SEGUNDA PARTE

La confesión del “falso médico”, desde la cárcel

“Acepté algo que me pidieron
y nunca me lo voy a perdonar”

Ignacio Martín aseguró a Otro Punto que los funcionarios de la Provincia y del Municipio desde el primer momento estuvieron al tanto de que no era médico. Dijo que le propusieron fraguar una profesión que no tenía para así poder sostenerlo al frente del Centro de Operaciones Tácticas, en plena pandemia

Fotografía y video: Santiago Mellano

“Yo no tengo odio ni rencor contra nadie”, aclara Ignacio Martín. “Si estoy acá fue por mí decisión, por seguir adelante con lo que ellos me decían”. Cuando el muchacho que se hizo mediático con el rótulo de “falso médico” dice “acá” se refiere a la cárcel de Río Cuarto. Y cuando dice “ellos”, está aludiendo a los funcionarios provinciales y del municipio que, en plena pandemia de Covid, estaban a cargo del área de salud.

Cinco años después de uno de los episodios más bochornosos de la ciudad, el joven que fuera condenado a 7 años de cárcel por hacerse pasar por médico durante la mayor emergencia sanitaria de la historia reciente reveló a Otro Punto que no actuó solo, y contó con lujo de detalles, cómo ingresó a la órbita de Salud en la provincia de Córdoba y cómo acabó asumiendo una identidad falsa.

Sobre el desenlace judicial que tuvo el caso del “médico trucho” que, en Río Cuarto, fue puesto a cargo del Centro de Operaciones Tácticas (COT) con apenas 19 años, Martín reflexiona hoy: “la Justicia muchas veces no es algo que uno pueda manejar. La Justicia es una cuestión de poder, yo poder no tengo, por eso estoy acá solo”.

-¿Cuánto tiempo se desempeñó en la ciudad?

-Yo en Río Cuarto estuve desde agosto de 2020 y la irregularidad se detecta en diciembre de ese año. Pero acá, fue la parte final de mi actuación. Si querés te cuento desde que entré al Ministerio de Salud, porque ahí es donde empieza todo.

-Cuénteme.

-En marzo de ese año, el presidente decreta el aislamiento obligatorio y en abril yo me inscribo como voluntario en el Ministerio de Salud para hisopar, apenas empieza la pandemia. Entonces yo tenía 19 años y el terciario completo, bah, me faltaban dos materias para recibirme de paramédico.

-¿Por qué se anotó?

-Para ayudarles.

-¿Tenía una necesidad laboral también?

-No, no, esto era voluntario. Yo en ninguna instancia recibí un pago, siempre fue voluntariado. Me mandan un mail, me dicen que tal día debo presentarme al Ministerio de Salud, me extienden un permiso para circular y nos ponen en un grupo de 30. Nos dicen, “todos ustedes van a ser hisopadores”. Perfecto, nos dan una capacitación. En ese momento el único personal de salud, vamos a decir, era yo porque el resto no tenían ni idea de cuestiones sanitarias pero sí tenían la intención de aprender y colaborar.

Martín recuerda que su primer destino como “hisopador” fue el barrio San Vicente, de Córdoba y que a cargo de los grupos de voluntarios estaba una persona a la que le decían “Chino” y que no tenía ningún oficio relacionado con la salud. “Yo iba todos los días, no faltaba nunca, ¡no había otra cosa para hacer! la opción era quedarte en tu casa sin hacer nada. Un día el Chino se enferma, le da Covid y me llaman y me ofrecen a mí ocupar su lugar. Les pregunto qué tenía que hacer y me dicen que tengo que encargarme de la logística de los grupos. Yo acepto. Pensaba que había uno o dos grupos, cuando entro a la computadora, veo que eran 102 los grupos de voluntarios”.

Lo primero que le llamó la atención, dice, era que no había un protocolo de trabajo. “Todo se hacía al tuntún, entonces le propongo a un epidemiólogo que hiciéramos un protocolo que tuviera en  cuenta los contactos estrechos de los pacientes y la cantidad de enfermos por sector para así poder hisopar en los lugares donde hiciera más falta. “Si te animás a hacerlo, se lo presentamos al Ministerio de Salud”, me dice. Y así fue, lo hice pero mucho más complejo de como lo había propuesto al principio. Tuve en cuenta hasta un protocolo de hisopados de los voluntarios porque imagínate que si ahí se había contagiado el responsable, nos podíamos contagiar todos. Cuando eso le llegó a quien era el Ministro de Salud en la Provincia, Diego Cardozo, él dice que sí, que lo acepta”.

-¿Qué pasó después?

-El que viene a hablar conmigo es Pablo Carvajal que era viceministro de Salud o secretario de Salud en la provincia, no recuerdo bien. Me dice: “vi lo que presentaste, me parece buena idea, ahora habría que ver cómo funciona en la práctica. Necesitaría que me digas qué necesitás. Teléfono, computadora, todo lo que haga falta ponelo en una lista”. Era como que políticamente yo les servía, pero yo no lo veía políticamente, sólo veía la parte sanitaria.

-¿Qué lo movía a hacer todo esto?

-¡Nada!

-Me imagino que a lo mejor era la adrenalina de sentirse que estaba siendo importante, en medio de la emergencia.

-¡Es que en ese momento era uno más! después llegué a ser alguien importante. En un momento, sí me llama el ministro de Salud Diego Cardozo y me dice “che Martín, fue un éxito todo esto, pero habría que empezar a implementarlo en el interior de la provincia, porque en la ciudad está todo bonito, pero en el interior no hay nada y eso está haciendo quedar políticamente mal al gobernador”.  Decían que se ponía toda la atención en la capital y el interior estaba prendido fuego. “Vamos a ir al interior y el mismo protocolo que hiciste en Córdoba lo vas a hacer en el interior”. Me aclaró que iba a estar tres o cuatro días en cada ciudad y, una vez que esté todo armado, pasaba a otra ciudad. Eso iba a estar dirigido por Diego Almada, que era la intervención política dentro de Salud.

-¿Cuál fue el primer destino del interior?

-Fuimos a Villa Dolores. Siempre íbamos a algún hotel. Almada era el autorizado por el gobernador Schiaretti para intervenir todas las ciudades a las que íbamos. Siempre eran 3 o 4 días. Una vez llegamos a estar 7 días en Oncativo. Hasta que en agosto venimos a Río Cuarto y ahí ya no me pude volver más.

Diego Cardozo, un exministro de Salud en apuros

-¿A esos funcionarios usted les había dicho que era médico?

-No, no. Cuando me dan la función de capacitar sobre la parte logística en el interior de la provincia, el Ministerio de Salud me designa como Jefe del Centro de Operaciones Tácticas, pero no importaba que no fuera médico.

-¿Nadie se dirigía a usted como doctor?

-No, era Ignacio Martin,  Jefe del COT del Ministerio de Salud. Para cumplir esa función no hacía falta ser médico. Por ejemplo, en Cruz del Eje habíamos capacitado a un odontólogo para que fuera jefe del COT allí, en Mina Clavero el jefe del COT era un enfermero, y en Pilar era un veterinario. No había problemas porque no atendíamos a la gente. Pero justamente por el caso de Pilar empezaron las quejas. ¡Cómo podía ser que un veterinario quedara a cargo de esa función!, fue el reclamo. Querían que estuviera a cargo de un médico. La gente lo decía de ignorante porque la función que cumplíamos era logística no médica. Pero como la cosa empezó a hacerse más grande en los medios, Juan Schiaretti saca un decreto en el que ordena que desde el COE para abajo, todos los directivos tenían que ser médicos, sea cual fuera su especialidad.

-¿Qué pasó con usted, después del decreto?

-Yo ya era jefe del COT y cuando suben ese decreto al grupo de whatsapp, lo leo completo y hablo con Almada. “Che, yo no voy a poder seguir más con ustedes porque acá piden que sea un médico el que esté a cargo, y yo no soy médico”. Su respuesta fue: “dejalo que ya lo vamos a arreglar. Ahora tenemos que ir sí o sí a Río Cuarto porque está prendido fuego”. Esa fue la expresión, me la acuerdo clarito. Lo decía en el sentido de que acá estaba a cargo el doctor Pepe que era jefe del Hospital y director del COE pero no funcionaba nada: no había una línea telefónica donde llamar, estaba todo en el aire, y no aparecían casos por la sencilla razón de que no se estaba hisopando.

-¿Cómo fue su llegada a Río Cuarto?

-Vinimos un 4 o 5 de agosto y al día siguiente nos teníamos que presentar en el Centro Cívico. Ahí es donde yo conozco a todos estos personajes. Estaban en el primer piso, en una mesa larga.

-Estaban todos los funcionarios de la provincia y del municipio, ¿y usted en el medio de todos ellos?

-¡Claro! yo venía con los funcionarios de la Provincia y no conocía a ninguno de los de acá. Habló Diego Almada, y el representante político, Pablo Carvajal. Se dijo que Río Cuarto no tenía ningún protocolo, ni ninguna estrategia. Se dijo que se venían las elecciones y por eso es por lo que yo me termino quedando tanto tiempo acá, ¡por las malditas elecciones! Los candidatos más fuertes eran el doctor Abrile por los radicales y Juan Manuel Llamosas por el oficialismo. Supuestamente, Llamosas estaba perdiendo porque Abrile por su condición de médico les estaba dando con un caño porque las guardias estaban saturadas y la gente tenía que irse a Córdoba a atenderse.

-¿Qué se decidió en ese encuentro?

-Que había que tomar una intervención inmediata. Empezar a mover gente, empezar a mover hisopados, empezar a mover todo, ¡pero tenía que ser ya! Eso fue lo que se charló en esa mesa y a mí se me designa la función de buscar un lugar para empezar a hisopar. Encontramos la escuela Líbero Pierini y nos dan un mapa de todos los barrios donde debíamos llevar operativos Identificar y empezar a hisopar. Me mandan también la lista de toda la gente que teníamos a disposición. Parte era de la Cruz Roja, otra parte eran enfermeros de la secretaría de Salud de acá, y otra parte más chica, voluntarios. Empiezo a hacer lo que hacía habitualmente, coordinar la gente, pero seguía estando ahí esa duda que yo tenía: “che, pero yo no puedo estar cumpliendo esta función porque había un decreto que no lo permitía”. Yo a eso lo tenía presente, por eso le mando un mensaje a Diego Almada y le comento la situación. Él me dice: “mañana a la mañana, presentate en la oficina de (Marcelo) Ferrario, en el Palacio Municipal”. Y así lo hice.

-¿Qué le dijo usted, concretamente?

-¡Que yo no soy médico! “No, ya sé que vos no sos médico”, me responde. Le digo que ya había hablado con Almada y que había un decreto que me impedía seguir al frente del COT. “Salvo que ustedes designen a un médico que de última actúe como pantalla y yo lo asesoro a él”, le digo.  A esa propuesta me responde que no y me dice que lo hablaría con el intendente y después vería como solucionamos todo esto. Le dije que necesitaba una respuesta ese mismo día, sino me volvía a Córdoba porque si pasaba cualquier cosa el que quedaba mal era yo. “Quedate tranquilo, no va a pasar nada. Somos del mismo partido que la Provincia”. Siempre decían eso, que eran del mismo partido que el gobernador y que no iba a pasar nada. A la noche, me manda un mensaje Ferrario y me dice que me llegara al día siguiente a buscar mi sello.

-¿Qué pasó al día siguiente?

-Llego, leo el sello y decía lo mismo que decía el sello que tenía antes en el COT pero este tenía además la leyenda “dr” delante de mi nombre y un número de matrícula que me acuerdo hasta el día de hoy: 42345/9. Le vuelvo a decir a Ferrario que yo no era médico y él me responde: “ya sé, pero con esto nadie te va a molestar. Vos vas a poder seguir estando acá, por lo menos hasta que terminen las elecciones. Cuando ya esté todo acomodado, te volvés a Córdoba y seguís haciendo lo que venías haciendo”. Es decir, ¡no ser médico! Así es como empiezo a usar el título de doctor en Río Cuarto.

-¿La Provincia estaba al tanto de eso?

-Sí

-¿Cómo lo sabe?

-Porque cuando salgo de la oficina de Ferrario le mando un mensaje con la foto del sello a Diego Cardozo y después lo llamo y le digo: “Diego, vos sabés que fui y…”. Y él me interrumpe: “Quedate tranquilo, ya lo hablé con Ferrario y está todo bien”. No, le digo, no está todo bien porque si a mí me preguntan qué digo. Y Cardozo me responde: “nadie te va a preguntar nada, quedate tranquilo. Y si alguien te pregunta algo, decile que hable conmigo. La secretaria de salud de Río Cuarto es lo mismo que nosotros. La manejamos nosotros, nadie te va a preguntar nada y si te preguntan decile que hablen conmigo”, me repite. Y ahí empieza el error mío, de no decir nada. De seguir con eso. Y, bueno, qué paso. Que la gente empezó a preguntar, y yo no podía decir que no era médico. Tenía que asumir ese rol porque lo había aceptado. Todo lo que sellaba decía, “Doctor Ignacio Martín”, y ya no podía decir, “no, no soy doctor”, estamos todos locos. Ahí empieza el problema, porque de algo mínimo yo empiezo a mentir.

-¿Y se empieza a hacer algo más grande?

-Se empieza a hacer más grande, una bola.

-Y usted empieza también a tener contacto con pacientes.

-Claro, porque yo cuando empiezo acá en Río Cuarto no me ponían a nadie que me ayudara. Quiero destacar algo, todos los pacientes con los que yo tuve contacto fueron todos con toma de signos vitales.

-Práctica que usted conocía por sus conocimientos como paramédico.

-Exactamente.

-De esa manera, zafaba de la sospechas.

-Es que no hacía nada para lo que yo no estuviese capacitado. Una toma de signos vitales no era algo para lo que yo no estuviese capacitado. Cuando había una emergencia o una urgencia, se mandaba una ambulancia.

-Recuerdo que durante el juicio alguien declaró que usted le dijo “hoy tuve un día de mierda se me murieron dos pacientes”. Eso usted no lo desmintió.

-No.

-Como si ya hubiera incorporado el rol de médico.

-No. Es que se saca de contexto. Eso yo lo quise aclarar en el juicio y mi abogado dijo que no hacía falta.

-¿Lo puede explicar ahora?

-En el Centro de Operaciones Táctica manejábamos una lista de gente internada en el hospital que estaba en situación crítica por Covid, osea que dependía de nosotros por más que estuviese internada. Y ese día habíamos tenido dos bajas de pacientes y nosotros en el Boletín Oficial subíamos la información de los contactos estrechos, los casos positivos y las muertes. Fue en ese contexto en que surgió ese comentario. Veníamos de mucho tiempo sin muertes, y ese día se produjeron dos.

-También prescribió medicaciones a pacientes. Entiendo que su formación como paramédico no lo habilitaba para eso.

-No, pero fíjate que era de público conocimiento que la medicación que se prescribía era el paracetamol, que era de venta libre.

-¿Y eso no le hacía ruido, empezar a asumir roles que no le correspondía?

-Sí, sí.

-¿Cómo convivía con eso, como hacía para  poder dormir?

-No, era un infierno. Estaba en una situación de estrés absoluta porque no descansaba. Vos imagínate, Alejandro, que yo estaba de lunes a lunes trabajando, no tenía un domingo para descansar. Todo el año 2020 de la pandemia no dormía. Tenía tres teléfonos, tenía el mío, el de acá en Río cuarto y el del Ministerio de Salud. Los tres teléfonos sonaban todo el día, yo no podía dormir, osea no tenía un momento para mí, para decir ahora duermo, o ahora puedo ver a mi familia.

-Es entendible eso desde el ajetreo de la función en un momento de emergencia general, pero yo me refiero a otra cosa, ¿Cómo podía dormir sabiendo que estaba asumiendo un rol de algo que no era? ¿no le hacía ruido eso?

-Sí.

-¿Se había planteado ponerle un límite, o decir a esto en algún momento lo blanqueo?

-¡Es que yo me quería ir! Yo desde septiembre me quería ir, constantemente. Porque como te decía al principio a cada lugar que iba estaba 3, 5, 7 días como máximo y acá ya llevaba un mes, ¡y después terminé estando cinco meses! No me dejaban ir. No me dejaban, no en el sentido de que me tenían secuestrado. No me dejaban ir porque me decían, “esperá que terminen las elecciones”. “Cuando terminen las elecciones te vas”. Y las elecciones primero iban a ser en octubre, y al final se terminaron haciendo a mediados de noviembre. Recién el 10 de diciembre, cuando asume otra vez Llamosas a mí me dejan ir. Todo eso que vos me estás preguntando yo me lo planteé mil veces. Todo el tiempo me lo planteo. Pero también yo tenía miedo. Si quería al otro día agarraba mis cosas y me iba porque no me tenía secuestrado nadie. Pero si preguntaban por qué se fue de la noche a la mañana, por qué desapareció. A ver, vamos a investigar. Había que plantearse eso también. Cuando uno hace las cosas mal no podés desaparecer de la noche a la mañana porque es aún más sospechoso.

-¿Volvió a tener una charla con Ferrario sobre esta situación?

-Con Ferrario hubo un mensaje que se mostró en el juicio, no sé si vos te acordás que se le mostró en una pantalla. Fue una captura de whatsapp, donde yo le planteaba que había venido Cristina Dana, que en ese momento era secretaria de él y me había pedido a mí cierta documentación para presentar. “Me está pidiendo cosas de médico y yo médico no soy”, le dije y la contestación de Ferrario fue: “quedate tranquilo que a los papeles los arreglo yo”. Ese mensaje quedó como evidencia y lo presentamos en el juicio. Mi abogado había pedido la sábana y ese teléfono pertenecía a Ferrario. Pero cuando lo llevan a atestiguar, los jueces le dicen que no tenía la obligación de responder sobre ese tema porque podía autoincriminarse. Entonces, él agarra y dice: “prefiero no contestar”. ¡Sabían, Alejandro! Es lo mismo que vos llegaras hoy, te sentaras acá y me dijeras “soy el director de la cárcel”.

-Finalmente, ese asunto de la documentación se resolvió.

-Sí, sí, sí. Nunca más me llamaron de nuevo. Por eso Cristina Dana declara que yo a ella nunca le di nada. ¡Y es cierto!

-Antes de los alegatos, le pidió a los jueces que la misma dureza que vayan a tener con usted la tuvieran con los funcionarios que lo pusieron en el cargo.

-Sí, quería que se juzgara a estas personas con la misma vara que se me juzgó a mí.

-¿Cree que eso sucedió?

-No, no sucedió, ni tampoco va a suceder. Ya me quedó claro.

-¿La investigación se agotó en usted?

-La investigación se agota conmigo, aunque se envió el expediente a otras fiscalías para que se continuara investigando. A mí me absolvieron del homicidio del que se me acusaba porque se determinó que no tuve nada que ver con el deceso de un paciente. Pero el médico de cabecera de ese chico era (Isaac) Pérez Villarreal. Y el médico que nunca mandó una ambulancia fue Pérez Villarreal. El médico que abandonó al paciente fue Pérez Villarreal. Cuando los jueces me condenan a mí, ordenan a una fiscalía de Río Cuarto que se investigue el actuar de Pérez Villarreal, pero nunca tuve noticias de que se haya hecho.

El médico al que se refiere Martín es el actual subsecretario de Salud de la Municipalidad de Río Cuarto y Martín no tiene ninguna esperanza de que sea llevado a un juicio. “La Justicia muchas veces no es algo que uno pueda manejar. La Justicia es una cuestión de poder, yo poder no tengo, por eso estoy acá solo”, afirmó.

-¿El engaño quedaba entre usted y los funcionarios, o se lo pudo contar a alguien, a su novia por ejemplo o a su madre?

-No, no se los conté porque no las quería involucrar. Ellas estaban en Córdoba y yo acá. Mi familia se entera cuando el caso se hace mediático. En ese momento, a la primera persona a la que le digo es a mi mamá.

-¿Qué reacción tuvo ella?

-Lo tomó muy mal. Al día de hoy tiene ataques de pánico y un montón de cosas más a causa mía.

-¿Ella lo perdonó?

-Sí, mi mamá sí. Pero soy yo el que no me lo perdono. Aunque no lo creas o no parezca por lo que la gente piensa de mí, yo soy una persona muy moralista. Toda la vida lo fui, aparte de ser muy moralista, soy muy católico. No me lo perdono.

-¿Si se cruzara con alguno de los funcionarios qué les diría?

-No, si me los cruzara no les diría nada. Lo que les tuve que decir se los dije cuando saltó todo esto mediáticamente. Yo me quise reunir con Ferrario. Él primero aceptó. Tenía que venir un lunes a hablar con él, pero cuando vine me respondieron que tenía su agenda ocupada. Ninguno quiso dar la cara de nada. A los funcionarios de la Provincia, los llamé y nunca me atendieron. Les escribí por whatsapp y me bloquearon. Ahí entendí el famoso “estás solo y arréglate como puedas”.

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