Una paz más virtual que real

Sábado 13 de Junio. Al menos siete aviones “fantasma” B-2 de Estados Unidos arrojaron catorce bombas “anti-bunker” de 13 toneladas sobre las plantas de enriquecimiento de uranio de Natanz, Fordow e Isfahan. La televisión iraní admitió daños en esos centros nucleares por un “ataque enemigo”, pero no reconoció los hechos tal cual los mencionó Donald Trump en su red social, al decir que habían “devastado” las instalaciones iraníes.

Los únicos países del mundo que avalaron el ataque norteamericano fueron Israel y el Reino Unido (aunque por estas pampas Milei felicitó a Trump y aclaró que “Irán es nuestro enemigo”, pese a que no están rotas las relaciones diplomáticas). “Esto no es constitucional”, escribió en redes sociales el congresista por el Partido Republicano Thomas Massie, mientras que el Demócrata Sean Casten apuntaba que ni Trump ni otro presidente tiene autoridad “para bombardear otro país que no represente una amenaza inminente para Estados Unidos”, todo citado en la web de DW.

Para el gobierno de Netanyahu en Israel “se cumplieron los objetivos”, esto es, se habría anulado el programa de enriquecimiento de uranio en Irán y se habría enviado un claro mensaje para que Teherán deje de financiar y armar a movimientos como Hamas, Jizballah o Ansar-Allah (los mal llamados hutíes de Yemen). Atrás quedó el objetivo no expresado (pero sí por Trump) de derrocar al régimen de los Ayatollahs, y especialmente de eliminar al líder supremo iraní Alí Jamenei.

Pese a las réplicas iraníes -que causaron daños en varias ciudades israelíes con víctimas civiles y militares-, el gobierno iraní de Pezeshkián quedó con una absoluta incapacidad de atacar o de defenderse, más luego del tremendo ataque de los Estados Unidos. Horas después, un Trump exultante exclamaba que “las hostilidades cesaron”, por más que ambas partes siguieron tirándose algunos misiles más.

Los países de la Liga Árabe evidenciaron un doble discurso llamativo: varios Estados condenaron los ataques israelíes a los “hermanos” iraníes, pero desde esta columna se está en condiciones de asegurar que la enorme mayoría de dichos países respiraron aliviados ante el castigo a un vecino con el que jamás se sintieron cómodos. La verdad es que la Revolución iraní de 1979 y el discurso oficial posterior de Teherán generaron inestabilidad en varios países, y hay más que sospechas respecto de la permanente injerencia iraní a través de movimientos irregulares con objetivos de desestabilizar en la región.

Hoy se puede decir que se acallaron los misiles y, por ahora, se dejan de contar víctimas entre Israel e Irán, pero siguen muriendo personas en Gaza y siguen las hostilidades de hecho desde el Yemen gobernado por Ansar-Allah con Arabia Saudita e Israel. Asimismo, se acentúan los signos de pregunta sobre el futuro del Gobierno a manos de un islamista en Siria al igual que los objetivos finales del zigzagueante Erdogan en Turquía.

¿Está más tranquilo el llamado Oriente Medio? Nadie en su sano juicio podría realizar tamaña aseveración. Lo único claro es que Israel demostró que las guerras no se ganan sólo con fuerzas armadas, sino esencialmente con inteligencia y conducción política. Si se observan los números fríos, Irán daba vueltas a Israel salvo en lo que a armamento nuclear respecta; pero Israel supo manejar tiempo y, gracias a su inteligencia militar, moverse sin que Teherán supiera que el gobierno de Netanyahu les estaba poniendo drones en el desierto, que el 13 de Junio atacaron a Irán…. desde Irán.

También queda claro que varios Estados árabes siguen mirando con recelo a Israel, entre ellos Arabia Saudita, Catar e Irak. Tampoco es probable que en el corto plazo se reactiven las tratativas para que los saudíes reconozcan a Israel y entablen relaciones diplomáticas. Sólo el tiempo podrá decir si los ataques a Irán profundizaron el resentimiento islámico contra Israel o si, por el contrario, demostraron que para los árabes Irán jamás fue un vecino bien recibido. Por último, ni Líbano ni Siria tienen buenas relaciones con Israel ni está previsto que las tengan en el futuro inmediato.

Un teórico de las Relaciones Internacionales dijo una vez que “la guerra es el motor de las sociedades”; tal vez haya que replantearse algunas cosas, como por ejemplo si este conflicto no le dio una oportunidad a Northrop Grumman de mostrar su más preciada joya, el bombardero B-2 Spirit, con un costo unitario de U$S 2.000 millones…sí, lo que se lee. Estados Unidos es el único país que lo tiene (y tiene 21). De la misma manera, cada una de las bombas GBU-57 de 13 toneladas, que perfora hasta 61 metros y puede romper muros de hasta 6 metros de grosor de hormigón, cuesta 17 millones de euros y son fabricadas por Boeing. De la mera lectura de estos números podrá deducirse quiénes son los únicos que salieron ganando frente a la muerte y la destrucción.

Tanto Northrop Grumman como Boeing son clásicos contratistas del Pentágono, y si no hay conflictos, sus productos no se muestran y, por lo tanto, no se mueven las ventas…

¿Será que, finalmente, tenía razón Immanuel Wallerstein cuando decía que en la Economía-Mundo los Estados son meros títeres del capital, y la Democracia una mera formalidad hueca e incapaz de poner condiciones? Si así fuera, los derrotados no serían ni los Estados ni los regímenes políticos, sino tal vez el propio género humano.

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