El próximo viernes 24 de octubre, el Teatro Municipal de Río Cuarto abrirá sus puertas a uno de los actores más versátiles del país. Luciano Cáceres llega con “Muerde”: un unipersonal escrito y dirigido por Francisco Lumerman que ya superó las doscientas funciones, recorrió más de 80 escenarios y ha sido distinguido con los premios ACE 2025 a la Mejor Actuación Masculina, el Estrella de Mar 2024 al Mejor Unipersonal y el Premio Escuela de Espectadores de Buenos Aires 2023.
Fotos: Santiago Mellano

Su historia con el arte viene literalmente desde el origen. “Toda mi vida estuvo ligada a esto. Fui concebido en un escenario, lo digo literal. Desde muy chico empecé a estudiar y llevo 37 años de oficio. Desde los 11 hago teatro ininterrumpidamente. Me formé, trabajé, crecí siempre alrededor del escenario”, cuenta Luciano Cáceres.
Nacido en Buenos Aires en 1977, Cáceres es hijo de una actriz y un director teatral. Su primera formación fue en Andamio 90, con Alejandra Boero, donde también fue boletero y técnico. Más tarde llegaría la televisión, con ficciones como Resistiré, Montecristo, El elegido, Los ricos no piden permiso, Buenos chicos y Graduados, entre muchas otras. En cine, participó en títulos como Gato Negro, Tango feroz: la leyenda de Tanguito y El secreto de sus ojos.
Pero el teatro sigue siendo su lugar más vital. “El teatro es todo para mí: mi medio de vida, mi pasión, lo que siempre soñé hacer. Poder vivir de esto es un privilegio enorme que agradezco todos los días”.
Antes de su llegada a la ciudad, Otro Punto dialogó con el actor para preguntarle por la obra y su historia con el teatro.

Por primera vez con Muerde se presentará en Río Cuarto. “Tengo mucha alegría. Primero, porque ese teatro precioso que tienen está increíble, y después porque siempre es lindo conectar con nuevos públicos, saber qué impresiones les deja la obra, compartir con teatristas locales. Esta función salió gracias a la gestión de Dani (Daniel Provens), un compañero de allá, así que estoy muy feliz”, explica Cáceres.
El actor cuenta la sinopsis de Muerde como “la historia de René, un pibe que primero lo abandona su madre al nacer y después su padre, cuando él tiene diez años, lo deja en un taller de carpintería de ataúdes, en algún pueblo rural del norte argentino. Ese chico queda suspendido en esa edad del abandono: se vuelve hombre físicamente, pero conserva la mirada de un niño que no puede ver la maldad del mundo. En ese pueblo chico, se convierte en el raro, el distinto, el diferente, el retrasado para algunos”.
-Es una historia sumamente fuerte, ¿qué significa para vos hacer este personaje?
-Es mi desafío más grande en estos 37 años de actor. Es un desafío emocional, vocal y físico. Tenía mucho miedo de estar solo en el escenario, pero todo ese cagazo, dicho con la palabra justa, se transforma en compañía gracias al público. Se vuelve un ritual único.
-¿Has hecho algún papel que te recuerde a este?
-No, no, nunca. Es la primera vez que estoy solo en el escenario y es mi desafío más grande en mi carrera como actor.

-Doscientas funciones ya realizadas, todo un éxito ¿Qué creés que es lo que hace que esta obra conecte con tanta gente?
– Creo que Muerde se vuelve una experiencia teatral más allá de contar una historia. El público se transforma, no se va de la sala igual que a cómo llegó. Y después el teatro siempre interpela, genera preguntas, hace espejo, empatiza, invita a ponerse en el lugar del otro. De alguna manera, si este personaje no lo conoces, el teatro siempre empieza a jugar con esa suerte de reflejo e identificación, porque quién no ha padecido por amor, quién no ha sufrido un abandono, o quién no se ha sentido distinto o diferente en algún ámbito. Es hermoso lo que pasa con la gente. A la salida el aplauso siempre es increíble y hay mucha gente que me da su devolución, desde colegas hasta espectadores que también empatizan con la historia o me hablan de alguna particularidad que les pasó con lo que vivenció en el escenario o conocen a un ser similar a René o cosas personales que les despertó la obra.
A lo largo de una hora de función, Cáceres se sumerge en un universo de claroscuros: “La obra pasa por momentos de comicidad, de ternura, de violencia, de tristeza. Ahí vas conociendo la historia de este ser tan particular, su vínculo con el amor, con la sexualidad, con lo que significa ser distinto”, explica el actor
La puesta en escena es minimalista, concentrada en su cuerpo y su voz. No hay nada que distraiga al espectador de lo que genera un solo intérprete enfrentado al silencio y la oscuridad.
Y ese ritual, para él, tiene un sentido casi sagrado: “El teatro es adrenalina pura. No hay edición, no hay repetición. Lo que sucede ahí, sucede solo ahí. La televisión o el cine pueden editarse, repetirse, volver a grabarse. En cambio, el teatro es presente absoluto. Es uno de los rituales más antiguos que se mantienen vivos: un grupo de personas que se reúne, un día, a una hora, en un lugar determinado, para que algo irrepetible suceda. Si no estuviste esa noche, no vuelve a pasar”.
Ese espíritu también lo observa en la escena teatral argentina: “Tenemos uno de los mejores teatros del mundo. Con gran producción, sí, pero sobre todo con un movimiento muy fuerte de autogestión. Compañeros que trabajan de otra cosa y, cuando terminan su jornada, se van a ensayar, escriben, dirigen, arman grupos, sostienen esta actividad con pasión. Eso es algo único de nuestro país”.
Muerde, además de su recorrido nacional, ha sido aclamada en giras internacionales. “Estamos cumpliendo casi dos años de funciones, recorriendo muchas ciudades de la Argentina y del exterior: Uruguay, España, Estados Unidos (Miami, Los Ángeles, Nueva York) y recibiendo muchos premios y muchísimo público”, cuenta el actor con entusiasmo y agrega: “Después de Río Cuarto vamos a Villa Constitución y hacemos tres ciudades de Santa Fe. Después viajamos a España (Madrid, Barcelona, el Festival Internacional de Avilés) y a Alemania, en Berlín. Cerramos el año en La Plata”.
La posibilidad de llevar una obra así fuera del país lo conmueve profundamente. “Es una alegría enorme. Hace 25 años que viajo con obras, tanto como actor como director. Siempre es hermoso ir a la búsqueda de otros públicos, de otras idiosincrasias. Aparecen nuevas lecturas, otras sensibilidades. Y también es un privilegio, porque en Argentina soy un actor conocido, pero en otros países no tanto, y sin embargo hay interés. El teatro argentino y el cine argentino son muy bien recibidos en todo el mundo”, sostiene el artista.

En los últimos años, mientras Muerde sigue de gira, el actor prepara su nuevo unipersonal, Paraíso, una coproducción con España basada en una obra de Inmaculada Alvear. “Empiezo ahora los ensayos. La idea es hacerla en paralelo con Muerde, una especie de díptico que vaya girando junto con la primera. Y con eso también volver a los lugares donde ya estuve”.
No le teme al trabajo simultáneo ni a la diversidad de personajes: “Lo hago desde siempre. Mientras hacía Muerde también filmé siete películas, dirigí otras dos obras y grabé la última novela. Estoy acostumbrado a diversificarme. No se te pegan los personajes, pero sí te dejan aprendizajes. A veces uno aprende cosas históricas o emocionales que no conocía hasta atravesarlas en escena”.
A los 48 años, Cáceres conserva la misma curiosidad del niño que empezó a actuar sin sospechar el largo camino que lo esperaba. “Terrible sería tener esta edad y no haber aprendido nada. Cada día te deja algo, cada función te deja algo. Todo se transforma en experiencia”, dice.
Antes de despedirse, recuerda con cariño su última visita a Río Cuarto: “Hace muchísimo que no voy. Me da una felicidad enorme volver, y más con una obra que quiero tanto. Ojalá la sala esté llena, que sea una experiencia hermosa para todos”.
El viernes 24 de octubre, el Teatro Municipal será testigo de esa experiencia. Una historia intensa, un actor en estado puro y un público dispuesto a ser parte de un ritual que, como él dice, “solo sucede una vez, y no se repite nunca más”.
