15 años del Matrimonio Igualitario
La lucha que se convirtió en derecho
El 15 de julio de 2010, Argentina se convertía en el primer país de Latinoamérica en sancionar una ley que habilitaba el casamiento entre personas del mismo sexo. Se han celebrado más de 26 mil matrimonios desde aquel momento, pero el cambio va mucho más allá del “sí, quiero”. La historia de Walter Torres, presidente de la Mesa de la Diversidad, cuya lucha no lo dejaba dormir. Su anillo, la militancia y la importancia del trabajo colectivo.

Tenían de compañera a la luna y esperaban, alrededor del Congreso, por lo que tanto habían soñado. Eran las 4 de la madrugada del 15 de julio del 2010 y ya habían pasado 15 horas de debate legislativo. Con una extraña “electricidad” que les recorría la piel, aguardaban por la decisión de los senadores dentro del recinto. La multitud contenía la respiración. Los ojos brillaban, las manos se apretaban con nerviosismo y las banderas ondeaban esperanza. Y por fin se supo: Argentina pasaba a la historia al ser el primer país latinoamericano, y el décimo en el mundo, en sancionar la ley 26.618 de Matrimonio Igualitario.
Hay fechas, momentos que marcan a las personas y a sus recorridos. Aquel día, el amor, algo descreído, se daba cuenta que podía ser más libre y ser vivido sin etiquetas ni fronteras. Porque es amor. Walter Torres, presidente de la Mesa de la Diversidad, recordó como si fuera hoy cómo vivió esa fría e inolvidable madrugada a los pies del Congreso de la Nación. “Había un clima raro, que nunca más lo volví a ver, que era de alegría, de emociones, de encontrarnos. Esa noche me debo haber abrazado con 500 personas que no conocía pero con las que luchábamos por lo mismo. Significaba un cambio, ese día entendimos que podíamos ser ciudadanos con los mismos derechos. Que nuestras familias valían igual que cualquier otra”, menciona notablemente emocionado.
Walter comenta con orgullo que Río Cuarto tuvo mucho que ver con la ley que cambió la vida de tantos. “Cuando se es parte de un proceso histórico, cuando uno lo vive, quizá no le da la magnitud que tiene. Veníamos haciendo un trabajo amplio desde el 2008 que tenía que ver con la aprobación de la Unión Civil en la ciudad. Cuando se empezó a discutir el matrimonio, nosotros ya estábamos cancheros porque había un camino allanado de militancia y activismo. Cuando la ordenanza de la unión civil formó parte de la fundamentación de la ley del matrimonio igualitario, eso te da una satisfacción muy grande, de haber hecho algo desde el interior del interior a la conquista de derechos”, dice y asegura que fue un trabajo de años de distintas organizaciones que nunca bajaron los brazos. Un verdadero proyecto colectivo.

Los mismos derechos
El militante por los derechos de la comunidad LGBTIQ+ aclara que lo que se logró fue mucho más allá de poder casarse. “El matrimonio igualitario sirvió a nivel nacional para que empezaran a florecer diferentes organizaciones, cuyos integrantes teníamos las mismas necesidades e inquietudes y nos sentíamos que éramos ciudadanos de segunda porque no teníamos los mismos derechos”.
¿Qué cambio?, mucho. Algunas cuestiones para muchos están dadas y no se cuestionan, en este caso fueron conquistas como consecuencia de mucho andar y pelear con convicción. “Se ganó mucho, como poder acompañar a tu compañero en una terapia, heredar a tu compañero, tener la posibilidad de la adopción formando un núcleo familiar, entre otras cuestiones. Nosotros ya nos reconocíamos como familia, queríamos que el estado nos reconociera los derechos. Lo importante no es casarse sino tener el derecho a hacerlo”.
El anillo
Algo brilla en su mano. Walter mira de reojo el cintillo plateado en su anular izquierdo. Símbolo de su amor por Nicolás, pero también de una larga lucha. Pudo casarse con quien deseaba el 4 de diciembre del 2021. La pandemia atravesaba nuestras vidas, y el barbijo, nuestros rostros. Con trajes azul y verde, y un pañuelo de bolsillo “con los colores de la libertad”, dieron el “Sí”. “Yo me casé, en un momento muy particular de mi vida. Estoy en pareja hace 7 años. En lo personal, yo no tengo a mi vieja y ella seguramente hubiese estado muy feliz de verme ahí en ese instante”, asegura con la tristeza y la emoción que da el extrañar profundamente a una persona amada.

Apasionado y aguerrido, Walter sabe, como otros tantos militantes, que el camino no ha sido fácil “y que nadie les regaló nada”. “Esta lucha, que comenzó en el 2008, se llevó puestos a un montón de compañeros. Tras la primera marcha por el veto de la unión civil que se hizo en la ciudad, y después de la tapa del diario, muchos compañeros que allí aparecieron, perdieron el laburo. Vivimos ese proceso histórico que implicaba que compañeros tuvieran que irse a vivir a Córdoba por lo que significaba la mirada del otro. No fue nada fácil. Después, el tiempo hizo que pudiéramos seguir avanzando en derechos, pudiéramos tener una ley de identidad de género, el cupo laboral trans. Cuando nos dicen: los derechos que les han dado y no es así: los derechos que hemos conquistado desde la militancia de las organizaciones. Nadie nos regaló nada”. A ser consultado sobre el momento actual que se vive, comenta que hay que trabajar para erradicar la violencia, la discriminación y los discursos de odio que están en boga en estos tiempos. “Tenemos que entender que la ciudad, la provincia y el país necesitan un marco normativo que trabaje contra los discursos de odio, la discriminación y la exclusión. No solo hacia nuestro colectivo sino también en nuestra sociedad. Debe hacer unos 8 años que presentamos todos los años en el Concejo Deliberante normativas que tienen que ver con esto”, menciona y al mismo tiempo, suma: “De nada sirve llenar la legislatura de Córdoba con personas de nuestro colectivo si allí mismo no se puede trabajar en una ley contra la discriminación y la violencia. Tampoco sirve que los legisladores pongan banderitas cuando no se sientan en sus bancas a discutir leyes que necesitamos”.
Mira la hora, casi son las 18. El sol amenaza con caer. Hay un acto en el Museo Histórico Regional para conmemorar un nuevo aniversario de la sanción de esta ley bisagra. Pero aún hay cosas por decir: “Quizás, las nuevas generaciones no conocen de la lucha y el camino recorrido. No hace mucho tiempo, las personas trans venían a la plaza y eran detenidas, golpeadas en la comisaria, no podían pasar del Andino para el centro que eran detenidas. Hoy vivimos en una sociedad un poco más igualitaria pero no hay que bajar los brazos”.

A modo de cierre, Walter dice que el colectivo LGBTIQ+ debe trabajar para recuperar la militancia y la mística de la ley de matrimonio igualitario “que era encontrarnos y avanzar en exigir más derechos. Tuvimos la posibilidad de llegar a la ley porque entendimos, a lo largo y ancho del país, que nadie iba a hacerlo por nosotros. No podemos rendirnos”.
Con la convicción clara, y enfocado en la idea de que la participación en los distintos ámbitos de la vida permite garantizar la democracia y los derechos, se despide. Vuelve a mirar su anillo. Lo enorgullece. Amor y lucha.