Trump se reunió con Netanyahu. ¿Qué puede salir mal?

Conforme se había anunciado oportunamente, el Presidente Trump se reunió con “Bibi” Netanyahu en la Casa Blanca. Previo al encuentro, el líder político derechista israelí había dicho que “había márgenes para construir la paz”. Ciertamente hay diferentes lecturas sobre qué se entiende por “paz”, y no necesariamente son coincidentes.

Para el Primer Ministro de Israel, la “paz” sería que los propios palestinos enviaran al cajón de los recuerdos a los movimientos insurreccionales tales como Hamas y Yihad Islámica y se apoyen sólo en la Autoridad Nacional Palestina. De esa manera, Israel encontraría legitimidad con una contraparte que avalará una ocupación “sine die” en Gaza, así como la imposibilidad de acceso al río Jordán y la cada vez mayor proliferación de asentamientos en Cisjordania.

Obviamente, esto es precisamente lo que la mayoría de la población palestina no acepta; frente a una Autoridad Nacional Palestina corrupta, colaboracionista con la ocupación israelí y con total incapacidad para generar propuestas superadoras, los palestinos entendieron -de una manera que debe preocupar- que esos movimientos insurreccionales son quienes defienden sus intereses.

Y tal vez esa es una de las peores consecuencias que han dejado estos 15 meses de enfrentamiento en Gaza: que un movimiento terrorista como Hamas hoy sea claramente más popular que antes, incluso en lugares donde ni hay población palestina en número importante, mientras que el anciano Mahmud Abbas ya no representa ni al propio partido que en su momento fue la voz auténtica del pueblo palestino, Al-Fatah.

Es por todo ello que, también, hay que señalar que el acuerdo firmado entre el Gobierno de Netanyahu y Hamas no tiene popularidad en Israel; es visto como una claudicación, un precio demasiado alto y que termina consolidando la posición de Hamas en Gaza. Asimismo, Hamas se ha encargado de hacer ver que, pese a la masacre generada por las Fuerzas de Defensa Israelíes, siguen con el control formal de la franja.

Y también debe decirse que si Netanyahu pretende salir políticamente indemne de todo esto, en algún momento deberá incumplir con el acuerdo con Hamas, pues si se llega a la tercera fase, en la práctica significará devolverle el control total de Gaza a quienes había prometido “destruir”, a los terroristas apoyados por Irán.

De esta manera, las alternativas “para la paz” que se manejan en Israel no son las mismas que se pretenden en el lado palestino: frente a la idea de los Dos Estados, Israel se debate en la definitiva absorción de todos los territorios (la ultraderecha religiosa), o el “patear para adelante” la cuestión de fondo, incrementando los asentamientos y dejando que los palestinos sigan peleándose entre ellos (posición de Netanyahu y de muchos miembros del Likud).

Netanyahu no iba a la Casa Blanca tranquilo; ya tuvo que soportar la tremenda presión de Trump para aceptar un acuerdo de cese de fuego idéntico al que Biden había propuesto siete meses atrás. Ahora teme que le imponga algún otro tipo de alternativas. Si bien muchos creen que Netanyahu iba a buscar un aval para atacar Irán, el Gobierno de Israel sabe que ello sería totalmente contraproducente, pues pondría al mundo islámico (no al árabe) en pie de guerra. Netanyahu hoy trata de disfrutar la debilidad de Jizballah en Líbano y la merma de poder militar de Hamas en Gaza. Pero sabe que no es con las armas como se solucionarán las cosas en el Oriente Medio.

Se puede coincidir en que ya es casi imposible hablar de “Dos Estados”; la parte palestina seguramente se arrepentirá eternamente de no haber aceptado las propuestas del último Gobierno consustanciado con la paz que tuvo Israel, el del laborista Ehud Barack y su enorme Canciller, Shlomo Ben-Ami. En Camp David, el 23 de Diciembre de 2000, Arafat rechazó la última propuesta que en la práctica era casi todo lo que se pedía desde la Guerra de los Seis Días. Lamentablemente, Arafat privilegió sus internas antes que el futuro de un Estado llamado Palestina.

Pese a todo lo que sucedió después, el mundo extraña a líderes como Rabin y Barack. Ahora, un líder impredecible (Trump) y un líder manipulador (Netanyahu), sólo pueden ofrecer más sufrimiento, conflicto y enfrentamientos. La historia dirá si, alguna vez, los líderes abanderados en la derecha política serán capaces de gobernar sin apoyarse en armas, dolor y guerras.

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