Trama de abusos y abandono, detrás de la peor acusación
“No quise matar a mi mamá”
Otro Punto siguió desde adentro el juicio a “El tucu” Brian Valdez, un joven juzgado esta semana en los tribunales de Río Cuarto por el más grave de los delitos: el matricidio. El tribunal demostró que no tuvo intención homicida, y le aplicó una pena de 11 años
Esto no es una crónica policial. Conviene aclararlo de entrada. El que busque sangre, o un asesino impiadoso, o una condena ejemplar en esta historia puede buscar letra en otro lado.
Es cierto. Lo que sucedió el mediodía del 12 de octubre del 2023 en la casa de ladrillos cerámicos sin revocar de la Avenida Belgrano 205, en General Cabrera, tiene todo lo que exige una crónica de placas rojas: una víctima indefensa (una mujer de 37 años), un arma desacostumbrada (la reja de una ventana) y un autor indubitable (un chico que entonces tenía 19 años).
Tiene además un ingrediente adicional que lo transforma en un episodio singular y –digámoslo sin sonrojarnos- magnético para cualquier crónica policial que se precie: quien provocó la muerte de Mercedes Claudia Guzmán es su propio hijo.

Sí, lo que estuvo en el origen de la acusación que hiciera el fiscal Pablo Jávega era la más repudiable de las conductas humanas: el matricidio. Ese fue el delito que se estuvo juzgando en la Cámara Segunda del Crimen de los tribunales de Río Cuarto, entre el lunes 24 de febrero y pasado el mediodía del jueves; y acabó con una sentencia condenatoria para Brian Nicolás Eduardo Valdez, un muchacho delgado y de hombros caídos que irrumpió en la sala de juzgamiento con una remera Adidas azul, una cruz tatuada en el cuello y un clamor que se hizo oir en medio de hipos de llanto:
-No quise matar a mi mamá. Nunca le quise hacer daño yo, por más que ella me haya abandonado.
Los once años de cárcel que le aplicó el tribunal de la Cámara Segunda del Crimen integrado por los jueces Pablo Bianchi, Emilio Andruet y Carlos González Castellanos y por ocho jurados populares son una pena elevada para alguien que durante toda su existencia sintió la exclusión y la falta de amor, aunque podría haber sido perpetua si se lo encontraba responsable del delito de homicidio calificado por el vínculo, tal como llegó acusado a la sala de juzgamiento.
Esa es la punta del iceberg, el título de la crónica policial. Lo que no se ve, lo que late debajo del océano de folios judiciales es la historia de vida de un hombre que en sus veinte años de vida no tuvo un momento feliz o al menos ninguno que aflore nítido en su memoria.
Sí tuvo, en cambio, cachetazos (de los literales y de los figurados). A Brian Valdez, lo apodan “El tucu” por el lugar de procedencia de su familia. Fue en la ciudad tucumana de San Miguel donde lo engendró su madre, fruto de una relación furtiva con un hombre al que “El tucu” jamás conoció. Esto lo supo de grande. Hasta entonces, estaba convencido de que el hombre al que no podía siquiera mirar sin que aparecieran chispas de odio en sus ojos, era su padre.

La historia de su llegada al mundo, ese relato que cualquier padre suele evocar con datos edulcorados, para él tuvo un tono desangelado: “nunca conocí a mi verdadero padre, a mí me querían abortar”, dijo en un susurro, frente al tribunal.
También fue en San Miguel donde abusaron sexualmente de él cuando tenía siete u ocho años. Ese dato implacable en su biografía no lo aportó Valdez cuando el juez Pablo Bianchi le preguntó sobre sus aspectos personales, sino Karen, su hermana de 18 años. Karen es su alma gemela, casi un bálsamo en esa carcaza abollada por los golpes que es el corazón de Brian. El lunes, cuando a ella le tocó declarar como testigo no recordaba con exactitud la edad que tenía su hermano cuando lo violaron, aunque sí aseguró que el vecino que le estropeó la vida a “El tucu” todavía está preso por ese abuso.
La otra figura masculina que acabó de pisotear el orgullo alicaído de Valdez lleva su mismo apellido. Es su padre de crianza, Ernesto Adrián Valdez. Un hombre macizo de cuello grueso y espaldas anchas que lo anotó como hijo propio aunque, con el paso de los años, la sospecha de que eso no era la verdad de los acontecimientos se fue acrecentando hasta abrir un abismo entre él y “su hijo”.
Él también estuvo en los tribunales el lunes y contó lo que pudo percibir el mediodía de la tragedia.
-Ese día mi mujer me había mandado a dormir porque íbamos a viajar a Tucumán. No llevaba ni media hora acostado cuando empiezo a escuchar alboroto afuera. Cuando salgo a la vereda la veo a mi esposa tirada en el piso.
La reja de la ventana que acaban de poner esa mañana para asegurar la vivienda mientras estuvieran afuera había sido arrancada por Brian y, en medio del forcejeo entre madre e hijo, uno los barrotes se había incrustado en el costado izquierdo del abdomen de Mercedes Claudia Guzmán, la madre de “El tucu”.
Es aquí donde se dividen las aguas. Unos testigos aseguran que Brian salió en busca de su madre para recriminarle por haber denunciado en la Policía que había golpeado a su novia de 14 años, otros sostienen que el verdadero blanco de la furia del joven era su padrastro que en numerosas ocasiones habría ejercido violencia contra su esposa.
De esa violencia que se vivía a diario en el hogar de los Valdez, Karen -la hermana de “El tucu”- habló con todas las letras. “Cuando tomaba, mi papá le pegaba a mi mamá delante de nosotros, nos pegaba a todos”.
En su declaración, Ernesto Valdez no se dio por aludido, aunque reconoció que discutía a menudo con su mujer por tener que mantener a Brian, a quien consideraba un vago que no estudiaba, no salía a trabajar y se drogaba todo el día.
En su testimonio, el padrastro también admitió que Brian ocupaba la piecita del fondo de la casa familiar. Era un espacio minúsculo, sin ninguna comodidad.
-¿Cómo hacía para ir al baño? – Le preguntaron.
-Esperaba que no estuviera yo y se metía en el baño de mi casa, porque mientras estaba yo no lo dejaba entrar. –Contó el testigo.
En esa misma piecita, su madre y su hermana Karen alcanzaron a salvarle la vida cuando a Brian Valdez lo encontraron colgado de una soga y con el rostro ya amoratado. No fue el único intento suicida de “El tucu”, ya preso tuvo tentativas de quitarse la vida dentro del Servicio Penitenciario número 6. Ahora, en sus días de encierro fue hallando ocupaciones para despejar su mente y pensar en otra cosa: hace fajinas en la cocina del penal, va a un taller de dibujo y el 5 de marzo tiene pensado retomar sus estudios secundarios.
El abrazo partido
Si “El tucu” no acabó con una pena de prisión perpetua se lo debe, en gran parte a la defensa que llevó adelante la asesora letrada Luciana Casas y a otras dos mujeres. Una de ellas fue Erica Lualdi, vecina que vive enfrente de los Valdez, quien fue testigo involuntaria de la violenta escena. Antes de declarar, pidió que retiraran de la sala a Valdez y así lo ordenó el tribunal, convencido de que la mujer sentía temor a alguna represalia.
El pedido predispuso a todos en la sala a oir un testimonio que podía resultar fulminante para el acusado, pero sucedió todo lo contrario. Lualdi no sólo describió como “muy buenos vecinos” tanto a la madre como al hijo, sino que apuntó al jefe de familia como la piedra de la discordia. “Él era el que le decía a su mujer que no lo quería más en la casa, y ella defendía más a su hombre que a su hijo”, contó.
En relación a lo que pasó el mediodía del 12 de octubre de 2023, la testigo aseguró que lo que ella vio no fue un ataque directo del hijo hacia su madre, sino un forcejeo que terminó de la peor manera. “Él se colgó de la reja que estaba con cemento todavía fresco y la sacó, para mí lo hizo porque quería entrar a toda costa a buscar a su padrastro. Su madre salió a la puerta a frenarlo, forcejearon y fue entonces cuando terminó clavándole la punta en el costado izquierdo”, dijo.
Frente a semejante testimonio exculpatorio, uno de los jueces le preguntó si había sido realmente por temor que no había querido hablar enfrente del acusado.
“No, no doctor. Pasa que a él yo lo conozco de chico, siempre fue muy bueno conmigo y, la verdad, me duele verlo ahí”, dijo, haciendo esfuerzos por contener el llanto.
La otra testigo que acabaría inclinando la balanza, ya fue mencionada en esta historia y se llama Karen Valdez. Fue ella quien introdujo en el juicio y sobre todo en la mirada de los jurados populares una faceta de abusos, carencia de afecto y abandono que hasta entonces no había ingresado de manera tan vívida al expediente judicial.
Aprovechando el tono sincero y ecuánime de la testigo, uno de los jueces –el vocal Carlos González Castellanos- le hizo una pregunta directa.
-¿Tu hermano quiso matar a tu mamá?
La respuesta de Karen no pudo ser más honesta:
-Cuando discutían decía que la iba a matar, eran cosas que le gritaba nomás. Pero de querer matarla realmente, no. Eso no.
Para ella, como para el resto de los hermanos, todo fue a pérdida. “Sufro mucho por tener a mi mamá bajo tierra y a él preso”, dijo y agregó que en todo el tiempo que “El tucu” lleva encerrado no fue jamás a visitarlo porque su padre se lo impide. Ya sin la mirada vigilante de su progenitor que fue obligado a permanecer apartado de la testigo, Karen con un hilo de voz se atrevió a hacerle un pedido al presidente del tribunal, antes de retirarse de la sala de juzgamiento.
-¿Puedo darle un abrazo a mi hermano?
La intensidad de lo que sucedió a continuación ablandó hasta el más pétreo de los rostros. La testigo se levantó de la silla y se acercó al banquillo, su hermano se puso de pie y ambos estuvieron largos segundos abrazados, sin poder contener el llanto.
Ya afuera del edificio de justicia, Karen y su padre se reencontraron. Sin conocer qué es lo que cada uno de ellos había acabado de contar frente a los jueces. Subieron a una motocicleta roja –él con casco y al volante; ella sujetándose desde atrás, sin ninguna protección- y desandaron los 58 kilómetros que los separaban de General Cabrera, o de lo que queda de un hogar que estalló en mil pedazos.

Soy el amigo lejano del tuco, siempre tubo problemas pero el en la primaria trataba de reír y yo estaba con el cuando fuimos a piedra colorada se quiso suicidar pero con mis compañeros constante mente lo fuimos a visitar esos 2 día que estubo internado le mando un beso y un abrazo desde Tucumán y que Dios lo cuide a dónde va