Trump vs China y el mundo como rehén

El Presidente de los EEUU, Donald Trump, tiene una verdadera obsesión con China. La tenía ya en su mandato anterior, pero en esa ocasión los límites institucionales eran lo suficientemente fuertes como para frenar locuras imperiales. Ahora es distinto, Trump tiene un poder casi ilimitado. Y ojo, porque parte de ese “poder ilimitado” también implica la posibilidad de involucrar a su país en un conflicto de proporciones. Ojalá se entienda qué se quiere decir con esto.

Pero en el tema estrictamente económico, Donald Trump parte de un análisis erróneo: cree que condicionando las importaciones los EEUU volverán a liderar industrialmente y los ingresos superarán rápidamente a los egresos. No es así. En primer lugar, porque la globalización -que impulsó su propio país- ha hecho que las industrias diversifiquen sus producciones, con lo cual los aranceles impuestos a más de 180 países repercutirán en un aumento de precios internos; en segundo lugar, porque pensar que el resto del mundo se iba a mantener de brazos cruzados, fue como mínimo un grosero error de apreciación geopolítica; de todas formas, no sería extraño en un extremista como Marco Rubio, el Secretario de Estado.

El líder chino no olvida que fue en el anterior mandato de Trump cuando castigó comercialmente a Pekín con fuertes subas arancelarias, a las cuales la potencia oriental tardó en responder. Incluso, cuando respondió lo hizo de manera cauta. Es que en ese momento, China tenía una marcada dependencia comercial con EEUU. Pero Xi Jin-Ping aprendió la lección, y el flamante Secretario General del PCCh supo ir disminuyendo los riesgos externos de la economía de su país. Como bien lo informa el periódico catalán “La Vanguardia”, la descomunal suba de los aranceles de EEUU a China de hasta el 104% fue fuertemente respondida por Pekín, país que si bien resultará herido por la medida, no caerá muerto y, en cambio, puede provocar a su vez un daño igual o mayor.

Dice Jordi Joan Baños en La Vanguardia que “Si esperaba que Pekín ondeara la bandera blanca, como hizo Hanoi, parece haber estado mal asesorado. Vietnam -aunque personifique los límites del poder americano- tiene muchos más incentivos para sentarse y menos herramientas a su alcance. Alrededor del 35% de las exportaciones vietnamitas van al mercado estadounidense, representando por sí solas casi el 30% del PIB de Vietnam. En cambio, China lleva años diversificando mercados y en la actualidad menos del 14% de sus exportaciones van a la primera potencia (frente al 19% en 2018), lo que representa un 2,5% de su PIB (antes, un 4%). Trump puede malherir a China, pero no desangrarla, ya que su crecimiento del PIB el año pasado fue el doble: 5%. Porcentaje que aspira a repetir este año, aunque ahora ya está claro que para acercarse necesitará una gran dosis de estímulos”.

Si Trump piensa que puede beneficiar a EEUU a largo plazo al dañar comercialmente a China, claramente ha incurrido en un grosero error de apreciación. China hoy está en condiciones de buscar otros mercados para sus exportaciones -aprovechándose de las facilidades que gran parte del mundo dará para procurar revertir el daño al comercio global que generó Washington con los aumentos de aranceles, lo que redundará en una inundación de productos chinos a mercados imposibilitados de competir con los precios del gigante asiático. Y, como puede apreciarse, también por estas pampas hay groseros errores de apreciación; el seguidismo acrítico con EEUU de parte del Gobierno Milei solamente favorecerá la caída en las exportaciones, el encarecimiento de las importaciones e inclusive China se puede dar el lujo de elegir mercados para comprar los insumos que dejará de adquirir en EEUU. Y Argentina no será uno de ellos, dada la agresividad con la que Buenos Aires ha atacado a Pekín (pese a las urgentes necesidades de mantener el SWAP ante las reservas negativas del BCRA). China buscará en Brasil (miembro de los BRICS) y, probablemente, Panamá.

Pero cabría preguntarse qué hay detrás de la obsesión de Trump. Su mirada geopolítica claramente realista (Morgenthau, Aron y Kissinger están en su cabeza), le indican que debe atraer los favores de Putin para comenzar a separarlo de China (aunque eso pueda significar entregar la cabeza de Zelenski y Ucrania); a su vez, castigar a la UE por considerarla “esclava de China” e incapaz de reaccionar; y amenazar a Canadá y Groenlandia si no aceptan que EEUU tenga libertad absoluta en las aguas del Ártico.

Queda claro que EEUU busca aislar a China, limitarla comercialmente… pero, ¿nada más? Sería muy preocupante pensar que, además, Washington está eligiendo prepararse para un conflicto que podría escalar desde lo comercial hasta límites impensados. Tal vez por eso gran parte de sus 11 portaaviones nucleares están entre el Pacífico y el Índico. El pequeño problema es que, tal vez sin calcularlo -o tal vez habiéndolo hecho-, es la primera vez en la historia que el mundo se arriesga a una recesión global no por problemas macroeconómicos, por una guerra, por bolsas artificialmente infladas, sino por una decisión política de un mandatario norteamericano. Y de las recesiones no se sale fácil ni rápido.

Son conocidas las fanfarronerías y manifestaciones grandilocuentes y vulgares de Trump; el problema es que, esta vez, se encontró con que desde Pekín le contestaron “responderemos hasta las últimas consecuencias”. Es dable rogar que sólo sean palabras…

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