Desde su casa fue testigo de un crimen, en tiempo real
Ojos de video tape
La madrugada del 30 de enero de 2024, la propietaria de una cochera cercana a la cancha del club Municipal vio desde las cámaras de seguridad cómo dos asaltantes herían de muerte al encargado del predio, Juan Carlos Bueno, de 65 años. Su testimonio y las imágenes que aportó en pleno juicio fueron claves para que Oscar Cechini (40) y Leonardo Tejeda (32) recibieran prisión perpetua y el crimen no quedara impune.
Fotos: Santiago Mellano
La noche anterior dos extraños los habían visitado, con las peores intenciones. Con un manojo de llaves primero y con una barreta minutos después, forzaron el portón de la cochera recostada en uno de los laterales de la cancha de Municipal, aunque no lograron entrar. Por eso, Juan Carlos Bueno (65) y María Belén Borgatello habían tomado el recaudo de cambiar el candado y reforzar el portón violentado. Pero la madrugada siguiente, el 30 de enero de 2024 a las 4.30, los extraños volvieron y, aprovechando un descuido, se colaron en el predio de calle San Lorenzo 175. Una vez adentro, ya nada pudo frenarlos.
Para María Belén Borgatello, una mujer delgada de apariencia frágil, Bueno era como de la familia. Aunque ya no convivía con su mamá, era una figura paterna. Tanto es así que los hijos de Borgatello, lo veían como un abuelo “súper presente”.
Acaso por eso, por el afecto que la unía a Bueno y por la carga de violencia que tuvo aquella madrugada, ella nunca pudo quitarse las imágenes de su cabeza. Ahora, las evoca una vez más frente a un tribunal integrado por los jueces de la Cámara Segunda del Crimen y por los jurados populares, como si las imágenes que vio desde la cámara de seguridad volvieran a desfilar por sus retinas.
Es la mañana del lunes 28 de abril y, además del tribunal, la sala de audiencia está poblada por estudiantes de periodismo que esperan presenciar el testimonio de Borgatello, la testigo involuntaria del crimen de Bueno. ¿Por qué involuntaria? Porque esa madrugada, en el preciso momento en el que el sereno fue atacado a puñaladas en su casilla, la mujer estaba hablando por teléfono con él y, cuando escuchó los primeros gritos de auxilio del otro lado de la línea, activó en su celular las cámaras que le permitían vigilar la propiedad, a varias cuadras de distancia de su casa. ¡Nunca imaginó que acabaría asistiendo a un violento asalto, en tiempo real!
“Unos minutos antes habíamos estado hablando con él de lo que había pasado la noche anterior, y cuando escucho los gritos de Juan, lo primero que pensé fue que me estaba haciendo una broma, y activé la cámara de seguridad”. Enseguida supo que no era así. Desde su celular, observó a dos hombres con los rostros a medio cubrir que se colaron directo hacia la oficina del sereno, aprovechando que unos minutos antes uno de los clientes de la cochera había dejado abierto el portón de entrada. Una vez allí, la emprendieron a puñaladas contra el cuidador, sin mediar palabras.
La apariencia quebradiza de la testigo es solo eso, una apariencia. Cuando habla, la voz no le tiembla por más que a escasos dos metros de la silla donde está sentada, los acusados Oscar Jorge Cechini (40) y Leonardo Evaristo Tejeda (32) no le quitan la mirada.
Borgatello recuerda que esa noche hacía mucho calor, por eso Bueno estaba con el torso desnudo y con la puerta de la casilla abierta. En medio de un ataque de nervios, la propietaria de la cochera vio cómo los dos extraños ingresaban armados con cuchillos y una barreta de hierro y la emprendían contra el sereno que estaba sentado y solo atinaba a decirles que no le pegaran, que no tenía dinero consigo.
-A punta de barreta, lo golpean, lo tiran de la silla y lo apuñalan en el piso, mientras él estaba totalmente indefenso.
La testigo contó que el que atacó inicialmente al sereno fue Cechini, mientras su cómplice se limitaba a observar la escena. Pero en un segundo momento, relató que Tejeda también ejerció violencia contra Bueno. “Le daba patadas en el piso y, cuando ya estaba agonizando, hacía fuerza para robarle las zapatillas”, relató la mujer.

En tribunales, Cechini y Tejeda asumieron estrategias distintas. Cechini, un albañil con tres hijos que en este juicio también fue juzgado por un violento robo a una motociclista, reconoció tener una fuerte adicción a la cocaína y dijo que aún adentro de la cárcel sigue consumiendo droga, a diario. Del crimen del sereno no se hizo cargo. Lo negó y se abstuvo de seguir declarando. Tejeda, buscó despegarse de la golpiza que recibió Bueno y dijo: “yo sólo fui a robar”. Él también es albañil, incluso llegó a trabajar un tiempo bajo las órdenes de Cechini. En este juicio, Tejeda tuvo que responder, además, por las amenazas de muerte que le profirió a una ex pareja.
Si no lograron quedar impunes fue por los rápidos reflejos de la testigo que los estaba siguiendo desde las cámaras. El llamado de Borgatello alertó a la Policía que rápidamente llegó a la cochera. Tejeda fue detenido en el lugar. Cechini entró en pelea con los uniformados y logró escabullirse por los monoblocs de las 320 Viviendas hasta colarse en el patio de una casa de calle Edison 548. Después de patearle la puerta al dueño de casa, le exigía a los gritos: “¡ayudame, que si me agarran no salgo más!”. No tuvo suerte, también fue detenido esa madrugada.
El servicio de ambulancia, contó la testigo, no fue tan diligente como la Policía. Con una grave herida punzante en el pericardio, y otra en el pulmón, Bueno estuvo largos minutos esperando ser trasladado al hospital.
La convalecencia del sereno fue lenta y penosa. Tras varias semanas de agonía, su vida se apagó el 21 de abril del 2024. A partir de ese día, Cechini y Tejeda pasaron a estar acusados de homicidio criminis causa, es decir, de matar para ocultar las evidencias del robo.
¿Por qué no se secuestró el video?
El valiente testimonio de Borgatello y las imágenes de la cámara se seguridad que aportó (¡en pleno juicio!) fueron clave para lograr la condena de los asaltantes. Llamativamente, una prueba tan contundente como las imágenes captadas en la escena del delito nunca antes habían sido tenida en cuenta.

Apenas supo que la testigo aún conservaba en su celular la filmación, la fiscal de Cámara, María del Rosario López, pidió con toda lógica al tribunal que las receptara como medio de prueba. Eso dio lugar a que una de las defensoras, la asesora letrada Luciana Casas, recordara que durante la investigación ella misma había pedido que se recabaran esas imágenes pero recalcó que el fiscal de instrucción de Cuarto Turno le denegó ese pedido, “porque dijo que no eran necesarias”, acotó.
Así, las contundentes imágenes recién pudieron ser vistas por todas las partes la mañana del miércoles y resultaron cruciales para que Cechini y Tejeda –ya en plena hora de la siesta- recibieran la condena de prisión perpetua.
Desde un televisor ubicado frente a los jurados populares, se proyectaron las filmaciones que aportó la testigo. Fue justo antes de que la fiscal iniciara su alegato. Bastaba ver el rostro demudado de los ciudadanos comunes que actuaron como jueces, y los movimientos nerviosos de las piernas de los acusados para entender que esas imágenes iban a tener tanto o más peso que el alegato de la fiscalía.
Minutos antes de que se diera a conocer el veredicto, María Belén Borgatello le confió a Otro Punto que era consciente de que su participación en este juicio había sido providencial: “sé que si no me hubiera ofrecido a declarar, y no hubiera aportado los videos, la situación de los dos acusados hoy hubiera sido muy diferente”.
La mujer delgada que un año atrás ya había dado la talla en un momento donde cualquiera se hubiera nublado por los nervios, esta semana volvió a dar una muestra de arrojo. “Ninguna condena nos va a devolver la vida de Juan, pero esto nos trae un poco de paz y de alivio”, afirmó antes de salir de los tribunales.

