Pueden ustedes utilizar el término que deseen (“encerrona”, “traición”, “golpe bajo”, “entregar su cabeza”) para referirse a la vergonzosa escena que se pudo apreciar en el Salón Oval de la Casa Blanca, donde un derrotado Volodimir Zelenski iba a entregar el 50% de las riquezas minerales a cambio de que EEUU impusiera a Rusia la devolución de los territorios ocupados.
Lo cierto es que en esa reunión, donde Zelenski se indignó ante la pasividad con la que Trump hablaba de “propuestas de paz habladas con Putin”, se pudo ver hasta qué punto la dupla gobernante en EEUU es peligrosa. En el anterior mandato de Trump, un Pence moderado evitó lo que podría haber sido un Golpe de Estado desde la violencia callejera contra el Capitolio; pero ahora no está Pence, sino Vance, un muy peligroso y ambicioso joven ex Senador que busca ser la continuidad en 4 años más. Y fue Vance el que comenzó a retar al líder ucraniano como una maestra a un niño de inferior. Y siguió Trump, señalándolo con el dedo calificándolo de “ingrato” y de “estar jugando con la Tercera Guerra Mundial”.
Después de esa bochornosa sesión de humillación pública, se pasó a la reunión privada, donde las voces subieron aún más de tono al extremo de que Trump le gritó “o llegamos a un acuerdo o nos vamos”, tras lo cual Zelenski abandonó la reunión dando un portazo.
Ese Zelenski que volvía al Viejo Continente, fue abrazado por líderes de una Europa que se resiste a aceptar su decadente papel desde la creación de la Unión Europea. Diversos líderes hicieron público su apoyo a Kiev, pero llamó la atención la sobreactuación del líder inglés, Starmer, quien armó una reunión con Zelenski (a quien le puso alfombra roja y fue saludado por el mismísimo Rey) y 15 líderes del Continente. Esa reunión no fue ni parecida a la Santa Alianza del Siglo XIX, ni el Pacto de Versalles del fin de la Primera Guerra Mundial, ni la Conferencia de San Francisco que dio nacimiento a la ONU; fue una puesta en escena de líderes europeos que buscaban demostrar que la vieja Europa sigue sosteniendo los valores fundantes de Libertad, Paz y Democracia.
No obstante, se dice que fue una “sobreactuación” porque en realidad Europa quiere ser Europa…pero no perder a Trump. En todo momento Starmer sostuvo que “Zelenski debe recomponer su relación con Trump”, y el Secretario General de la OTAN cambió su furioso discurso anti Putin por un moderado “Zelenski debe agradecer a Trump y buscar su apoyo”. Europa sabe que no está en condiciones de enfrentar a Rusia si EEUU abandona la OTAN (propuesta que hizo su alter ego Elon Musk); de hecho, la lideresa de la UE, Ursula Von der Leyen, propuso un considerable aumento de los presupuestos de defensa, aún a riesgo de aumentar los déficits tolerados por el Banco Central Europeo.
Hoy, si Trump atacara Groenlandia, los Estados europeos no podrían utilizar sus F-35 porque tienen un dispositivo que impide su utilización si el Pentágono considera que el uso que se les pretende dar no es el “apropiado”. La defensa europea, guste o no, sigue dependiendo fuertemente de Washington. De hecho, aún si los principales Estados europeos quisieran unir fuerzas contra Putin, necesitarían como fundamental coraza a la Ucrania de Zelenski, que tiene su experiencia en el combate. Los alemanes, franceses, italianos, británicos y españoles, tienen presupuestos militares que, en conjunto, no alcanzan ni a la mitad del ruso. Por ello, pese a las bravatas de los líderes europeos por demostrar que “Zelenski no está solo”, en realidad lo que están procurando es que no sea la Unión Europea la que aparezca humillada junto al líder ucraniano frente al magnate de Washington.
Francia y Alemania, por dar sólo dos ejemplos, están muy preocupados por el avance ruso, es cierto. Pero esencialmente están más preocupados por el hecho de que Washington pase a ser visto como adversario de la Unión Europea. Y es que como todos los temas forman parte del enorme ajedrez global, la lógica de Trump es traer para su lado a un Putin que es un fuerte aliado del liderazgo comunista chino. Lo que está detrás de todo esto, en definitiva, es la voluntad y necesidad de EEUU de aislar a China, para lo cual necesita quebrar la alianza Moscú-Pekin. En ese contexto, la UE queda reducida a un mero actor de reparto para Washington, que hasta privilegió a un actor del llamado Oriente Medio (Arabia Saudita) para la reunión entre Marco Rubio y Sergei Lavrov, de la que no participaron ni Ucrania ni la UE.
La dirigencia europea desea demostrar que es creíble, pero no quiere rupturas con Trump. Desea demostrar unidad y eficacia, pese a no haberlo logrado jamás (recuérdese Yugoslavia, Irak y, ahora, Ucrania). La UE, en definitiva, pretende hacer gala de lo que jamás tuvo: una Política Exterior y de Seguridad Común.
Las resultantes serán meras palabras mientras para los ojos de Washington el Viejo Continente sólo sea un espacio ganado comercialmente por su enemigo en ese rubro con sede en Pekín.
