Una Reyna en la UNRC

“Cuando la palabra trans deje de incomodar,
habremos avanzado”

Mercedes Reyna es la primera funcionaria trans en la historia de la Universidad Nacional de Río Cuarto. Este hecho no solo representa una conquista simbólica sino que su trayectoria institucional, su compromiso con la inclusión y su historia de vida marcan la continuidad y el fortalecimiento de una gestión que busca ampliar derechos, llegar al territorio y visibilizar otras formas posibles de habitar la Universidad.

Fotos: Santiago Mellano

En un hito trascendental en los 54 años de historia de la casa de altos estudios, Mercedes Reyna se convirtió en la primera funcionaria trans en ocupar un cargo en la UNRC. La microbióloga y doctora en Ciencias Biológicas, fue designada como nueva coordinadora del Observatorio de Derechos Humanos de la institución.

La designación de Mercedes no es un hecho menor. Es histórica. No solo por ser la primera mujer trans en ser nombrada funcionaria de gestión dentro de la UNRC, sino porque su trayectoria y compromiso con los derechos humanos hacen de su designación mucho más que un gesto: es un reconocimiento y, a la vez, una apuesta política a una universidad más inclusiva, diversa y transformadora. El hecho marca, sin dudas, un hito en estos 54 años de vida de la casa de altos estudios.

Mercedes lo tiene claro: “No uso la palabra ocupar porque me parece violento”. Habla de “cumplir funciones”, de asumir responsabilidades. En una sociedad fuertemente atravesada por la lógica meritocrática y patriarcal, señala que siempre se cuestiona el mérito de quienes rompen moldes: “¿Qué hizo para llegar ahí?”, se pregunta la gente. Pero ella invita a mirar más atrás: el camino, la trayectoria, las luchas silenciosas. La suya, dice, es solo una más entre tantas que no se ven.

Su historia con la Universidad comenzó cuando era estudiante, participando del centro de estudiantes y luego como consejera directiva por el claustro de graduados. Desde 2018 representa a la Facultad de Ciencias Exactas en el Observatorio, y más recientemente, fue designada como representante del mismo en el Consejo Municipal de Género. Además integra la Comisión para la Prevención de Violencia de Género y Discriminación.

-¿Cómo se dio y cómo viviste esta asunción?

-La verdad es que fue una experiencia muy significativa para mí ya que tengo un fuerte vínculo con esta institución y con la comunidad. Cuando me llamaron para comunicarme que Rosa Cattana renunciaba (ex coordinadora del Observatorio), lo primero que pensé fue en todo el recorrido que veníamos haciendo. Rosa había asumido al comienzo de la gestión de Marisa Rovera y Nora Bianconi, y desde ese momento se dispuso con mucho compromiso a coordinar el Observatorio. Ella misma había aclarado que lo hacía por un tiempo, ya que está jubilada y tiene otras actividades personales a las que quiere dedicarse, y me parece fabuloso que así sea, porque habla también de su coherencia y prioridades. Ese tiempo llegó y se hizo necesario pensar en quién podía continuar con esa tarea. Ahí es donde aparece mi nombre. Nora me lo comentó y luego de una charla me terminan de contar por qué me eligen: por mi trayectoria, por mis valores, por cómo trabajo con la gestión. Yo tengo esta forma de trabajar donde lo más importante no es el color político, ni la bandera, ni el discurso, sino lo que hay que hacer. Entonces fue un honor para mí, porque siento que asumir una responsabilidad dentro de la gestión de la Universidad, ya sea en el Observatorio o en cualquier otro cargo, es un reconocimiento a la trayectoria, a un trabajo que quizás muchas veces parece que pasa desapercibido, pero en realidad no es así. Hay responsabilidad detrás de lo que se dice, de lo que se hace, de lo que se coordina. Para mí, la Universidad es como mi casa, y el Observatorio, sinceramente, es como un hogar.

“Así que estoy feliz, muy comprometida, y con muchas ganas de seguir construyendo desde este lugar”, dice la funcionaria.

Pero su historia no se queda en lo institucional. También es profundamente personal y humana. Si bien su nombre nunca le hizo ruido porque siempre la llamaron por su apellido que es “Reyna”, Mercedes sabía que debía enfrentarse a una incomodidad persistente. La imagen que le devolvía el espejo no coincidía con cómo ella se sentía.

Durante la pandemia, aislada en su casa, a través de preguntas incómodas y un proceso de introspección, se reconoció como mujer trans.

-¿Qué te lleva a reconocerte como mujer trans y cómo lo transitaste?

-En esos meses de encierro empecé a cuestionarme aspectos profundos de mi vida. Si bien en lo académico y profesional estaba bien, sentía un vacío en lo personal. Eso me llevó a hacer un trabajo interno, a enfrentarme a preguntas incómodas, como por qué evitaba mirarme al espejo. En ese proceso, también me impactó mucho ver “La Veneno” (serie española que narra la vida de Cristina Ortiz Rodríguez, una figura icónica transgénero de la cultura pop española de los años 90). Esa proyección me hizo conectar con experiencias similares a las mías. Empecé a investigar más sobre relatos de personas trans en Argentina y, a partir de todo eso, comprendí que soy una persona trans. Ahí encontré la razón de esa sensación de incompletud: me faltaba vivir desde mi identidad real.

El mayor temor de Mercedes era que su identidad le impidiera alcanzar metas académicas o laborales. Se había recibido en 2011, un año antes de la sanción de la Ley de Identidad de Género, y su temor era que hacer el cambio registral fuera un obstáculo.

Fue 2022 que inició el trámite. Lo hizo para recibirse del doctorado con su verdadera identidad. En septiembre de ese año, recibió el nuevo DNI y el título. “Ese día me regalé a mí misma lo que siempre había querido”, recuerda y afirma: “un año después, tras varias cirugías, me miré en el espejo y dije acá está Mercedes. Hola, bienvenida”.

Su historia familiar también marca una diferencia con muchas otras realidades trans: tuvo contención, amor, libertad. Sus padres le ofrecieron siempre un hogar de respeto. Cuando les comunicó su transición, la respuesta fue: si te hace feliz, entonces está bien.

Mercedes reconoce que su caso no es el común. En Argentina, la mayoría de las personas trans no acceden a la educación ni a empleos formales. La sobrecurricularización es una realidad: para poder acceder a los mismos lugares, las personas trans deben demostrar el doble. Y aun así, el acceso sigue siendo desigual. “Somos pocos los que estamos formados y llegamos a estas instancias. Y no somos jóvenes”, señala.

Por eso, destaca la importancia de la Ley de Cupo Laboral Trans, que si bien está vigente, aún no se reglamentó en todos los niveles. En la UNRC, por ejemplo, se encuentra aprobado pero sin aplicación efectiva por falta de acuerdo en las paritarias. Mercedes lo asume como uno de los grandes desafíos de su gestión: lograr que se avance en la reglamentación y aplicación real del cupo.

Desde su rol en el Observatorio, apuesta a ofrecer herramientas concretas: cómo crear una asociación civil, cómo presentar proyectos a la universidad o al municipio. Formación real, útil, empoderadora.

Mercedes Reyna es, ante todo, un símbolo de lo posible. Una voz que no vino a ocupar, sino a construir. Una mujer trans que trae memoria, cuerpo, historia y proyecto. Y que promete, con empatía, decisión y trabajo, no pasar desapercibida.

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