Trump y una paz rusa para Ucrania

¡Cuántas cosas en tan poco tiempo! Parece que fue hace un siglo cuando la Casa Blanca pretendía alinear a Europa en contra de la Federación Rusa y apoyando a Ucrania. Pero esa Europa aparecía como díscola, con distintas voces; una Francia queriendo sobreactuar el papel de “anti rusa” y sosteniendo que la UE tenía que apoyar sin restricciones a Ucrania; una Alemania, más cautelosa y que no quería dar aviones ni tanques de guerra; una Italia dubitativa; una España intervencionista y otros países con posiciones encontradas.

Se podría decir que la Unión Europea -desde su propio nacimiento-, ha carecido de una PESC, es decir, una Política Exterior y de Seguridad Común. Esa Unión Europea, pomposamente, siempre pretendió mostrarse ante el mundo como algo superior, diferente. Pero cuando las situaciones políticas y militares lo exigieron, miró para otro lado o no supo qué hacer. Así, la crisis yugoslava de fines del Siglo XX, el conflicto en el llamado Oriente Medio y recientemente con la crisis entre Ucrania y Rusia. Esa “Europa de diferentes velocidades”, se topó en los últimos diez años con un Obama que sostuvo una férrea alianza a través de la OTAN; luego, cuatro años de aislacionismo de EEUU con un Trump que subestimó a dicha Organización militar y presionó a los Estados europeos para que aumentaran sus presupuestos militares y se bastaran por sí mismos; después un Biden que renovó la alianza atlántica, aún a riesgo de provocar a Putin y ser la excusa ideal del líder ruso para justificar la invasión de Ucrania, por riesgos a su “seguridad nacional”.

Ahora, nuevamente aparece un Donald Trump “recargado”, que prescinde del Partido Republicano para rodearse de los extremistas afines sacados de empresas, redes sociales o de lo más duro del Senado. En ese sentido, el Vicepresidente Vance acaba de ofender a la Unión Europea acusándola de “perjudicar la libertad de expresión” al cuestionar la oposición pública a los partidos neonazis. Y el Secretario de Estado Marco Rubio es el que -según Netanyahu-, le habría dado “vía libre” para solucionar el “problema iraní”. Y ese mismo Marco Rubio acaba de reunirse en Riad, Arabia Saudita, durante cuatro horas con Sergei Lavrov, canciller ruso, para hablar sobre la paz con Ucrania…pero sin Ucrania ni la UE.

Según versiones, en ese prolongado encuentro se habrían acordado varias cosas: una rehabilitación para Rusia en el comercio internacional, una estrategia para ir separando de a poco a Rusia de China, y un compromiso de los EEUU de avalar las posiciones de Moscú respecto de Kiev. En ese sentido, Trump dejó claro que “pensar en volver a las fronteras de 2014 por parte de Ucrania es poco realista”. ¿Estará queriendo decir que Zelenski deberá aceptar la federalización del país con amplia autonomía para el Donbas y el reconocimiento de la soberanía rusa en Crimea? Como para que no queden dudas, Trump dijo a quien quisiera escucharlo que “Ucrania deberá ceder el 50% de sus riquezas minerales y la administración de sus puertos”, pero olvidó mencionar cualquier alusión a la “seguridad nacional” de ese país.

Todo parecería indicar que este nuevo aislacionismo norteamericano de Trump, obsesionado con frenar a China, buscará disminuir el peso comercial de la Unión Europea, prescindir de ella para cualquier proceso de diálogo entre Rusia y Ucrania, y olvidarse de ellos en el conflicto del llamado Oriente Medio. Si puede verse en el enorme tablero de ajedrez que es la política internacional, todas las acciones de la dupla Trump-Rubio van en el sentido de condicionar a Estados latinoamericanos que hacen gala de autonomía (México, Colombia, Brasil), limitar las libertades comerciales de otros (Panamá, Canadá, Dinamarca), amenazar con aranceles a aliados y a adversarios (Argentina no estará ajena a las limitaciones comerciales), y todo con un solo objetivo: condicionar a China, buscar aislarla políticamente y reducir su enorme peso en el comercio internacional actual.

Habrá que ver si la sociedad norteamericana, harta de los políticos tradicionales, está dispuesta -esta vez- a dejarse llevar por el camino del aislamiento y la conflictividad. Si bien es cierto que Trump no habla de guerras, esta vez su virulencia verbal no parece tener en su Gabinete a un Rex Tillerson que moderaba frente al mundo sus dislates discursivos. Hoy está Marco Rubio. Y también el Vicepresidente Vance, que es más peligroso que Trump.

Parece que el mundo está en vísperas de que los cañones se silencien en Ucrania. Sólo resta saber el precio. Y todo indicaría que Zelenski lo sabe, por ello está buscando desesperadamente un desembarco de tropas europeas aún generando daños en la cerrada central nuclear de Chernobil. En ese teatro del absurdo, Macron convocó a una reunión de líderes europeos para “tratar la ayuda a Ucrania”. Tal vez sea muy tarde para ello tanto como para él mismo recuperar un liderazgo que en su propio país perdió hace tiempo.

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