La nueva vejez

Conociendo a Chochi, la mujer sin edad

Es una riocuartense como cualquier otra aunque es especial. Se desempeñó como técnica de radiología por más de tres décadas en el hospital local. Hoy, disfruta la vida más que nunca. Estruja el tiempo y le saca jugo. Participa de 11 talleres y también, ayuda a su nieta a repartir hielo. Lejos de los estrechos estereotipos, una historia real.   

Fotos: Santiago Mellano

Se llama Rosa Beatriz Maldés pero los suyos la conocen como “Chochi”. En diciembre cumplirá los 84 y es de capricornio. Con orgullo, dice que es oriunda “del Imperio”, y se siente una persona feliz. Su apariencia no deja mentir. Con su remera roja tejida y un pantalón negro se presenta. Aunque su verdadera carta de presentación es la sonrisa amarrada a sus labios. En sus manos lleva una libreta, que sujeta con firmeza.

En busca de historias simples, de personas que tengan algo para decir, ¿por qué entrevistar a Chochi?, y por qué no hacerlo. Es mamá, abuela, emprendedora y alumna incansable, ávida de saber. Tiene unas ganas de vivir que contagia y esto merece ser contado. Su rostro es un mapa de vida; las arrugas afloran y profundizan los pocitos en sus mejillas cuando se ríe. Nos conocemos en el edificio de Radio Universidad, donde participa de un programa radial de uno de los tantos talleres que hace en el PEAM (Programa Educativo de Adultos Mayores). “En el Peam hago cinco talleres y en el Espacio Illia, cuatro. También participo de PapelNonos y hago un taller de huerta virtual. Me gusta lo que hago y me hace feliz. No paro nunca. Hago memoria, repostería, radio, prensa y también, bailo”, dice con alegría.

Esta vivaracha señora rompe con el patrón de lo que muchas veces se cree o se espera de las personas de su edad. Y bienvenido sea. No se siente pasiva, jubilada, sin deseo. Todo lo contrario. El deseo está más presente que nunca, y eso la moviliza. Ella viene a ser una especie de pionera en desandar viejismos que tienden a encasillar. Hay cientos de “Chochis”, hombres y mujeres que encarnan las nuevas longevidades y piden ser vistos con otros ojos.   

-Entre tantos talleres, ¿tenés algún día libre?

-De lunes a viernes tengo todos los días ocupados. Lunes y martes tengo dos talleres, miércoles tres, y jueves y viernes, dos. Los sábados y domingo trabajo en mi huerta.  Además, hago reparto de hielo junto a mi nieta. Yo conduzco y ella se baja y lleva el hielo. Nos hacemos compañía y de paso la ayudo. Yo le aclaré: yo te llevo, pero no me bajo…(larga una carcajada). 

-La cantidad de conocidos que tendrás con tantas actividades que hacés…

-¡La verdad que sí! (dice efusiva).La gente que conozco en los talleres me hace feliz. He hecho muchos amigos. Imaginate, si en cada taller hay 20 personas, tengo más de 220 contactos. Pobre mi celular, la cantidad de grupos de whatssap que tengo…

-¿A qué te dedicabas?

-Soy técnica en Radiología. Ingresé al hospital en el 69’. Fui telefonista, estuve en el turnero, después me pasé al área de rayos y con el tiempo, terminé en radiología. Estuve 36 años en el Hospital San Antonio de Padua. Fui muy feliz, me encantaba mi trabajo. Cuando no trabajé más, me dediqué a disfrutar más todavía.

Está sentada en un rinconcito de la silla, casi con delicadeza. Agarra una y otra vez su agenda. La vigila con ternura. Cuenta que le encanta la comunicación, la locución y la radio desde muy chica. No pasa desapercibida en el taller de radio como tampoco en el “Noti Peam”, donde es una de las conductoras estrellas. Con sencillez y picardía, se gana el cariño de quienes la conocen.

-¿Pensás en la vejez?, ¿Cómo vivís el paso del tiempo?

-No me pongo a pensar en el paso del tiempo o en la vejez. Ni me gasto. Rompo el molde, es así…así es la Chochi. Les diría a los que tienen mi edad que disfruten, que no piensen tanto. Quizás piensan qué pasará el día que ya no estén o pensar en enfermedades. Yo eso no lo pienso. Vivo el día, el hoy. Creo que todos deberíamos hacerlo, ¿o no?.

Multifacética y de actitud poderosa, Chochi va por la vida marcando cada paso. Será porque en su niñez, su mamá, que era modista y necesitaba tiempo para trabajar, la acercó a ella y a su hermana a teatro infantil. Seguramente allí desenvainó sus primeras armas comunicacionales. Cuenta la historia que la pequeña Chochi se subía a una silla para poder alcanzar el micrófono y así, poder recitar poesía.  “Creo que allí aprendí a querer la comunicación, a hablar, a expresarme. Hoy veo ese fruto”.

Con entusiasmo, cuenta que, año tras año, va a renovar el carné de conducir. Esto le da autonomía e independencia para poder hacer todas sus actividades, que no son pocas. “Estoy tan bien que me lo dan sin problemas, tras hacerme todos los estudios con los especialistas. Tengo control una vez por año. Tengo un Fiestita modelo ‘97 que es mi compañero que me lleva a todos lados”.

-¿Sos feliz?

-Soy muy feliz, gracias a dios. Si hay algo que no me gusta, me retiro, voy con otras personas. No me amargo. Busco estar bien. Hago lo que sigue y lo que sigue. No paro. Mientras pueda, voy a seguir estudiando, bailando, tocando instrumentos, viviendo…

Antes de despedirnos, le pregunté por su agenda que tanta intriga me había despertado. “Es mi diario íntimo”, me dice casi como en secreto. La abrió y tras pasar hojas en blanco, sus dedos se detuvieron en una que estaba escrita por ella y decía: 2025: “Disfruta de las cosas sencillas de la vida, esas que no tienen precio. Ríe, ama, vive y se feliz. Para eso estamos aquí”.

Gracias, Chochi, por el consejo. Lo vamos a intentar.

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