La gesta histórica de Uru Curé en un documental de Florencia Wehbe
“Lechuzas”: cine, pasión y herencia
El cine argentino suma una nueva obra que combina deporte, identidad y memoria colectiva. Este jueves llegó a la pantalla grande “Lechuzas”, el documental dirigido por la cineasta cordobesa Florencia Wehbe sobre la historia de Urú Curé Rugby Club, emblema deportivo de la ciudad y protagonista de una consagración inolvidable: el campeonato provincial de 2019.

Fotos: Santiago Mellano
La directora, que ya había cosechado reconocimiento con “Paula”, vuelve ahora con un proyecto muy distinto. En esta ocasión, aceptó el desafío de contar desde el cine una pasión que no le era propia: la del rugby.
Unos minutos antes de la proyección de la película, Otro Punto habló con Florencia Wehbe sobre este nuevo desafío, los proyectos que se vienen y sus inicios en el mundo cinematográfico.
“Fue un tema del cual estoy alejadísima, del cual no conozco nada. Así que hubo todo un proceso de investigación, de entrevistas, de tratar de entender el lenguaje, el idioma del rugby. Y sobre todo, de comprender el fanatismo desmedido que tienen estos pibes por el club. Es contagioso, muy movilizante”, explicó la directora.
– ¿Qué fue lo más difícil de filmar un documental sobre un deporte que no conocías?
– Lo más difícil fue entender el idioma del rugby. No es sólo un deporte, es una forma de vivirlo, un espíritu. Pero esa dificultad se transformó en un motor: me dispuso a escuchar, a investigar, a dejarme llevar por los propios protagonistas.
La obra muestra mucho más que un logro deportivo: pone en pantalla el espíritu de un club, su vínculo con la ciudad y la fuerza de las historias que se construyen alrededor de la camiseta.
– ¿Cómo esperás que la reciba el público del club?
– Espero que con emoción. Es su historia, pero contada con mis ojos. El desafío es que se reconozcan, que vuelvan a sentir la pasión de aquel campeonato, que se emocionen como yo me emocioné filmándolo.

– ¿Qué significa para vos filmar en Río Cuarto?
– Siempre es un volver a casa. Me fui hace casi 20 años, vivo en Córdoba, pero sigo diciendo que soy de Río Cuarto. Trabajar con técnicos y gente de mi ciudad es reafirmar esa identidad. Somos fanáticos de Río Cuarto, y cada proyecto acá es una oportunidad hermosa de reencontrarnos.
La conexión con su ciudad natal también está atravesada por su apellido. Florencia es hija de Osvaldo “el Turco” Wehbe, recordado relator de fútbol, una de las voces más influyentes y queridas del deporte argentino. Esa herencia de narrar la pasión popular, aunque en otro lenguaje, se siente como un puente entre el periodismo deportivo de su padre y el cine que ella eligió. “Me pasa que casi todo el mundo me pregunta si soy hija del Turco. Y sí, soy su hija, y me llena de orgullo. Mi papá fue una persona coherente, alguien íntegro, un referente al que todos recuerdan con cariño y respeto”, sostiene la cineasta. “También me suelen preguntar por mi tío Pablo (primo de su papá, abogado, profesor de la UNRC y especialista en Política Internacional) y agrega: “Ojalá algún día le pregunten a mi sobrina: “¿vos qué sos de la Flor Wehbe?” jaja
Y si hablamos de familia y legado familiar, el primer acercamiento de Florencia al cine estuvo marcado por un entorno profundamente ligado a las películas y al ritual de verlas juntos. En su casa, el cine entró muy pronto gracias a su papá, quien, con cada viaje de trabajo, regresaba con un VHS bajo el brazo. Ese gusto por el cine y por mirar películas era compartido con su papá. En una época en la que el formato era toda una novedad, esos casetes no eran solo un objeto tecnológico, sino un verdadero regalo que abría la puerta a nuevas historias y mundos. Así, desde pequeña, Florencia convivió con la costumbre de mirar películas en casa como parte de la vida cotidiana. Además, escribe desde chiquita, tiene cuentos realizados desde sus 7 años.
También se sumó la influencia de su tío Cacho, arquitecto paisajista y cinéfilo empedernido. Para él, el cine era un espectáculo total: no importaba qué película se proyectara, con solo encenderse la luz de la sala ya estaba dispuesto a dejarse llevar. Su pasión desbordada por el arte de la pantalla grande era contagiosa, y Florencia absorbió de él no solo el gusto por las historias, sino también la fascinación por el show en sí mismo, por la magia que el cine despliega más allá de la trama.
Entre los VHS traídos por su padre y la mirada encendida de su tío, Florencia encontró en el cine un espacio de asombro y de pertenencia, un mundo que pronto sentiría también como propio y al que más adelante dedicaría su camino creativo.

-¿Cómo fue que se empieza a profesionalizar todo este hobby y esta pasión del cine?
-Terminé el secundario y pensaba estudiar Biología. Pero en sexto año del secundario me enteré de que existía la carrera de cine y eso me entusiasmó. Dije voy y pruebo, pensé que iba a estar dos meses cuanto mucho y me volvía. Y ya hace más de 20 años que vivo en Córdoba. Luego empecé a trabajar en cine: como directora de arte, ambientadora, utilera, siempre en el equipo de ambientación y escenografía. De repente, pasó a ser mi estilo de vida. Con el tiempo entendí que yo también podía dirigir, empecé a escribir cosas ya más pensando en dirigir y no tanto escribir por una cuestión de hobby. Se me dio que pude empezar a dirigir y es algo que me encanta.
-¿Cuándo creés que comenzó a ser más reconocido el cine cordobés?
-Fue gracias a las políticas públicas que supo haber en algún momento, que permitieron el fomento y la federalización, eso fue importantísimo. Cuando el INCAA empezó con la federalización de la realización cinematográfica, fue un antes y un después. Solventaban económicamente series y programas televisivos de todo el país. Ponías la tele y tenías series jujeñas, misioneras, mendocinas, cordobesas, neuquinas. Escuchabas un montón de tonadas, y eso fue una política del Estado, una decisión. Y le guste a quien le guste y a quien no le guste también, así es la única forma de hacer las cosas, con políticas de Estado. Es un servicio que brindamos al país, a la cultura. Y también está muy instalada esta idea de que todo lo que hemos hecho hasta hoy lo solventó la gente con sus impuestos. Y eso es una gran mentira. El cine se solventó solo, con los cortes de entrada y con ciertos impuestos que se le cobraba a ciertas empresas, no a la señora y al señor de su casa. Entonces esas son cosas que hay que empezar a derribar para que esto pueda volver a ser lo que era. Porque si no, va a volver a pasar como pasaba antes, en los 80 y los 90, que todo quedaba en Buenos Aires.
“Considero también que es importante empezar a involucrarse. Ahora estoy en el Consejo Asesor del Pueblo Audiovisual, participando activamente para proponer políticas para que esto mejore”, explica Wehbe.

El presente de Florencia no se detiene en Lechuzas. En paralelo, trabaja en “Yo Creo”, un documental sobre María Belén Ochoa, primera madre trans adoptante en Argentina, figura vinculada a la fe popular y actual concejala de Córdoba. El proyecto, sin embargo, se encuentra frenado por los recortes en políticas culturales que afectan de lleno a la producción audiovisual independiente. La directora comenta que ante esto, están haciendo una colecta para que la gente los ayude a poder terminar el rodaje. “Me angustia, me entristece, me deprime por momentos. Es muy loco, porque también me hace tomar conciencia de lo importante que es lo que hacemos. Si nos recortan, si nos silencian, es porque lo que contamos tiene un poder transformador. Evidentemente nuestras voces son un riesgo para ciertos poderes”, reflexiona la artista audiovisual.
De hecho, es la primera vez que Florencia tiene otro trabajo en paralelo, que no tiene que ver con el cine, para poder solventarse. De igual manera, con menos energía y tiempo, la cineasta sigue escribiendo y generando ideas para filmar. “Lo más maravilloso es que igual filmamos, aunque no tengamos plata, aunque tengamos que trabajar los fines de semana, aunque sea a pulmón. Yo amo mis películas como a mis hijos. Es un amor difícil de explicar, pero es inquebrantable”, confesó.
Lechuzas se convierte así en mucho más que un documental deportivo: es una declaración de principios sobre el valor del arte, la fuerza de la pasión comunitaria y la necesidad de sostener un cine federal que cuente nuestras propias historias. La idea de hacer este homenaje fue de Agustín Cola. El productor es Darío Macambroni y el jefe de producción Marcos Altamirano, entre otros que formaron parte de la realización del documental.
La película se estrenó este jueves en el Cine del Paseo de la Ribera y podrá verse en el Centro Cultural Leonardo Favio, del 2 al 8 de octubre.
Para colaborar con la película “Yo Creo”:
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