El Centro Cultural Leonardo Favio abrió sus puertas a una propuesta distinta que dejó su impronta en la ciudad: “Río Fílmico”, una muestra dedicada íntegramente al cine en 16 milímetros. Fue del 24 al 27 de septiembre y la iniciativa tuvo como protagonista a Carlos Müller, realizador, filósofo, cineclubista y apasionado defensor del fílmico, Desde Mar del Plata llegó a Río Cuarto para compartir con el público una selección de películas que recorrió clásicos argentinos, cine italiano, westerns y obras de Rainer Werner Fassbinder.

“Para mí el fílmico no es nostalgia, es lo cotidiano”, dice Carlos Müller y basta recrear una escena robada en la sala del Leonardo Favio, para darle la razón. Sucede durante la proyección de una película de Fassbinder. De pronto, se produce una falla en el sonido y la cinta se detiene. Para no romper el clima, la sala permanece a oscuras. El operador echa mano al proyector mientras por detrás Gastón Molayoli –codirector del ciclo Río Fílmico- lo alumbra con el celular. Pero la maquinaria de hierro levanta temperatura, así que Müller no lo piensa un segundo: se quita la camisa, se la enrolla como un improvisado guante y así “en cueros” atenaza la perilla candente y soluciona el percance. Todo eso dura veinte segundos, para el espectador que atestigua la escena, la lucha cuerpo a cuerpo entre director y máquina quedará en la memoria.
El origen de “Río Fílmico” nació de una experiencia previa. Hace un año, Müller llegó a Río Cuarto con su documental “La vuelta de San Perón”. En esa ocasión, antes de la proyección, decidió mostrar un cortometraje en fílmico. El impacto fue inmediato: la sala respondió, la proyección funcionó a la perfección y el público se conectó con esa textura única que da el celuloide. “En ese momento pensé: acá hay que hacer algo en fílmico, esta sala tiene que vivir así. Y con la ayuda de Gastón Molayoli, la Agencia Córdoba Cultura y varias voluntades, pudimos armar esta muestra que me llena de alegría”, relató Müller.
Durante cuatro días, el público de Río Cuarto disfrutó de diez películas en copias de 16 mm: desde Tute Cabrero de Juan José Jusid hasta Ladrones de bicicletas de Vittorio De Sica, pasando por Perseguido de Raoul Walsh, Tierra del Fuego y la inolvidable función de cierre con Luces de la ciudad de Charles Chaplin. Para Müller, la experiencia de proyectar en este formato está lejos de ser un gesto meramente nostálgico. En diálogo con Otro Punto, el realizador audiovisual contó más detalles de la muestra y habló de su trabajo como cineasta.

-¿Qué significa para vos proyectar en 16 milímetros en un mundo dominado por lo digital?
-El fílmico para mí no es nostalgia, es lo cotidiano. Lo hago hace muchos años, viajo con proyectores y con películas, y lo que más disfruto es el encuentro con el público en cada ciudad. Esa experiencia compartida es lo que mantiene vivo este oficio.
Formado en paralelo como Licenciado en Filosofía en la Universidad Nacional de Mar del Plata y como Realizador Cinematográfico en la ENERC, Müller supo combinar la reflexión teórica con la práctica del cine. Fundó el Cineclub Dynamo, que funciona desde hace más de quince años y que se caracteriza por rescatar y proyectar materiales en celuloide. También creó la Biblioteca de Cine Dynamo, donde se preservan películas y proyectores, y se dedica a la docencia en la carrera de Comunicación Audiovisual de la UNMdP. En 2019 estrenó el documental “La vuelta de San Perón”, que rescata material en 16mm filmado hace más de 40 años y encontrado en un pueblo de Córdoba. El autor reconstruyó la historia: del corto que no fue, de la protagonista y del regreso de Perón tras el exilio. Esta obra lo conectó con el público riocuartense y se convirtió en un punto de partida para nuevas experiencias.
Durante su visita, Müller habló sobre su pasión y también sobre las dificultades que atraviesa la cultura en la Argentina actual.
-¿Cómo ves la situación del cine argentino en este contexto de recortes y crisis?
-Lo que veo es un gobierno que vino a destruir todo, y eso inevitablemente afecta al cine. Pero no lo quiero centralizar solo ahí, porque estamos hablando de hospitales desfinanciados, jubilados que sufren, pacientes oncológicos sin cobertura. En ese contexto, sostener espacios culturales es fundamental. Cada proyección en fílmico se convierte en un acto de resistencia.
Sobre el rol de los cineclubes, él cineasta fue claro: “Son pantallas alternativas que amplían el espectro y que le dan lugar a expresiones que las grandes pantallas no muestran. Le dan voz a otro tipo de cine, y en ese sentido son imprescindibles”. También reflexionó sobre el valor del documental como archivo de la memoria social.
-¿Creés que el documental funciona como un archivo de la memoria colectiva?
-Sí, sin dudas. El documental no solo puede hacerlo, lo hace. El material en 16 milímetros guarda parte de esa memoria que todavía está extraviada, esperando ser encontrada. Hay películas guardadas en colegios, clubes, parroquias, casas particulares. Rescatarlas es como abrir una cápsula del tiempo que vuelve a dialogar con el presente.
Su paso por Río Cuarto dejó algo más que una programación de películas: dejó la certeza de que el cine fílmico sigue teniendo un lugar en la era digital y que hay quienes lo sostienen con pasión. Müller, que en la actualidad combina su trabajo como docente con la organización de funciones y ciclos en Mar del Plata, también confesó que estaba trabajando en un proyecto sobre el patrimonio cultural y urbano de su ciudad, aunque lo dejó en pausa: “En un mundo tan cruel e injusto como el que estamos viviendo, con genocidios como el de Palestina y tantas urgencias que atender, ese proyecto me parecía superficial en este momento. Seguramente lo retomaré más adelante, pero ahora siento que hay otras cosas que reclaman la atención”, sostuvo.
El público de Río Cuarto respondió con calidez y emoción. Cada función fue acompañada por un clima entusiasta entre espectadores y organizadores, un regreso a la experiencia colectiva del cine, con el proyector marcando su ritmo y la cinta devolviendo imágenes que parecían nuevas a pesar de sus décadas de historia. “Mientras existan voluntades dispuestas a sostenerlo, el fílmico va a seguir brillando”, resumió Müller antes de despedirse, con la certeza de que lo vivido en Río Cuarto fue más que un ciclo: fue una celebración de la memoria cultural en 16 milímetros.


