En épocas de redes sociales y del eterno auge del “vos podés”, hay discursos que se imponen y hasta nos pueden enfermar. Especialistas aseguran que no es recomendable negar las emociones que tenemos porque pueden generar frustración y ansiedad. Cuál es el límite de caminar siempre por “la vereda del sol” y de imponer el discurso de la felicidad eterna.
Fotos: Santiago Mellano

Con mi mano derecha agarro el celu que está sobre la mesa de luz. Con mis dedos marco del patrón para desbloquear la pantalla. Entró a Instagram y comienzo a escrolear la pantalla. Acordes tenues acompañan las frases “la felicidad depende de vos”, “vibrar alto”, “el vaso medio lleno”, “querer es poder”. Estos tips se multiplican y hasta parece se vuelven un imperativo. Rige la tiranía del buen ánimo y se impone en nuestra vida. La licenciada en psicología Débora Fraire (MP 14161), habla del positivismo tóxico y asegura que como concepto es relativamente nuevo. “Refiere a esta idea de imponernos una obligación de estar todo el tiempo feliz. Generalizar el bienestar y un estado de felicidad en todos los contextos y en todas las situaciones. En sí es un concepto relativamente nuevo, pero se viene hablando desde hace mucho tiempo en cuanto a evitar el malestar o el sufrimiento”, señala y agrega que esto está vinculado a la construcción “del todo ya”, la felicidad al alcance de la mano, todo en velocidad y ponderando estar bien como la única opción de vivir la vida. Asegura que, en los últimos tiempos, estos discursos han encontrado terreno firme para desarrollarse. “Esto se nota mucho ahora, por ejemplo, con el dominio de las redes sociales. Todo lo que se ve en las redes es lindo, perfecto, agradable. Se muestra felicidad en las familias, en las parejas, en los amigos. Tanto los que quieren vender un producto o las mismas personas, intentan mostrar la parte linda. Así, se deja de lado lo humano”. En este sentido, la licenciada comenta que el mandato de la felicidad eterna nos llama a todos, aunque hay blancos más buscados. “Esto nos pasa a todos, pero hay edades o grupos más vulnerables como la adolescencia, etapa que supone que una persona está en construcción de su psiquis, de su autoestima. Ellos son más permeables, pero no quita que también los adultos, en un intento por salir adelante en ciertas circunstancias, entremos también”.
Podes caminar por la vereda del sol y, de repente, encontrarte con las nubes. Las mismas, pueden ser pasajeras o no. Pero están y no se pueden esconder.No hay mejor espejo del cielo que la realidad.

Siempre actitud positiva: ¿Una trampa?
Las consecuencias que pueden darse ante los discursos permanentes del “está todo bien” van a depender de las personas y sus características: la edad, las herramientas que tengan para salir adelante, “pero va a estar más enfocado en procesos ansiosos, ataques de pánico, angustia, baja autoestima. Quiero ser feliz y no lo estoy logrando y me pregunto qué pasa conmigo”. También, puede manifestarse en el cuerpo lo que sentimos. “Aparecen enfermedades o afecciones en la piel como dermatitis, soriasis. Colón irritable. Es la somatización de cuestiones de salud mental. Eso que no quiero ver por algún lado sale”, señala la especialista. Débora comenta que en su trayectoria laboral se ha encontrado con personas jóvenes que se lamentan porque no pueden ser felices y se preguntan qué pasa con ellos, en qué están fallando. “Ahí empieza una cuestión de ensimismamiento de la persona. Ante un problema o dificultad, tu entorno te dice que sigas, que todo va a estar bien, que seas positivo y esto te invalida lo que vos estás sintiendo. Vas a pensar que está mal, te lo vas a guardar y eso no es bueno”. Con respeto a esto, ante una situación determinada es bueno saber escuchar y no intentar siempre decir algo. “Saber que siempre que una persona te cuenta algo, una tristeza o una preocupación, uno puede solo ofrecer ayuda y escuchar. Hay cosas que solo hay que tolerarlas y vivirlas. Acompañar el sufrimiento desde lo que el otro necesita: escuchando, abrazando y preguntarle de qué manera puedo acompañarlo”, señala Débora y agrega la importancia de la validación de lo que el otro siente. “Tiene que ver con que entiendo lo que vivís, lo que decís. Tengo empatía con lo que estás sintiendo. Que el otro pueda hacer una introspección y habilitar que lo pueda contar”.
Habilitar el sufrimiento
El patrón de la positividad muchas veces puede agobiar. Tengo que sentirme de una determinada manera y no lo logro. Simplemente, mirar el vaso medio lleno no es una opción en ese momento. “Hay veces que es difícil entender porque pasan las cosas. No todos estamos en las mismas condiciones para afrontar distintos escenarios que nos pone la vida. Todo siempre debe pensarse en el contexto en el cual está la persona”.
Lo cierto es que hay una verdad: “hay que permitirse sufrir. El sufrimiento es parte del ser humano, de nuestra existencia. Es una lucha incansable contra algo y algunas veces, la clave está en dejar de luchar, y en nadar en ese barro, sumergirte, conocerlo y decir: estoy acá, esto no va a durar para siempre, va a pasar. Si niego un duelo, de lo que sea, voy a estar mucho más tiempo enfocado en eso, tratando de salir, si me permito experimentar cada emoción como lo que es, haciéndome cargo, va a ser más fácil”.

¿Hasta qué punto ser positivo?
La respuesta es “cuandono lo generalizo a toda parte de mi vida. Cuando estoy siempre en el mismo estado feliz, me estoy mintiendo. La felicidad es un estado que va y viene; todas las emociones que sentimos fluctúan todo el tiempo. Si estoy todo el tiempo luchando contra lo que no quiero sentir y siempre diciéndome que todo va a estar bien, y yo no lo puedo ver en ese momento, mi cuerpo me lo va a decir”. Fraire comenta que muchas veces, al consultorio, las personas llegan muy sumergidas en su dolor, en su problema, en la cual una situación tiñe la existencia. “Muchas veces hay que acomodar todo, que la persona se pueda ver a sí misma para poder tomar decisiones. Ser observador de la propia experiencia, analizarme, verme a mí misma”.
¿Hay que aceptar lo que nos pasa, no?
Hay que aceptar, pero no desde la resignación. Tengo que afrontar esta situación, y ver la mejor manera de sobrellevarla. Y preguntarme: ¿Qué está en mis manos hacer en función de esta situación que tengo? Es muy útil preguntárselo.
En estos tiempos de dictadura del pensamiento positivo, demasiada luz puede enceguecer. No siempre se puede caminar bajo la vereda del sol. Y está bien.

