Paula González, mujer destacada

Pasión heredada, talento propio

Paula González transformó un oficio aprendido casi por casualidad en una marca referente de la marroquinería local. Con disciplina, crecimiento sostenido y una producción que combina diseño, color y trabajo manual, llevó su emprendimiento desde un pequeño taller casero hasta un local propio. Su historia reúne constancia, resiliencia y la expansión de un oficio que hoy inspira a nuevas emprendedoras.

Fotos: Santiago Mellano

Paula González, conocida como Pola, tiene 28 años y un presente que mezcla oficio, expansión y un reconocimiento reciente que volvió a poner su nombre en escena: fue elegida Mujer Destacada 2025 en Río Cuarto en la tercera edición del concurso organizado por la Comisión de Mujeres del Cecis. Su marca lleva su sobrenombre, “Pola”: Una idea que nació y creció desde la constancia y que hoy ocupa un lugar firme dentro del universo emprendedor local.

El local donde atiende está lleno de piezas de cuero que combinan colores, texturas y formas que ya se volvieron parte de su sello personal. Al recorrerlo, aparece inevitablemente la primera curiosidad: cómo surgió esa afinidad tan marcada con el trabajo manual.

-¿Cómo nació en vos este gusto por el cuero y la costura?

– Desde chica me gustaba crear y empecé a hacer bijouterie. Me acuerdo que me iba de vacaciones, vendía pulseritas y volvía con plata. Cuando terminé el colegio sentí que la bijouterie no me iba a permitir vivir de eso y quería independizarme. En un lugar donde compraba materiales me recomendaron a una mujer que enseñaba marroquinería. Aprendí con ella un año y medio, después hice un curso en Córdoba y más tarde me largué sola.

Hay una coincidencia que ella misma descubrió recién cuando se lo contó a su mamá: su abuelo materno hacía trabajos de cuero como hobby. No lo conoció, pero su mamá le dijo que él fabricaba cintos trenzados y piezas a mano para familiares y amigos. Nadie siguió ese oficio hasta que, sin saberlo, ella retomó ese camino. Ese dato le dio una explicación que siempre le resultó incómoda de admitir: que quizá hay cosas que vienen con uno, incluso antes de saberlo.

Los inicios fueron modestos. Con dos máquinas compradas gracias a ahorros que juntaba desde la infancia, fabricó diez carteras y organizó una especie de inauguración entre amigos y familiares. Ese momento, que para muchos hubiese sido un gesto simbólico, para ella fue un punto de partida. Desde ahí todo empezó a crecer: alquiló su primer tallercito, sumó manos que la acompañaron, se mudó a un espacio más grande y terminó instalando su taller en la casa que había pertenecido a sus abuelos.

-¿Por qué creés que Pola logró instalarse tanto en la ciudad?

– Por la constancia y la disciplina. Hubo muchos momentos difíciles y aun así seguí. Para mí esto es algo muy importante, le dediqué años, inversiones, decisiones complicadas y una búsqueda permanente. Me mantuve firme y fui mejorando. Tal vez otro hubiera dejado todo a la primera de cambio, pero para mi Pola es mi vida y le puse todo de mi.

Uno de esos momentos difíciles en los que la venta no era la esperada la llevó a tomar una decisión que después resultó clave: comenzar a dar clases de marroquinería. Lo pensó una noche, armó el esquema de trabajo y al día siguiente publicó un video anunciándolo. “Esa misma tarde ya tenía más de doce inscriptas”, dice Paula. A partir de esas clases también nació otro eje del negocio: la venta de cuero, algo que surgió simplemente para abastecer a las alumnas que no conseguían materiales en la ciudad. Hoy esa área es tan fuerte como la producción misma.

Una vez instalado el local, ubicado a una cuadra del taller, Pola empezó a alternar entre ambos espacios. Diseña modelos nuevos, elige materiales, coordina la producción y también atiende al público. Ese contacto le permitió ver qué busca la gente, qué productos necesitan y qué preguntas se repiten. Entre esas preguntas aparecen consultas sobre durabilidad, mantenimiento y combinaciones de color, un tema que ella trabaja de manera muy personal porque le gusta salir del negro absoluto que domina el mercado.

“Estoy en atención al público porque es necesario, lo mismo que mostrar los productos en redes. Pero lo mio es estar en el taller ensuciándome las manos”, comenta la emprendedora.

En paralelo al crecimiento, también apareció algo inevitable en cualquier proyecto que se expone al público: el hate. Sobre ese punto, habla sin dramatismo y con una solidez que parece propia de quien ya entendió la dinámica de las redes. A veces los comentarios apuntan al uso del cuero, otras a cuestiones estéticas o a simples opiniones lanzadas al pasar. Ella lo toma con calma. Explica que el cuero es un material noble, durable y parte de la tradición artesanal. Además cuenta que ama a los animales y considera que hay gustos para todos, que no existe un producto que pretenda gustarle a absolutamente todo el mundo y que su trabajo, más que defenderse, se sostiene solo con el tiempo. Lo afronta como alguien que entiende que no se puede abarcar todas las expectativas del afuera.

-¿Cómo viviste este reconocimiento como Mujer destacada 2025?

Con mucho agradecimiento. Me avisaron que estaba nominada y que contara mi historia. Después me dijeron que había pasado a la terna y participé del evento. Fue una experiencia linda, un reconocimiento al trabajo de muchos años. Además del premio en industria, recibí otra distinción general entre todas las categorías.

No es el primer reconocimiento que recibe. En 2023 había sido elegida como mujer inspiradora de Córdoba en un acto del Senado, donde se destacaba a una representante por provincia.

Cuando describe sus productos, se detiene en detalles que para otros pasarían inadvertidos: la forma en que un cuero recupera brillo con una simple hidratación, la diferencia entre desgaste y deterioro, la lógica de una pieza que puede durar muchos años si se cuida. Hace cintos, mochilas, carteras, billeteras, riñoneras, entre otros productos. También vende camperas y gorras. Consultada sobre el producto que más se vende dice que es una cartera negra con doble cierre. “A esa bandolera la hice miles de veces porque a la gente le gusta mucho”, cuenta Pola y agrega que particularmente a ella le encanta el color y por eso trata de sumar productos con colores e incentivar a los clientes a usarlos.

-¿Te acordás cuál fue la primera cartera que hiciste?

-Sí, claro. Me acuerdo perfecto. Compraba cueros de colores muy llamativos, verde manzana, turquesa, rosa, cualquier cosa menos lo clásico. Una de mis primeras creaciones fue una mochila marrón, que fue de las primeras piezas que me hizo decir “wow, qué bueno que está esto”. Y también un bolso turquesa. Esas dos piezas las tengo muy presentes porque marcaron mis comienzos.

En Pola podés encontrar desde una billetera negra o una color fucsia o naranja flúo. La variedad es inmensa.

La moda del cuero, que en los últimos años explotó en Buenos Aires y llegó más tarde a Río Cuarto, también contribuyó a que creciera la búsqueda de prendas y accesorios. Pola vende cuero todos los días y su marca se convirtió en un punto de referencia para quienes quieren probar con el material o empezar un camino similar. Sus alumnas, muchas de las cuales hoy emprenden por su cuenta, nunca fueron vistas como competencia, sino como parte del ecosistema que se genera cuando un oficio vuelve a tener fuerza.

Sobre el futuro, tiene una mirada clara. Quiere que la marca siga expandiéndose, que se reconozca cada vez más, que aparezcan productos nuevos y que el nombre Pola sea asociado directamente a calidad y diseño en cuero. No descarta más locales, ni ferias grandes como la Rural, donde ya participó y obtuvo buena respuesta.

La historia completa, vista de lejos, parece hecha de pequeñas decisiones que terminaron construyendo un camino sólido: la primera carpeta con diez carteras, el primer tallercito alquilado, el taller en la casa de sus abuelos, la apuesta por las clases, la venta de cuero, el local propio, la producción mayorista y ahora un reconocimiento que cristaliza todo ese esfuerzo. Pola hizo su camino sin copiar modelos y sin acelerar procesos. Su marca se sostiene en la constancia, en la creatividad y en el trabajo manual que, pieza por pieza, fue levantando una identidad que hoy forma parte de la ciudad.

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