Una cachetada electoral a Donald Trump

El martes 4 de Noviembre, varios estados y una ciudad emblemática de los Estados Unidos de América tuvieron elecciones. El resultado no podría haber sido más desastroso para el Presidente Donald Trump, que en nueve meses ha logrado batir el récord de días con la administración paralizada, choques con el Poder Judicial, detenciones y expulsiones arbitrarias de inmigrantes y amenazas e insultos a los opositores.

En la “Capital del Mundo”, Nueva York, un nacido en Uganda, hijo de padres musulmanes shiítas de India, Zohran Mamdani (35 años, Demócrata), derrotó con más del 50% de los votos al ex Gobernador Demócrata Andrew Cuomo -que se presentaba como “independiente” al haber perdido la primaria- y al Republicano Curtis Sliwa. Terremoto político.

Este joven alcalde electo había encendido la ira de Donald Trump durante la campaña electoral. De hecho, el Presidente se alineó con el ex demócrata Cuomo para confrontar a Mamdani, “comunista terrorista”. De nada sirvió. Inclusive, los sectores judíos ortodoxos llamaron a “votar en defensa propia” en contra de Mamdani, como si la Gran Manzana estuviera a un paso de abrir una Universidad del Yihadismo Islámico.

Pero la verdad es bien diferente; Mamdani es laico, tiene pésimas referencias de las prácticas religiosas extremistas y mala relación con el líder político del país de sus padres, Narendra Modi, a quien tilda de “asesino” por las matanzas de musulmanes en Cachemira. Su plan consiste en “humanizar la política y la economía”, dejar de echar gente y generar condiciones sociales y económicas para que nadie se vea tentado a delinquir o a tener que irse. Propone congelar alquileres, en una de las ciudades más caras del mundo, y mejorar los servicios públicos.

Dice Trump que “quitará los aportes del Gobierno Federal a Nueva York”. No le conviene, Presidente; de cada 100 dólares que Nueva York envía a Washington, sólo recibe 70 de vuelta. Si ambas partes cortaran la cooperación, Trump sólo lograría aumentar un déficit cada vez más grande y preocupante en una Administración que bate récords históricos de parálisis.

En otros estados, el Partido Republicano no pudo mantener Virginia; la Vicegobernadora Winsome Earle-Sears perdió con la representante demócrata Abigail Spanberger por 57% a 42%, y tampoco pudo recuperar Nueva Jersey, donde los demócratas retuvieron el Gobierno de la mano de Mikie Sherrill que derrotó al republicano Jack Ciattarelli por 56% a 43%.

California, por su parte, respondió a la maniobra de los republicanos meses atrás en Texas, donde reformaron las circunscripciones uninominales que sirven de base para la elección de los representantes, de forma tal que aspiran a quitarle 5 bancas a los demócratas en las elecciones del próximo año; en un referéndum, el Gobierno Demócrata de California aprobó una reforma de las circunscripciones del Estado que, a su vez, permitirán a los “azules” quitarles 6 bancas a los “colorados” republicanos.

¿Sólo maniobras políticas? La verdad es que parece ser que Trump no está midiendo correctamente el hartazgo de una sociedad que está empezando a padecer las consecuencias de la confrontación permanente con quien se oponga a alguna de sus ideas; insultos, amenazas, medidas que van cambiando con el correr de las horas y políticas de acorralamiento hacia los partidos opositores están teniendo consecuencias. Una leve suba de la inflación en productos esenciales, más el estancamiento de la economía -producto, además, de sus ataques comerciales al resto del mundo-, generaron un malestar creciente.

Lo de estas elecciones parciales, si bien no pueden explicarse como un sentir generalizado contra Trump, deberían encender una luz de alarma teniendo en cuenta que aún con mayorías en las dos Cámaras del Congreso y un Poder Judicial disciplinado, en tan solo un año podría cambiar. Si ya no está pudiendo aprobar cambios en el techo del endeudamiento frente a la dureza de los demócratas, poco podrá hacer en este tema si el próximo año pierde su estrecha mayoría en representantes (lo que es más que probable).

Al igual que algunos otros mandatarios extranjeros, que apuestan a mejorar sus índices de popularidad sobreactuando políticas exteriores injerencistas, Trump se desboca con gobiernos y países buscando el tan ansiado Nobel de la Paz; en ese camino, apoya a dictadores y autócratas, mantiene sólidas alianzas con gobiernos que persiguen a minorías y violan Derechos Humanos, y acosa a una Europa continental por el delito de haber privilegiado comercialmente a China por sobre Estados Unidos.

Tal vez en algún momento de la aciaga noche del 4 de Noviembre Trump se haya arrepentido de haber deportado a tantos argentinos ante el silencio de su amigo Milei. Tal vez si se hubieran quedado, el resultado podría haber sido otro. Es que si pudo ganar en Argentina con dólares y amenazas, bien podría haberlo hecho en su propio país. Pero allá hay demasiados norteamericanos…

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