Alvin Holsey, una visita
preocupante para Argentina
Es imprescindible abrir los ojos respecto de que la suma de torpezas en una política exterior vacilante, contradictoria y claudicante pueden generar antecedentes que, a mediano plazo, podrían tornar en ilusorios los históricos reclamos argentinos sobre Malvinas

Mientras el mundo estaba preocupado por la Sede Vacante en el Vaticano, el pasado 29 de Abril, visitó Argentina el Jefe del Comando Sur de los Estados Unidos, el Almirante Alvin Holsey. Fue recibido con todos los honores en la Casa Rosada por el Presidente Milei junto con el Ministro de Defensa, el radical Petri. A modo de síntesis, podría decirse que vino en el contexto de la transición que se está viviendo en el mundo.
En un planeta dividido en regiones, los Estados Unidos tienen fuerzas militares repartidas para controlar las diversas áreas. El Comando Sur tiene la responsabilidad de la seguridad de la zona sur de las Américas. Y que quede claro: no importa quién gobierne en Washington. Diferenciar a los Demócratas y a los Republicanos al punto de decir que tienen una visión global distinta es un error. Tienen estilos diferentes, e internamente hay diferencias importantes. Pero en la forma de ver al mundo no ha habido gran cambio. Sí en la superficie, pues Trump ha entrado en negociaciones en Ucrania, con Rusia y en el llamado Oriente Medio. Aun así, Biden quería negociar un nuevo acuerdo con Irán. No pudo, pero Trump sí lo está haciendo.
El Almirante Alvin Holsey, en sus 4 días de visita, planteó la “cooperación militar”. Obviamente, se habla de una base compartida en Ushuaia…y de la venta de armas. El negocio de los aviones F-16 (de segunda mano), implica un contrato con la Lockheed por cientos de millones de dólares para su modernización y mantenimiento. Eso se negoció durante el gobierno anterior (el de Biden). No hay que esquematizar demasiado las diferencias en los gobiernos formales, pues hay fuerzas que concurren por debajo de ellos.

En esta perspectiva de un mundo en transición, queda claro que Estados Unidos ya no ejerce una hegemonía absoluta sobre gran parte del mundo; una cosa es en el hemisferio occidental, donde Trump insistió una y otra vez con tomar Groenlandia, y eso tiene relación con lo que Washington quiere de Argentina por la Antártida. Groenlandia tiene importancia estratégica por las nuevas rutas marítimas abriéndose por el deshielo en el Ártico en el norte, que está permitiendo a Rusia y China pasar por ese lugar en lugar de tener que hacerlo por Suez o por otras rutas, sin negar las riquezas naturales que allí existen.
Y eso puede trasladarse a la Antártida: es casi igual. Una razón oficial de la visita del Almirante Holsey fue “revisar las rutas del comercio internacional” cuando fue a Ushuaia. Allí cerca está el estrecho de Magallanes, pero también el Pasaje de Drake. Y aunque todavía no tienen la importancia de las rutas nuevas que se están abriendo en el Ártico, las del sur van a ir cobrando mayor importancia.
En términos generales, Estados Unidos está efectuando un repliegue sobre América y especialmente sobre todas las partes estratégicas en términos de defensa militar, y también en términos de riquezas naturales y de rutas de transporte. No debe olvidarse que Rusia encontró indicios de riquezas petroleras en la Antártida equivalentes a 500.000 millones de barriles, lo que es casi el doble de las reservas del país que mayor cantidad tiene en el mundo. Súmese a ello la pesca, el agua dulce y las tierras raras.
Por último, el estratégico paso comercial de las aguas del Sur evidenció el verdadero deseo del visitante del norte: una base compartida en el extremo sur de la Argentina. Y si se piensa en que Argentina tiene ocupadas las Islas Malvinas, en donde hay una base militar increíblemente grande (y que es claramente de la OTAN), se puede entender por qué Estados Unidos plantea una base en Ushuaia; pero nadie discutió (ni el Gobierno argentino lo sugirió), el por qué de la aparente necesidad de la OTAN de una especie de “hub” naviero en Puerto Argentino, con el proyecto de un megapuerto con vistas a su uso militar y comercial.
La presencia británica en el Atlántico Sur es muy importante para Estados Unidos, y tener una base “compartida” con Argentina en Ushuaia sería fundamental para “cerrar” esa zona a diversos países. Y si a eso se le suma que Washington busca consolidar alianzas con los países que controlan el estrecho de Malaca en el sudeste asiático, podría “estrangularse” el comercio internacional para los países que pretendan continuar comerciando con China. Entre Malvinas y Ushuaia, entonces, se podría cerrar la ruta comercial que China necesitaría para países del Atlántico, al tiempo que en Asia se busca perjudicar a Pekín. Por eso es que China también pretende ganar tiempo abriendo el viejo proyecto del Canal de Tailandia, para prescindir del estrecho de Malaca.

Que quede claro que no es imposible revertir este proceso tolerado y auspiciado por el actual Gobierno argentino, donde a este país le toca jugar de peón y no de Rey; pero es imprescindible abrir los ojos respecto de que la suma de torpezas en una política exterior vacilante, contradictoria y claudicante pueden generar antecedentes que, a mediano plazo, podrían tornar en ilusorios los históricos reclamos argentinos sobre Malvinas, San Pedro (Georgias del Sur) y Esquivel (Sándwich del Sur), así como la proyección antártica.
Tal vez sea cierta esa frase que se escuchó en algún momento: ojalá que las argentinas y los argentinos puedan entender que aún existen las herramientas democráticas para defender los históricos intereses permanentes del país frente a las continuas concesiones a quienes sólo buscan que China no haga pie en estas costas, para lo cual se trata a Argentina como una colonia del Siglo XIX.
No sea cosa que este Pueblo tenga que llorar como niños en el futuro lo que no estén sabiendo defender ahora como adultos.
