El gigante del streaming lanzó a nivel mundial “Las mil muertes de Nora Dalmasso”, la serie documental que muestra el desaguisado judicial en torno a un crimen sin condena
Desde este jueves, en la más recóndita aldea del planeta alguien puede encender el televisor y toparse con las imágenes de los pintorescos chalets de la Villa Golf, el que durante décadas fue el barrio más exclusivo de la ciudad y, luego de la fatídica madrugada de 2006, se convirtió en un parque temático. Es que veinte años después sucedió lo inevitable. El crimen de Nora Dalmasso se transformó en una serie de Netflix.
Como en el túnel del tiempo, en el documental “La mil muertes de Nora Dalmasso”, afloran otra vez las locaciones y los rostros tantas veces vistos en los noticieros. Nada nuevo bajo el sol dirán quienes siguieron hasta el hartazgo las innumerables novedades judiciales y la multiplicidad de versiones que se echaron a rodar durante tanto tiempo. Sin embargo, la sensación de ver en una maratón el derrotero de la investigación judicial, el desfile de imputados –el perejil Gastón Zárate; el hijo de Nora, Facundo, y su padre Marcelo Macarrón- y la danza de hipótesis –violación, sexo consentido, crimen por encargo-, genera un efecto vertiginoso que el gigante del streaming logró capitalizar en tres capítulos: El crimen (47 minutos), Los acusados (48) y El juicio (59).
Con una novedad, insoslayable. Esta vez hay una presencia predominante de los integrantes del círculo íntimo de la víctima, su esposo y sus dos hijos, quienes durante años custodiaron con celo la privacidad de un hecho que por su brutalidad hizo estallar en mil pedazos el concepto de intimidad.

En “Las mil muertes de Nora Dalmasso”, la familia Macarrón no sólo le abrió las puertas de su casa a la productora del Reino Unido, Pulse Films, sino que también aportó filmaciones de viajes de vacaciones y fiestas de cumpleaños, y hasta cartas personales que fueron leídas por los propios protagonistas.
La narración se sostiene en un contrapunto entre la palabra de Facundo Macarrón que es quien asume la voz cantante de su familia, y las noticias de la causa judicial que eran difundidas por la prensa y que, a lo largo de la serie, son condensadas por el periodista Hernán Vaca Narvaja, el director de la revista El Sur, que investigó minuciosamente la causa.

Como si todo fuese parte de un mismo cambalache, la labor de ciertos movileros de Buenos Aires que se regodeaban en el morbo de las versiones sobre “el juego de la llave” y “la asfixia sexual” o reproducían sin la mínima ética las fotos de la víctima en la escena del crimen, en el testimonio de Facundo Macarrón acaba equiparándose a la de los medios locales que se movían preponderantemente con la información del expediente judicial y –justo es recordarlo- con las versiones que aportaba el propio vocero de la familia.
“No podíamos ir contra todos los medios nacionales y provinciales, y mi papá decide ir en contra de tres periodistas locales”, dice Facundo, en un tramo de su alocución. Una de las personas demandadas fue Alejandra Elstein, la recordada fundadora de Otro Punto, que en la escena siguiente aparece en una rueda de prensa del Círculo Sindical y le responde con una frase que sigue resonando hoy: “me parece que se equivoca de enemigo”.
La destreza del director de la serie, Jamie Crawford, consigue una narración fluida y un aire de trhiller sostenido por una musicalización de fondo que va puntuando los climas. Eso sí, hay algunas ausencias demasiado llamativas para un trabajo con pretensión exhaustiva. En ningún momento se menciona a quien fuera para la familia el principal sospechoso del crimen, “el francés” Miguel Rohrer, sobre todo cuando en pleno juicio el acusado lo mencionó con nombre y apellido como el probable asesino. Tampoco aparece en escena Marcelo Brito, una figura inseparable del viudo y el abogado que desde el primer día tuvo una alta exposición en la causa. ¿Otras ausencias notorias en la reconstrucción documental? La de la madre de Nora, Nené Grassi de Dalmasso quien en vida no ocultaba sus resquemores en relación al yerno, al punto de que hasta pocos días antes del juicio había mantenido la figura de querellante. Y la del vocero Daniel Lacase, que en esta serie, perdió la voz.


El fiscal del juicio dijo claramente que la bata tiene que hablar, y la bata habló. Ahora el juicio por la verdad.
La clave del documental no era encontrar un asesino sino sanar y dar paz a una mujer asesinada y a 3 sobrevivientes del ensañamiento, amarillismo y resentimiento de los medios de comunicación. Pudieron contar su verdad de primera mano, así como Vaca Narvaja pudo contar sus confabulaciones. “Pero vos los conoces? ¿a los Macarron?” Jaque mate.
Conmovido por la fuerza del documental presentado anoche, más allá de lo grave un crimen y el dolor de los afectados, me parece que estamos ante un documental excelente en contenido y resalizacion.
En mis tiempos de Cine Club a los documentales se lo considero CINE VERDAD.
Que bueno sería analizar el papel de los medios y el periodismo.