Guillermo Pedruzzi

Cuando el aula es
una pequeña fábrica

Fotografía: Santiago Mellano

Si hablamos de conocimiento y proyectos innovadores en Río Cuarto, no podemos no pensar en Guillermo Pedruzzi. Su curiosidad por la mecánica empezó desde muy chico y fue escalando con el paso de los años.

El riocuartense, estudió en una escuela técnica y en la Universidad Nacional de Río Cuarto. Se graduó en la UNRC con mención de honor como Ingeniero Mecánico Electricista. Luego de finalizar esta carrera, Pedruzzi, siguió estudiando y se fue a España a realizar un posgrado.

En Europa, se desempeñó como miembro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (el equivalente del CONICET en Argentina). Allí tuvo una gran experiencia en el ámbito tecnológico y, lejos de guardarse ese conocimiento, decidió compartirlo con la sociedad. Y para eso, al llegar a Río Cuarto, creó la Fundación Leonardo Da Vinci: un colegio que se define por su enfoque humanista y tecnológico, que busca combinar la ciencia exacta con las humanidades.

Pero, el profesional, no solamente fundó esta institución en su lugar natal, sino también en otros lugares como Villa Mercedes y San Luis. 

En diálogo con Otro Punto, Guillermo Pedruzzi, comparte su visión sobre la integración de la tecnología, las humanidades y el medio ambiente en la educación.

 “En el área tecnológica realizamos proyectos que además de tener un componente innovador, buscan mejorar la calidad de vida de las personas, especialmente de aquellos que tienen menos recursos”, explica el ingeniero y agrega: “En ese sentido, las propuestas están orientadas hacia el reciclaje de materiales como neumáticos, plásticos y PET”.

Una de las propuestas más ambiciosas del colegio es el Proyecto Ámbar: un auto eléctrico diseñado como un prototipo para generar nuevas tendencias en la movilidad urbana y municipal. La idea es que este vehículo no solo sea una innovación tecnológica, sino que se convierta en una solución económica para los municipios.

-Hablando específicamente del auto eléctrico, ¿cómo nació la idea y cómo lo desarrollaron?

-Todo comenzó antes de la pandemia. En ese momento, conseguimos un kit de motor y electrónica de alta calidad de una organización uruguaya llamada Autos Libres. A partir de ahí, empezamos a buscar vehículos viejos. Los restauramos y adaptamos para instalar el motor eléctrico. Fue un trabajo arduo con los chicos y después de varios meses logramos ponerlo en marcha. Incluso lo probamos en un autódromo para medir su velocidad y autonomía. Los chicos participaron activamente en cada paso del proceso, desde el desarme hasta las pruebas.

– ¿Han tenido alguna devolución de este proyecto por parte de las autoridades municipales?

-La verdad es que hemos tenido algunos obstáculos, principalmente por la política y las limitaciones económicas de las autoridades. A veces te dicen que puede ser, pero luego no se concreta por diferentes dificultades. Sin embargo, seguimos adelante con el proyecto, y creemos que la tecnología debe estar al servicio de la gente, independientemente de los obstáculos políticos o económicos.

– ¿Cómo se integra el pensamiento crítico en los proyectos tecnológicos?

-Siempre hemos trabajado en la parte de humanidades con un enfoque filosófico, desde el primer año de primaria hasta la secundaria. La idea es que los chicos desarrollen un pensamiento crítico, que no se conformen con lo que se les da, sino que cuestionen y reflexionen sobre lo que está bien o mal según los valores humanos. La filosofía, junto con las ciencias sociales, es clave para formar ciudadanos capaces de discernir y tomar decisiones éticas en un mundo cada vez más tecnológico.

“Con el respaldo de impresoras 3D de última tecnología y computadoras de alta velocidad, el colegio está en la vanguardia educativa, ofreciendo a los alumnos herramientas avanzadas para su desarrollo intelectual y tecnológico”, explica el profesor.

Otro de los proyectos de la institución es la creación de un aula móvil, con el objetivo de enseñar física, tecnología y arte de manera práctica. La iniciativa acaba de comenzar e involucra a un grupo de estudiantes de sexto y cuarto año, quienes están diseñando y fabricando prototipos a escala, utilizando impresoras 3D y software de diseño industrial como SolidWorks y AutoCAD.

A medida que los estudiantes avanzan en sus trabajos, el docente está seguro de que, con el tiempo, los esfuerzos del colegio serán reconocidos y sus alumnos fomentarán un impacto significativo en la sociedad.

-¿Cómo es el proceso de selección de los alumnos que participan en estos proyectos?

-La selección es cuidadosa. Generalmente, se selecciona a aquellos que ya tienen alguna base de conocimientos mecánicos o que están muy interesados en el área. Les enseñamos desde el diseño de los componentes mecánicos hasta su fabricación. Funciono como una pequeña fábrica. El concepto que escribí hace mucho tiempo es “fábrica escuela”, en Estados Unidos le llaman Fab Lab. Y si bien en Argentina muchos colegios están retrasados con las tecnologías, nuestra institución es vanguardia en esto.

“El impacto Colapinto”

Uno de los fenómenos que observa Pedruzzi desde hace un tiempo es el interés en la mecánica gracias a Colapinto. “Así como como Vilas llenó las canchas de tenis en Argentina o como Messi y Maradona llenaron las canchas de fútbol, Colapinto revolucionó el mundo automovilístico. Gracias a él muchos niños y adolescentes comenzaron a sentirse identificados y a interesarse en la mecánica”, dice el docente. “Tengo dos alumnos que corren en karting”, comenta Pedruzzi quien celebra que los chicos tengan a un líder que los motive para algo positivo.

-¿Cómo ves el futuro de los proyectos?

Estoy convencido de que estos proyectos son solo el principio. A medida que los chicos sigan trabajando y perfeccionando sus habilidades, veremos productos tecnológicos educativos que ayudarán a transformar la educación.

“La clave de la vida de un ser humano de dejar cosas que sean transformadoras en el resto, al menos creo que el que está en educación siente eso”, concluyó el docente.

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