De la cima del bicicross al bisturí

Las carreras del campeón

Emiliano Mollea tiene 38 años y parece que vivió varias vidas. Fue campeón mundial de Bicicross en Paris con 18 años y un buen día, se bajó de la bici, dejo de pedalear y empezó a estudiar medicina. Hoy es un reconocido neurocirujano, especializado en Europa. Desde su consultorio, y con ojo quirúrgico, nos cuenta parte de su vida. Guiado por sus convicciones, no da nada por sentado y no le tiene miedo al cambio.

Fotos: Santiago Mellano

Atravesamos el invierno y esta estación nos confunde. Nos lleva del frío extremo a un falso otoño, en un abrir y cerrar de ojos. Son casi las 8 de la mañana y al oeste se ve la lucha del sol por salir. El cielo es un cuadro de pinceladas entre los naranjas y los violetas. Mirarlo invita a sonreír, aunque es temprano. Nada puede salir mal en esta mañana.  Nos espera Emiliano Mollea, riocuartense, excampeón de bicicross y neurocirujano. Nos abre la puerta de su consultorio de la calle Alvear e invita a pasar con cordialidad. Camina velozmente, seguramente, le quedó la agilidad del deporte que practicó. Fue un destacado deportista que llegó lejos. Se subió a la bici e hizo historia. La carrera de su vida, por supuesto, tuvo una largada.

-¿Tenés recuerdo de cuándo te subiste a la bici por primera vez?

-A los 2 o 3 años ya andaba en bici. Tengo fotos. Lo hacía en mi casa, en Banda Norte. A esa edad hacíamos salidas con mi papá y mi hermano por caminos rurales y un día estábamos en el río y nos dijeron que ahí cerca había una pista. Me dio curiosidad. Tenía 5 años y caí a la pista de bicicross. Me gustaban otros deportes también, hice fútbol y karate; pero ninguno me atrapó tanto como la bici. Calculo que era por la velocidad y también, que me iba bien. Tuve buenos resultados.

-¿En qué consiste la disciplina?

-Ha ido cambiando mucho. En mi época era fuerza y explosión en la primera recta del circuito y hoy, sobretodo es la velocidad que se desarrolla. Hoy es nada que ver a cuando yo corría, por ejemplo, en el diseño de las pistas y también la forma de entrenar. Cuando yo corría, una vuelta duraba 36 segundos, 40 segundos, en 400 metros. Hoy, están haciendo vueltas en 30 segundos.           

Por aquellos años, todo era adrenalina y emoción frente a cada carrera. Aunque era un mundo de niños que comenzaban a competir, ya asomaba el espíritu de campeón. El pequeño Emiliano se colocaba el traje, sus manos se acomodaban en los guantes, el casco se asentaba sobre su cabeza, se bajaba la visera y buscaba su bici. Su compañera de aventuras sobre los montículos de tierra; listos para levantar polvareda en cada curva y en cada salto.

-¿Cuándo arrancaste a competir?

-A los 9 ya estaba compitiendo a nivel nacional e incluso algún campeonato Latinoamericano, en Chile. El camino es progresivo: hay carreras locales, provinciales, nacionales hasta competir en un mundial. Desde hace un tiempo ya el deporte es olímpico. Cuando yo lo hacía, no lo era. Estar en las Olimpíadas le dio una difusión enorme, antes no era así. No es un deporte masivo. A comparación de otras disciplinas, es poca la gente que lo practica. No es redituable económicamente, a menos que seas parte de la elite del deporte.

Emiliano no se jacta de haberse sacrificado o “perdido de vivir cosas” para obtener logros deportivos. Asegura que cada paso que dio lo disfrutó. En cuanto a los entrenamientos, “siempre traté de compaginar mi vida personal con el deporte. Hacia esfuerzos, pero no fue algo que me pesó. Lo hacía con gusto, no lo sufrí”, asegura convencido y agrega que rindió libre los dos últimos años del secundario en el colegio Industrial porque quería irse a Estados Unidos a correr.

-¿Por qué te fuiste a Estados Unidos?

-Llega un momento que tenés que dedicarle más tiempo; entonces rendí los dos últimos años del secundario de manera libre. Justo me había lesionado en ese momento, no podía correr, así que me dediqué a estudiar y a sacar todas las materias. Cuando terminé, me fui a vivir a Estados Unidos. Vivía cien por ciento para la bici. Corría y entrenaba todo el día. Tenía 16 años. Allá el nivel de las competencias era mucho mayor. En una carrera se juntaban 500, 600 corredores. Acá, ese número, con suerte, estaba en una carrera nacional.  Era muy competitivo.

Emiliano fue paso a paso, en una carrera ascendente, sin quemar etapas. Su evolución fue progresiva. Fue ganando, hasta que llegó a ser campeón mundial en su categoría en Paris, en el año 2005. Tenía 18 años y había logrado lo que soñaba, por lo que entrenaba duro todos los días. “Cuando ganaba, sentía que el esfuerzo había valido la pena. Tenía claro qué es lo que quería. Me planteaba un objetivo y hacia allá iba. Trabajaba mucho para conseguirlo”, reconoce con orgullo y agrega, sin falsa modestia, que tenía claro que competía para ganar: “No me gusta hacer las cosas a medias, le pongo todo”.

LA OTRA CARRERA

-¿Cómo fue que decidiste “largar” la bici?

-Cuando me di cuenta que no era algo sostenible económicamente en el tiempo. En Estados Unidos, en esa época, eran 2, 3 o 5 que podían vivir de eso, eran más grandes que yo, el resto no. De 10 mil que corrían, 5. Ahí comencé a pensar qué hago. En 2005, gané el mundial en Francia, corro en Estados Unidos, ganó en los dos lugares, y cuando esto pasó, me pregunté qué hacer. Cuando dejé, estaba el rumor de que la disciplina podía ser olímpica, pero no era nada seguro. Si hubiese habido certezas, podría haber hecho un tironcito más a ver si lograba clasificar. Fue una decisión pensaba. Y se me vino a la mente Medicina porque era un ámbito algo conocido para mí, por mi papá. Volví a la Argentina y me preparé para el ingreso y te digo que no me tenían mucha fe porque me habían anotado en abogacía, en la Universidad local, aunque no me habían dicho. Arranqué la Universidad con 19 años, y había personas que me decían que había perdido un año… imagínate que yo no perdí nada.

-¿Por qué la especialidad de Neurocirugía?

-Me gustaba lo manual, lo más quirúrgico. Iba a una cirugía y a otra, y me empezó a gustar mucho. Luego el tema fue entrar en algún lugar para hacer la residencia, no había muchos lugares. Finalmente, hice la residencia en el hospital Privado de Córdoba.   

Las decisiones que fue tomando en su vida fueron marcando su rumbo, entre cada salto y curva. Como en las carreras. Su formación profesional la terminó en Europa, donde estuvo viviendo un año y medio, “y terminó de madurar quirúrgicamente”. Estudió francés para rendir un examen y poder hacer una especialidad en Francia. También, aplicó para una beca en Alemania, la obtuvo, y también estuvo perfeccionándose en Barcelona. “En mi opinión, lo que te da irte es la cantidad de operaciones que podés hacer, te terminas de afianzar por la gran cantidad de casos que atendes. Allá estás solo…llegué a Francia y me dijeron: el martes que viene estás de guardia, y…arreglátelas. Tenes un jefe, pero está en su casa. Obvio que podés llamarlo, pero es un gran desafío. Eso me sirvió muchísimo para terminar de afianzarme”.

EN EL CONSULTORIO

Las paredes blancas radiantes. Tres sillas, un escritorio, y a la derecha, una camilla. Él se acomoda los anteojos y se amolda en la silla. Habla de su vida profesional con detalle quirúrgico, pero a la vez con la soltura que da pensar que pudo hacer lo que elegía. Emiliano expone en palabras que le tuvo que poner esfuerzo a todo lo que fue logrando. El estudio y la dedicación han sido la base de su trayectoria profesional, sin olvidarse del disfrute. 

En 2021, cuando la pandemia nos inquietaba, el cirujano contaba un hito en la ciudad. La primera operación para mejorar la calidad de vida de los pacientes con mal de Párkinson. Una operación que él mismo encabezaba, junto a un equipo.  “Me gusta la profesión, la disfruto. Aunque la disfrutás hasta cierto punto porque tenés que dar malas noticias. Siempre digo que detrás de la puerta, siempre hay un problema. La persona que viene a buscar a un médico de mi especialidad, tiene un problema y eso con los años te va cargando un poco… muchas veces son solo malas noticias. Con los años, todo lo vas viendo de otro modo. 

-¿Qué tipo de intervenciones son las que más realizás?

-Cirugías de columna y patologías cerebrales. La población ha envejecido mucho, y hay mucha patología degenerativa, vinculada al paso del tiempo. Se ve mucho también pacientes jóvenes con hernias de disco. También tumores malignos y benignos. Te diría que un 80% es columna y un 20%, operaciones de cerebro.

Ya asomándonos a la última curva de la entrevista, cuenta que tiene dos hijos que al comienzo corrieron en bici pero que después les agarró “la fiebre del mundial” y se quedaron con el fútbol. Asegura que no extraña las pistas ni la polvareda pero que de vez cuando, si puede ir a ver una carrera, va. Según cuenta, le gusta cocinar y está abierto a los cambios en su vida. Lo dejó claro. Está abierto a las nuevas posibilidades que puedan aparecer en el camino. Siempre está en carrera.

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