sillas afuera, y se festejaba a lo grande, y entre todos. “Nací en la época de la televisión y me gustaba ir a ver al Poroto en su programa Domingos Musicales. El primer premio que recibí me lo dio él. Me regaló una maquinita de escribir, con mi nombre. Aún lo guardo con mucho cariño”, cuenta risueño.

-¿Cómo llegaste al diario Puntal? –Iba a tercer año de la carrera de Comunicación. Un día llegué a mi casa y mi mamá me había dejado un papelito que decía: te llamaron del diario Puntal que te presentes mañana. En esa época, había muchos estudiantes de comunicación que trabajaban ahí y había una vacante. Me tomaron una prueba y quedé. Tenía que escribir 20 líneas y estuve toda la mañana para escribirlas en la máquina de escribir. Han pasado 40 años. Cómo el oficio te va ayudando, hoy hago cuatro páginas en blanco todos los días.

Estamos sentados en el living de su casa, un ambiente placentero. Entra y sale Luna, como queriendo figurar en la charla. Marcelo está sentado en un sillón pequeño. Por momentos, parece un chico. Se ríe de el mismo, abre los ojos, mueve las manos cuando habla y se hamaca en el sillón una y otra vez. Se lo ve un hombre agradecido de lo vivido y de su presente.

-¿Siempre te gustó la política?

-Si, tengo preferencia por los temas políticos. Recuerdo una vez que Pablo Mendelevich, quien fue director del diario, me hizo hacerles entrevistas a todos los candidatos a intendente. Eran más de 10. Recuerdo que una entrevista difícil fue la de Alberto Biglione, que había sido intendente de facto. Yo le tenía que preguntar por los desaparecidos. Fue un momento muy tenso, cuando llegué y prendí el grabador, ellos prendieron otro. Así comparaban lo que yo después iba a publicar. Tremendo.

Entre charla y charla, aparece “La Pato”, su compañera de vida, colega y mamá de sus dos hijos. Desde la cocina, acota comentarios o fechas de situaciones en particular. Una vida compartida entre los dos. Aseguran que se entienden de memoria, con la mirada. Son papás de Lautaro, que es nutricionista deportivo, y Tobías, técnico superior en software. Los chicos dejaron el nido y Marcelo y Pato volvieron a ser dos. “Respetemos los silencios del otro, nos acompañamos mucho”, dicen de esta nueva etapa.

-¿Cuál fue la cobertura que más te marcó?

-Sin dudas, la explosión de Río Tercero. Ese 3 de noviembre, llegué al diario y me dijeron que tenía que irme para allá porque la gente llamaba desesperada porque entraban lenguas de fuego por las ventanas. Fuimos con el fotógrafo Américo Valverdis. Llegamos a Berrotarán, estaba Gendarmería y nos negaron el paso. Desde ese lugar veíamos el hongo de humo. No entendía qué era, qué había pasado. Agarramos un camino alternativo, de tierra. Era un éxodo increíble de personas con bolsos, colchones, que se iban. Cuando vi los proyectiles clavados en los jardines de las casas me cayó la ficha. Se empezó a hablar de la explosión. Nos quedamos todo el día ahí. A la tarde fue el expresidente Menem con Mestre, que era el gobernador en ese momento. Menen dijo que teníamos la obligación como periodistas de decir que había sido un accidente. Con el tiempo, y las pericias, se conoció que había sido un sabotaje, no un accidente. La justicia comprobó la venta ilegal de armas a Croacia y Ecuador y esas armas salían de Río Tercero. El 11 de noviembre de ese año iba a haber una inspección de la ONU para saber si estaban todos los proyectiles. El 3 fue la explosión. Todo estaba digitado: hasta les habían adelantado una hora el pago a los operarios. Yo seguí todo el juicio, fue desgastante pero también un orgullo.

Marcelo se define como un adicto a la noticia. “Soy de hacer bien el trabajo, cerrar las cuestiones de fondo como la forma. Estoy mucho tiempo con el celu en la mano. Soy de responder rápido, no demoro”, dice y agrega: “Antes de irme a dormir, hago un repasito de lo que hay. Intento mirar todos los medios, siempre hay algo nuevo”, asegura.

Volver a nacer

La conversación fluye y va marcando distintas estaciones de su vida. En una de sus muñecas tiene una pulsera marrón que tiene distintos santos. Es un hombre creyente. Tiene motivos. “Mestre se estaba retirando del gobierno porque asumía De la Sota, y organizó un viaje despedida, en el marco de la Región Centro. Íbamos a la ciudad de Coquimbo en trafic, por la montaña, camino de ripio. Íbamos a más de 4 mil metros sobre el nivel de mar. En un momento siento que me voy doblando, casi con la cabeza contra el piso. Sentimos un golpe y se empiezan a romper los vidrios del vehículo. Y dio una vuelta, y después otra. Tras todo eso, no tenía un solo rasguño. Salimos y vimos que nos habíamos caído a uno de los descansos que hay en la montaña para el deshielo. Era imposible. Alguien nos puso la mano. Cuando llegué, mi mamá me dio una estampita de la virgen Desatanudos y pensé: fue la virgen, ella nos salvó.

Exorcismo viral

-Me imagino la gran cantidad de anécdotas, ¿pero tenés alguna en particular?

-Tengo muchas, imagínate en tantos años de trabajo. Recuerdo hace mucho tiempo hice una nota sobre el tema de los exorcismos porque el padre Pedro Alarcón, de Río Cuarto, se rumoreaba que hacía. Lo llamé y fui a su casa. Me empezó a contar del demonio, de las tenciones y de los exorcismos que él había realizado. Sobre todo, de un caso de una chica de 13 años de Achiras. Me contó con lujo de detalles todo y yo hice la nota. Al otro día lo que fue…. ¡Lo llamaron de la producción de Lucho Avilés, de Fernando Bravo! ¡Salió en el programa de Susana Giménez por un coaxial! Hoy diría que se viralizó. En el medio me llamó el obispo Staffolani y me dijo que a través de la nota que había hecho la gente decía que veía al diablo por todos lados. Me tenés que hacer una nota para calmar las aguas, me dijo. Nunca me imaginé el impacto que tuvo esa nota. En esa época, ningún cura argentino quería hablar de ese tema. Y el padre Alarcón, de Río Cuarto, se animó.

La otra página

Es un periodista de raza. Habla con nitidez, detalle y respeto. Generalmente, cuando uno se lo encuentra, siempre tiene una sonrisa en la cara. Cuenta que hubo tiempos difíciles a nivel familiar y personal, hace varios años.En 2010, Pato tuvo cáncer de mamá. Fue muy duro para toda la familia. Se me juntó la muerte de mi mamá con la enfermedad de Pato. La fe ayudó mucho. Después, en el 2011 tuve ataques de pánico. Estuve sentado en el sillón muchas mañanas porque no podía salir de mi casa. Mi papá me llamaba todas las mañanas para ver cómo estaba. Bajé como 20 kilos. Arranqué tratamiento psicológico y psiquiátrico, que me ayudaron mucho. Un día dije que no podía estar más así, así que me fui a pagar impuestos a un lugar donde estaba lleno de gente. También, me metía en las tribunas de las canchas de futbol. Siempre fui de hablar mucho con la gente y no podía hacerlo. De a poco fui mejorando y empecé a escribir de nuevo y así, paulatinamente, pude volver al diario. Estaba seguro que iba a volver. Y volví. Tuve ayuda profesional, de mi familia, lo que yo puse y la ayuda de Dios”.

Cuarenta años no es nada

-¿Seguís disfrutando lo que haces, después de tantos años?

-Sí, la verdad que sí. Sigo teniendo las mismas ganas que antes, no me pesa. Me motiva mucho aprender. Siempre que tenga algo para aprender, es un disparador en mí. No me cansa. Muchas veces me quedo con los chicos que hacen deporte, los acompaño y me gusta la adrenalina de estar. Me gusta ir al lugar del hecho, vivir una cobertura.

Marcelo ha incursionado en televisión en el programa Puntal AM!, y actualmente hace colaboraciones como panelista en el streaming de revista Breves. No le teme a los desafíos. Le quedan cuatro años para jubilarse. Asegura que no piensa en el futuro, y que vive el día a día. “Disfruto de mirar tele, escuchar música, caminar y juntarme con familia y amigos”, asegura, siempre sonriente. Lo mejor está por venir, por qué no.

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